Para los crecidos en los 90, futuros millennials hoy suscriptos a Netflix, un hito de esa década fue definitivamente Fox Kids, el bloque de programación animada creado por la cadena estadounidense que llegó a estos lares convertido en un canal infantil, en el que coincidieron las mejores producciones animadas que se estaban realizando en esos tiempos.

En los años 60, Hanna-Barbera creó a este superhéroe que no tuvo el éxito suficiente como para tener más de 20 episodios. Pero seguro lo recordamos por el talk show titulado Fantasma del Espacio de Costa a Costa que veíamos en Cartoon Network en los años 90 y que nos hacía reír mucho.

Toda época pasada fue mejor, o al menos eso es lo que siempre hemos escuchado. Y ahora que hemos crecido nos encargamos de repetirlo, y con fundamento. Al menos en lo que respecta a las series animadas de superhéroes.

Harley Quinn es el caso más célebre y aclamado de un personaje que hace el camino inverso al habitual, apareciendo por primera vez en la pantalla y cosechando una importante popularidad como para llegar a los cómics e incorporarse al canon.

Las series y películas de superhéroes nos han dejado algo claro: la representación es sumamente importante para mantenerse a flote en una industria tan cambiante y si aún no lo crees, échale un vistazo de nuevo a Infinity War, a Black Panther, Wonder Woman y por qué no, a The Last Jedi.

A finales de los 90, cuando el internet no era todavía una cosa cotidiana y la televisión seguía siendo una buena amiga, los niños teníamos a El Laboratorio de Dexter. Además de las clásicas ocurrencias del protagonista, había un segmento titulado Los Amigos Justicieros. Fácilmente nos damos cuenta que es una parodia de superhéroes. Es algo así como una mezcla de estereotipos de los cómics, pero viviendo bajo un mismo techo al estilo Friends. Probablemente su nombre se pensó también en ese sentido, además de estar formado por Justice League, Super Friends y Avengers.