Los estadounidenses se están mudando cada vez menos de sus ciudades

El censo registró un mínimo histórico en la cantidad de estadounidenses desplazados de un lugar a otro del país, algo que estaría siendo causado por políticas públicas que desalientan la movilidad.

Un 11.2% de los estadounidenses se mudaron entre 2015 y 2016, cifra mucho menor a la de décadas anteriores.
Un 11.2% de los estadounidenses se mudaron entre 2015 y 2016, cifra mucho menor a la de décadas anteriores.
Imagen Justin Sullivan/Getty Images

Nuestra capacidad para migrar en busca de oportunidades –nuestra movilidad– es un factor clave no solo a la hora de alcanzar tu propio desarrollo, sino de promover éxito económico de todo el país. Pero esta movilidad, a nivel de todo Estados Unidos, dista mucho de lo que era. O dicho de otra forma, la gente parece atascada en sus lugares de origen, al punto de que se ha llegado a mínimos históricos, de acuerdo con los últimos datos prevenientes del Censo de Estados Unidos.

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Ligeramente más de uno por cada 10 estadounidenses (11.2%) cambió de horizonte entre 2015 y 2016, cifra que representa casi la mitad de un 20.2% registrado en 1948, cuando el Censo comenzó a dar cuenta de la movilidad en el país. De hecho, la práctica de migrar fue alguna vez la piedra angular del Sueño Americano, aunque, hoy los estadounidenses se desplazan menos que los canadienses, y solo levemente más que los fineses o los daneses.

Es curioso verificar cómo, en este período, han disminuido los desplazamientos que implican tanto recorridos muy extensos como muy cortos. Solo un 6.9% de los estadounidenses se movieron dentro del mismo condado, por debajo de un 13.6% reportado en 1948. La tasa de movilidad relativa a este tipo de desplazamientos se desplomó entre 1998 y 2008 (con la crisis económica), como lo ilustra la gráfica que sigue, y comenzó a recaer más lentamente desde entonces.

Ahora bien, los desplazamientos más extensos entre condados se redujeron de un 6.4% en 1948, a un irrisorio 3.9% hoy, durante el mismo período.

La evolución de las razones para mudarse a través de los años. En verde, el porcentaje relacionado a temas de vivienda; en azul, las mudanzas por razones familiares; en rojo, las relacionadas a empleo; y en púrpura, otras razones. (David Ihrke/U.S. Census)

¿Por qué los estadounidenses se están desplazando menos?

¿Qué hizo de esta nación de infatigables soñadores y dinámicos emprendedores un lugar tan inmóvil? Hay varias razones para explicarlo.
Nuestra ‘ pasión por las casas’, para citar al economista Edmund Phelps, es algo especial. Particularmente durante el despertar de la crisis económica en 2008, las personas comenzaron, por así decirlo, a recluirse en sus hogares, incapaces como eran de venderlas y de moverse hacia sitios con mayores oportunidades económicas.

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Pero esa, ni mucho menos, es toda la historia: la caída de los desplazamientos ha afectado también a los arrendatarios. El índice de movilidad para estos también mermó en los últimos treinta años.

La movilidad relacionada al tipo de persona. Los que más se mudan son los arrendatarios, en color verde. En rojo, los dueños de casa. (David Ihrke/U.S. Census)

Además, las oportunidades laborales en Estados Unidos han convergido en varios lugares, lo que ha recortado la probabilidad de que grandes cantidades de residentes tengan que desplazarse en busca de empleo.

De acuerdo con el profesor de Derecho de Yale, David Schleicher, la política gubernamental tiene un peso mayor del que creemos en la disminución del índice de movilidad en Estados Unidos. En su nuevo estudio, “Atascado en el mismo sitio: Ley y Consecuencias Económicas de la Estabilidad Residencial”, Schleicher identifica diversos tipos de políticas que limitan la movilidad de los estadounidenses y frenan la economía.

Los subsidios relativos a la propiedad de las casas

El primer grupo de políticas está conformado por los tremendos subsidios que el gobierno federal concede a los dueños de casas, mediante el crédito fiscal hipotecario, un subsidio directo de aproximadamente 200 mil millones de dólares al año. Y, si se tienen en cuenta los costos indirectos, podrían llegar a ser 600 mil millones de dólares.

Como el informe del Censo lo indica, los propietarios de viviendas son menos proclives a moverse que los arrendatarios, y ese ha sido el caso durante las últimas décadas. Solo un 5% de los dueños de casas se desplazaron en 2016, cifra menor al 9.5% reportado en 1988. Por su parte, el número de arrendatarios desplazados en 2016 fue cuatro veces mayor: de un 22.9%.

