Así funciona el mercado negro de los alimentos en Venezuela

“¿A qué precio tienes el arroz? ¿Y la harina?”, preguntaba por teléfono un guardia nacional al final de la tarde del jueves. Estaba apoyado en uno de los muros de un módulo de la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela, ubicado en el atolladero que es la redoma de Petare, el corazón del bachaqueo (la reventa de productos regulados) en Caracas. Dos decenas de militares quedaban ahí, con los escudos antimotín en descanso, luego de una jornada intensa.
En la mañana, 553 efectivos castrenses y de otros organismos actuaron en uno de los primeros operativos del Plan Abastecimiento Soberano y Seguro, el noveno programa que se anuncia en los tres años de gobierno de Nicolás Maduro para frenar la reventa de productos básicos regulados a precios 100 veces superiores.
El saldo oficial del despliegue militar fue de 29 detenidos y casi una tonelada de artículos incautados. “Muchas veces los vendedores de supermercados apartan mercancía y la dejan para bachaquear, por eso hacemos inteligencia social. La especulación de productos se va a erradicar en Petare y lo que se decomisó será distribuido en ventas supervisadas a la comunidad en general”, declaró después del operativo el general Fabio Zavarse, comandante de la GNB en Caracas.
Pero la venta ilegal no se erradicó. A metros del módulo militar, continúa la transacción ligeramente encubierta. La misma tarde después del operativo, en los estrechos pasillos de los centros comerciales que rodean la redoma de Petare saltaba a la vista lo que hace tiempo no se ve ni en publicidades ni bien dispuesto en los anaqueles de un supermercado y que en los últimos meses es prácticamente imposible adquirir si no se quiere dejar buena parte del sueldo. “Llegó la harina de trigo, señores”, decían en un lado. “Tenemos pañales”. “Arroz, arroz, arroz”, voceaban los vendedores. A cambio de fajos de billetes de 100 bolívares, la pasta, la harina pan, el arroz o la fórmula para niños salían de los bolsos de los vendedores y seguía el intercambio.
Alejandra González tenía una botella de aceite en la mano y la ofrecía a 3,500 bolívares. Eso es más de una quinta parte del salario mínimo mensual de 15,051. A quienes se quejaban por el precio le explicaba la estructura de costos de su negocio, una economía subterránea que se ha vuelto cada vez más lucrativa luego de 13 años de controles de precios y una cada vez más aguda escasez en Venezuela. “Mami, a mí me la venden en 2,500. Solo le gano 1,000”. La última actualización que hizo la Superintendencia de Precios Justos a este rubro fue hace un año y estableció que el aceite debe venderse en 28 bolívares, 125 veces más bajo que lo que ella lo ofrece.
Estaba junto con otras mujeres cada una con un producto en la mano. Atentas, aguzaban entre la multitud cuando sobresaliera el fusil de un guardia para salir corriendo y guardar la mercancía. En Petare, una zona donde desde hace décadas abunda el comercio informal, están habituados a estos operativos y han desarrollado sus formas de supervivencia. A González la detuvieron hace un mes.
“Los mismos militares están metidos en esto, todo el mundo está metido. Nosotros tenemos contactos en los supermercados, en las farmacias que nos ofrecen las pacas (bultos de varios kilos de productos). A mí hace un mes me agarraron y los guardias me pidieron 100,000 bolívares para soltarme. Les di 50, que era lo que tenía en el bolso y aquí estoy”. González, de 25 años de edad, asegura que desde hace un año mantiene a sus 4 hijos con esta actividad. No hace cola en los supermercados, compra a revendedores.
La red del bachaqueo es una maraña de bifurcaciones, que encarece el producto siguiendo una acelerada ley de la oferta y demanda. La práctica tiene otras formas para quienes no se atreven a adentrarse en el amasijo de anarquía de las calles de Petare -el lugar con mayor tránsito peatonal del país- y además pueden pagar mucho más por evitar hacer colas.
De acuerdo con un reciente estudio de la encuestadora Datanálisis, 70% de las personas que hace cola en los supermercados son bachaqueros, 25% de la población del país se ha incorporado a esta práctica y dos tercios de la población debe recurrir al mercado negro para poder proveerse de alimentos. El bachaqueo crece a medida que la escasez va arreciando, por la paralización de la producción nacional y el recorte de las importaciones por falta de divisas.
Clarissa Bermúdez se abastece desde enero a través de varias redes. Aún teniendo tiempo libre, dice que hacer cola no es una opción para ella. “No tengo un contacto fijo, son varios. Antes se conseguían cosas detalladas. Pero ahora todo te lo ofrecen en grandes cantidades, por bultos, entonces tengo que coordinar con mi familia o los compañeros de la oficina porque sola no puedo costear eso. La logística es un poco más complicada”.
Bermúdez señala que aún así hay productos que tiene meses sin conseguir, como por ejemplo el aceite que lo ha sustituido por mantequilla. En redes sociales como Instagram y Facebook hay cuentas que ofrecen posibilidades de intercambio o trueque de productos y venta a precios de bachaquero.
Esta modalidad se ha hecho común en los últimos meses en los que la escasez también se ha exacerbado y alcanza 80%, según datos de la encuestadora. Ana Ramírez coordinó hace menos de un mes con varios compañeros de su oficina para comprar un bulto de harina de maíz y otro de arroz de 20 kilos cada uno.
WhatsApp es la vía usual de contacto para la compra y para conocer el inventario de lo disponible. El contacto se lo dio un amigo. La gestión se coordinó y el proveedor -un joven clase media que estudia en una universidad privada de Caracas- le llevó el despacho a la oficina después de un par de reprogramaciones. “Me dijo que iba a venir en la mañana, pero luego me canceló porque estaba validando la firma para el revocatorio contra Maduro”, contó sorprendida Ramírez que, con la despensa de su casa totalmente vacía, se vio obligada a estrenarse en esta forma de abastecimiento.