Estas películas se tratan de grupos de personas con una meta o rasgo de personalidad en común, algo que aparece muy seguido en el cine, con protagonistas pequeños, adultos, y de las más variadas especies.

A veces uno como cinéfilo puede agotarse de la idea de incontables sagas, sobre todo porque llegó un punto en que secuela tras secuela parece ser un proceso irritante y poco original. Sin embargo, a veces los conjuntos de películas pueden crear algo interesante, o al menos lo suficientemente entretenido como para jamás cansarnos o tener a esas franquicias en el recuerdo.

Christopher Lee fue un hombre de gran cultura, que nació en Londres y a quien su madre divorciada llevó a estudiar a Suiza. Al regresar, se sorprendió a sí mismo: “De pronto me di cuenta que con mi altura de 1,96 y mi voz bien modulada podía intimidar a la gente”.

Ya sea que hayan nacido en una obra literaria o bien creados para una película, existen varios idiomas cinematográficos ficticios o “construidos” que han alcanzado un nivel tan alto de popularidad y fama (en gran parte ligadas a la obra en la que aparecen), que muchas personas han tratado de aprenderlos y aplicarlos en la vida real… Similar a lo que ocurre con el idioma Klingon que aparece en la franquicia de la serie televisiva de Star Trek (1966).

Si prestaste atención a las películas de El Señor de los Anillos, probablemente te hayas preguntado por qué nuestros héroes no usaron desde un principio a las águilas para destruir el anillo. Como suele pasar en estos casos, un fanático se tomó el tiempo de generar una teoría al respecto, que suena mucho más válida de lo que te imaginas.

Un arma puede ser una herramienta sencilla para vencer a los villanos dentro de cualquier película, pero un buen realizador hace de este arma un reflejo de la personalidad del protagonista o villano, creando así algunas de las herramientas más legendarias en la historia de la gran pantalla.