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Schleicher alega que es hora de que el gobierno abandone este subsidio, el cual no solo sacrifica los necesarios ingresos fiscales, sino que inhibe la movilidad en Estados Unidos y daña la economía en medida importante, algo que otros economistas y yo hemos señalado por mucho tiempo.

Demasiadas restricciones al uso del terreno

Las leyes de urbanismo, las limitaciones constructivas y las normas parcelación reducen la oferta de viviendas en las ciudades más innovadoras y productivas, en última instancia subiendo los precios y conspirando contra la asequibilidad.

Los economistas Chang-Tai Hsieh, de la Universidad de Chicago, y Enrico Moretti, de la Universidad de California en Berkeley, estiman que estas restricciones han costado a la economía nacional entre 1.6 y 2 billones de dólares en términos de rendimiento y pérdidas de productividad. Estas ciudades y áreas urbanas son, a su vez, donde las familias de bajos ingresos y sus hijos, al menos para ascender en la escala económica, tendrán las mejores oportunidades.

De esta manera, Schleicher se suma a un creciente grupo de economistas que defiende la eliminación inmediata de estas restricciones, las cuales generan enormes costos a la economía y perjudican una vasta cantidad de familias.

Un auge de las ‘licencias laborales’

Estas licencias son permisos para trabajar en determinadas profesiones que solo son válidos para un estado. Estas constituyen el tercer conjunto de políticas que restringen la movilidad de los estadounidenses. Abogados, doctores, y demás profesionales obtienen su licencia a nivel estatal. Schleicher destaca que la proporción de la fuerza laboral correspondiente a cierto tipo de requerimientos para recibir las licencias ha aumentado de un 5% en los cincuentas, a cerca de un 25% en 2008. Dichos requerimientos torpedean la movilidad de un lugar a otro de estos profesionales, donde los salarios sean más altos o donde sus servicios sean más requeridos.

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Hay otras restricciones laborales que dificultan igualmente el desplazamiento de los trabajadores. Los profesores de las escuelas públicas, por ejemplo, acumulan antigüedad en sus distritos de origen, no así si se desplazaran. Las diferencias entre los estándares de elegibilidad para beneficios públicos y los subsidios basados en la localía desalientan al mismo tiempo la movilidad. Asimismo, beneficios específicos locales, como es el caso de las pensiones, son otro tipo de política que disuade a los residentes de hacer sus maletas.

Finalmente, las políticas como las bancarrotas municipales obstruyen la posibilidad de que las ciudades se reduzcan fácilmente. En ese sentido, Schleicher observa que mientras los trabajadores de un debilitado sector privado se van, las necesidades de una ciudad –para proveer a los destinatarios de servicios públicos, trabajadores del sector público y pensionistas– no decrecen necesariamente. Este desequilibrio conduce a la insolvencia de una ciudad, y el gobierno federal tiene que responder proveyendo un rescate financiero a la urbe que pierda residentes. Esto se traduce en que más personas, quienes de otra manera habrían dejado la ciudad, permanecen de hecho en ella, pese al desgaste de sus incentivos económicos.

La importancia de la movilidad

Por mucho tiempo he insistido en que la movilidad residencial tiene consecuencias tanto en el desarrollo económico individual como en el dinamismo económico de nuestras ciudades, y, por qué no, de la nación como conjunto. En mi libro Who’s Your City? (¿Quién es tu ciudad?), plantée que nuestra aptitud para desplazarnos estaba dividiendo a los estadounidenses en tres clases: los ‘móviles’, quienes obtienen beneficios del dinamismo económico; los ‘atascados’, quienes parecen atrapados e incapaces de salir de sus ciudades; y los ‘arraigados’, quienes están fuertemente atados a su comunidad y ni siquiera se postulan la posibilidad de cambiar de aires.

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Schleicher alerta acerca de qué políticas verdaderamente contribuyen al declive de nuestra movilidad. Algunos, no obstante, sostienen que estas políticas suponen también otros beneficios: que la propiedad inmobiliaria promueve los ahorros de jubilación y la cohesión comunitaria, o que las licencias laborales por estado protegen ciertas profesiones. Entretanto, es probable que estas barreras a la movilidad crezcan bajo la administración Trump, la cual ha hecho de subir el estatus económico de las otrora regiones industriales y de sus trabajadores una de sus prioridades fundamentales.

Sin embargo, Schleicher rebatiría los costos de la movilidad ascendente de los individuos, pues el dinamismo y la productividad de la economía a gran escala superan ampliamente cualquiera de los restantes beneficios. Es el momento de que los gobiernos locales, estatales y federales eliminen estas distorsiones y allanen el camino a la movilidad, la cual ha estado siempre en el corazón del Sueño Americano.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.

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