Las nuevas postales de la pobreza en Argentina, un país ahogado por la crisis
BUENOS AIRES, Argentina. - La escena sucede un mediodía cualquier en la Avenida Riestra. Manzana 13. Casa N° 6. Villa 1-11-14, la más poblada de la ciudad, con una población estimada de 80,000 personas. Verónica Mollericona es una de las seis personas que llevan adelante el “Comedor Mujeres Creando”, asistido por la Organización Bartolina Sisa. El lugar es como una tienda, con una cocina y baño. Ellos preparan todos los días 250 raciones. Hoy toca guiso de fideos. Desde hace un tiempo, no dan abasto. La comida que entrega Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es insuficiente. Verónica y sus compañeras se organizan: salen a hacer colectas, buscan ayuda fuera del estado y se conectan con otras organizaciones sociales. No hay caso. No alcanza.
“En los años anteriores, la gente venía dos o tres veces por semana. Ahora los 27 comedores de la villa están repletos. Todos tratamos de agrandar la olla. Antes, preparábamos 250 raciones y guardábamos 10 por si se sumaba alguien más. Ya no sobra nada. La gente que no está inscrita espera un turno para el menú, que puede ser guiso de fideo o lentejas, ensalada rusa con pollo y otros platos”, cuenta Mollericona, una costurera boliviana que vive en Argentina desde hace 10 años.
La historia del “Comedor Mujeres Creando” es un pequeño átomo que grafica cómo fue creciendo el hambre en la Argentina. Según recientes datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), la pobreza fue del 27.3% en el primer trimestre de 2018 y alcanza a unas 12 millones de personas. Esos datos crecerán considerablemente en las próximas mediciones, que incluirán la devaluación de alrededor del 25% de agosto, la segunda más alta después de la megacrisis de 2002.
El comedor de Mollericona recibe solamente alimentos. No tiene ayudas para cubrir los gastos de gas, insumos de limpieza o utensilios de cocina. A diferencia de otros comedores, el suyo brinda una atención integral, que incluye asesoramiento en temas de violencia de género, promoción ambiental y derechos de inmigrantes (la mayoría de la población es boliviana y paraguaya), entre otros.
“Tratamos de agrandar la olla. Con qué cara puedo decirle a alguien con hambre: 'No, para vos no hay'. Antes, le dábamos comida al grupo familiar de cuatro personas. Después, decidimos darle de baja al padre de familia. Ahora sólo le podemos dar a las personas que alquilan (los que no son propietarios de casas). Son muchos los damnificados. El desempleo en la villa (el barrio) creció muchísimo. La gran mayoría son obreros de las empresas textiles y de construcción, dos rubros que cayeron muchísimo. Otros optaron por buscar trabajo en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Todos vemos la forma de llegar a alimentarnos”, agrega.
Mollericona lleva una década en Argentina. Llegó desde La Paz buscando mejorar sus condiciones de vida. Ella hace su análisis sobre cómo cambió la situación en el país gobernado por Mauricio Macri. “En un momento, la gente podía trabajar, comer y tener acceso al trabajo, que es lo más importante. Ahora los comedores son una necesidad muy importante. La gente no llega a comprar lo básico. Mucha gente quedó desempleada”, afirma.
La soja, el FMI y la inflación endémica
Pensar la cuestión de la pobreza en la Argentina no es tarea sencilla ni se limita a esta última gestión del presidente Mauricio Macri. Julio Gambina, docente de economía política de varias universidades públicas y presidente de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico (SEPLA), analiza la cuestión básica del acceso al alimento en un país que llegó a ser el granero del mundo. Y abandonó ese modelo agrario por la soja en los años 90.
“Argentina ya no produce alimentos como antes sino que produce y exporta commodities (materias primas). No somos más el país agrario, que producía carne, maíz y trigo. Se consolidó la producción y exportación de soja transgénica. ¿Qué quiere decir esto? Se cambió la producción que se consumía en el mercado interno por una orientada a obtener alta rentabilidad de un modelo tecnológico sustentado por la soja. No nos preocupamos por un desarrollo productivo de la Argentina sino que sólo pensamos en la exportación”, explicó el docente.
