Armar un maratón de series ya es toda una tradición. Si no se hace, prácticamente se pierde de vista una parte esencial y disfrutable de la vida. La televisión es y seguirá siendo -en cualquier formato- un fenómeno incontrolable en la psique de sus espectadores.

No es quizá una opinión tan notoria ni repetida pero probablemente sí es una noción que cualquiera que haya seguido Better Call Saul hasta aquí ha incorporado cada vez más: en muchos sentidos, el spin-off protagonizado por el escurridizo Jimmy McGill es mejor que la mismísima Breaking Bad que le dio origen.

Una nueva temporada de Better Call Saul significa acercarnos más a Breaking Bad y a esa serie de complicados eventos que, en cuestión de algunos años, obligaron al escurridizo y taimado abogado Saul Goodman a adoptar una nueva identidad y una nueva vida como encargado de un local de venta de rollos de canela.

Recientemente, durante el panel de Fear the Walking Dead, en la Comic-Con de San Diego, resurgió la pregunta más emblemática en toda la historia de la serie: ¿de dónde surgió la infección que provocó el apocalipsis zombie y dio nacimiento a los ‘caminantes’?

Luego del último de episodio de Breaking Bad hace ya casi 5 años nos quedó un vacío irreparable. Pero nuestro querido amigo Netflix nos dio un alegrón de aquellos cuando estrenó Better Call Saul. Poco después llegó Ozark, un thriller protagonizado por Jason Bateman, que posee una estética y trama similar.

Todos soñamos con encontrarnos a nuestro artista favorito a la vuelta de la esquina, pero pocas personas pueden presumir de esa enorme suerte. Este es el caso de habitantes de Oaxaca, México, que se encontraron casualmente a Walter White y Jesse Pinkman, los protagonistas de Breaking Bad.