No debe ser nada fácil para un director hacer un drama romántico con la Segunda Guerra Mundial como trasfondo, una temática y un género ampliamente transitados, desde la clásica Casablanca (1942).

Después de haberse convertido en el blanco preferido de la crítica y en el director con una de las peores reputaciones de Hollywood, no del todo merecida para alguien que hizo Sexto Sentido y Unbreakable, pero tampoco del todo injustificada si pensamos en películas como La Aldea, The Last Airbender y After Earth, M. Night Shyamalan comenzó a reivindicarse el año pasado con The Visit, una película de terror muy efectiva y entretenida a pesar de incursionar en el agotado truco del found footage.

Después de las desagradables controversias que famosamente protagonizó y que hicieron que su imagen pública se viera bastante dañada, Mel Gibson se dedicó a hacer lo que más sabe hacer y aquello que le valió el reconocimiento y la fama en primer lugar: protagonizar películas de acción.

La carrera post Harry Potter de Daniel Radcliffe sigue tomando giros interesantes que parecen una intención deliberada del actor de distanciarse de ese icónico papel del mago que cautivó a niños y adolescentes.

Los thrillers psicológicos son ese tipo de película cuyo objetivo es sumergirnos en los laberintos de su historia, confundirnos con pistas cerradas y giros violentos e inesperados y, finalmente, dejarnos colgados con un montón de dudas y tormentos que probablemente nos mantengan despiertos durante la noche.

Probablemente los encargados de definir la fecha de estreno de The Purge: Election Year tuvieron en cuenta que la película saldría el mismo año de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, pero lo que seguro no sabían es que sería estrenada en medio de una de las campañas presidenciales más atípicas y tristes de ese país.