La producción de alimentos está asociada a la creciente dolarización en el país. Lo que se vende en el mercado internacional, a un precio fijado por éste, pretende luego ser comercializado en la Argentina, con igual precio y rentabilidad. ¿El resultado? Un empobrecimiento de la población. Al tiempo que crece el hambre, aumentan los índices de sobrepeso y obesidad por la mala alimentación y el consumo excesivo de alimentos procesados.
Después de la fuerte devaluación de agosto, el gobierno anunció un nuevo acuerdo con el FMI. El organismo adelantó el cronograma de desembolsos para lo que resta de la gestión de Macri. En 2018, llegarán US$ 7,400 millones más -se suman a los US$50,000 millones anunciados en junio- y en 2019 otros US$ 11,400 millones. Las políticas monetarias del fondo condicionarán -y mandarán- el rumbo económico del país en los próximos años. Gambina no es muy alentador en su pronóstico y cree que la pobreza crecerá fuertemente en los próximos meses.
“En los años 90, se consolidó un nivel de pobreza en torno al tercio de la población. Ese fenómeno no se modificará este año, ni el siguiente ni los próximos. Se necesitan profundos cambios económicos, sociales y culturales, entre los cuales está la modificación del modelo productivo en la Argentina", afirma Gambina. "Eso requiere pensar el país en términos de soberanía alimentaria, energética y financiera. Pero eso significaría -por supuesto- confrontar con la lógica de dominación de las transnacionales. El FMI avala procesos de ajustes y reestructuración, que fueron acordados con el gobierno argentino. Eso incluye las leyes previsionales y la reforma laboral. Quieren bajar el costo de salarios para mejorar las condiciones de inversores internacionales”.
María Maneiro es doctora en Ciencias Humanas, docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y dicta el seminario “Explorando la periferia”. Tiene un conocimiento profundo de los barrios populares del conurbano bonaerense, una zona crítica que concentra casi la mitad de la población del país y donde la mitad de los niños son pobres.
“Hay un proceso que no es residual sino central dentro del tipo de política económica que se lleva adelante. Apunta de disminutir ingresos de la poblacion como objetivo para reorganizar la política macroeconómica. El aumento de la pobreza y la disminución de capacidad de consumo de todos los sectores es notoria. En aquellos que tenían ingresos de por sí escasos, la situación se volvió insostenible en terminos de capacidad de reproducción de su vida. Hay un retorno a la dificultad para sostener la vida en lo más imprescindible, como la alimentacion, la salud y la vestimenta”, analizó.
En 2009, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, se lanzó la Asignación Universal por Hijo (AUH), un seguro social para desocupados, trabajadores en negro o con salarios menores al mínimo y un beneficio por cada hijo menor de 18 años. Alcanza a casi cuatro millones de niños y adolescentes en el país. Si bien el actual gobierno realizó un aumento nominal de ese beneficio, está muy lejos de amortiguar el impacto de la devaluación en el país.
“Hay que poner los importes en términos de capacidad de consumo. Cuando surge la AUH, eran alrededor de 90 dólares y ahora llega a 42. Con los procesos inflacionarios de este país, pondría en interrogación si la asignación realmente aumentó. En el conurbano bonaerense, principalmente en los barrios de trabajadores marginalizados, la dificultad es enorme. Muchos trabajadores de clase media no pueden usar más su salario para recontratar a otros. Entonces, los primeros recortes son en el jardinero, el pintor, la empleada doméstica...”, finalizó.
Mientras tanto, en la Villa 1-11-14, Verónica Mollericona hace lo posible para “estirar” el guiso y que alcance para todos. La falta de platos para tantas bocas es una constante en los comedores de Argentina. En la ciudad de Buenos Aires, la más rica del país, el hambre muestra su cara a toda hora. Se multiplicó la gente en situación de calle, crecieron los trabajos callejeros y el pedido de limosna es una postal en cada esquina. Los datos del Indec apenas tienen en cuenta el primer trimestre y no midió el impacto de la devaluación de agosto. Parece irónico y perverso pensar en cuáles fueron las promesas que llevaron a Macri a la presidencia: combatir el narcotráfico, unir a los argentinos y lograr la 'Pobreza Cero'.