A todos nos toca vivir esa fase llamada pubertad. A algunos les ha sentado bien; a otros, no tanto. Unos sufren más; otros, menos. Y sobre todo, hay un grupo que está más expuesto que cualquier mortal: los artistas.

Para Robert Duvall, menos es más. Con muy poco llena la escena: no necesita levantar la voz ni gesticular gran cosa. Es lo que en la profesión se suele llamar “un monstruo sagrado del cine”. Sin grandes papeles protagónicas y sin generar simpatía (es más bien seco y antipático), impone un estilo que nos obliga a prestar atención allí donde aparezca.

Puede ser que muchos de los espectadores sólo conozcan a Hugh Jackman como el gran Logan (o sea, Wolverine de X-Men), algo que es bastante entendible si consideramos que el actor encarnó a este personaje siete veces en catorce años, y aún tiene dos otros films del personaje en cola.

Francia, a lo largo de los años, ha sido una zona geográfica que ha visto nacer a numerosas actrices que han tenido un éxito en Hollywood. La elegancia y la belleza de las francesas, son un sello mundial de calidad en la historia del cine.

Al igual que muchos de los actores no le hacen asco a ningún papel y terminan estando en todas las producciones posibles, levantando todo tipo de críticas, también están aquellos que son más exquisitos. Grandes actores que por su trayectoria, y trabajo, pueden darse el lujo de rechazar algunos roles o, simplemente, dejarlos pasar.

Colin Farrell va de aquí para allá probando diferentes géneros como si no tuviera mucha idea de lo que quiere. O eso es lo que parece en su carrera muy alborotada, y su apariencia de eterno joven indiferente.