La ciencia lo demuestra: conviene cenar en familia

La evidencia indica que sentarse a compartir una comida al final del día es benéfico para el cerebro, el cuerpo y el espíritu. Así lo explica la profesora de psicología clínica en la Harvard Medical School Anne Fishel, quien también es autora del libro 'Home for Dinner' (En casa para la cena).

Se comparte más que la comida durante una cena familiar.
Se comparte más que la comida durante una cena familiar.
Imagen iStock

En mi oficio de terapeuta familiar, no son pocas las ocasiones en que quisiera aconsejar a las familias que vayan a compartir una cena, en vez de pasar una hora en mi consulta. 20 años de investigación en Norteamérica, Europa y Australia apoyan mi entusiasmo por las cenas familiares. Todo apunta a que sentarse a disfrutar de una comida al final del día es benéfico para el cerebro, el cuerpo y el espíritu. Y no hace falta que sea una cena gourmet que tarde más de tres horas en prepararse, ni que esté elaborada a partir de rúcula orgánica y chirivías ancestrales.

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Alimento para el cerebro

En primer lugar, ciertas investigaciones revelan que las charlas familiares a la hora de la cena expanden el vocabulario de los niños pequeños mucho más que la lectura en voz alta. Los especialistas contaron el número de palabras infrecuentes -fuera de una lista de 3,000 palabras de uso común- usadas por las familias a la hora de la cena, y determinaron que allí los niños aprenden hasta 1,000 palabras distintas, mucho más que las 143 aprendidas en promedio a través de la lectura de libros de cuentos. Y aquellos que tengan un vocabulario más extenso, leen antes y con más facilidad.

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Los chicos más grandes también se benefician de estas charlas durante la cena. Para aquellos en edad escolar, la hora de comer puede convertirse en un potente motivador de logros académicos, mucho más incluso que el tiempo invertido en la escuela, haciendo la tarea, haciendo deportes o incluso actividades artísticas.

Otros estudios acusaron una sólida relación entre la frecuencia de las cenas familiares y el desempeño académico de los adolescentes. Aquellos que cenaban con su familia de cinco a siete veces a la semana tuvieron el doble de probabilidades de obtener altas calificaciones, en comparación con quienes apenas lo hacían con una frecuencia de dos o menos veces.

Le hace bien al cuerpo

Los niños que cenan en familia regularmente consumen más frutas, vegetales, vitaminas y micronutrientes, y menos frituras y bebidas azucaradas, beneficios nutricionales que resultan provechosos incluso en la vida adulta: los adolescentes que cenan frecuentemente con sus familias, serán adultos mucho menos propensos a la obesidad y comerán mucho más saludablemente a la hora de independizarse.

No solo se trata de la presencia de alimentos saludables en la mesa familiar: la atmósfera de la cena también es muy importante.
No solo se trata de la presencia de alimentos saludables en la mesa familiar: la atmósfera de la cena también es muy importante.
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Otras investigaciones hallaron evidencia que vincula la regularidad de las cenas familiares con la disminución de síntomas médicos como el asma. Esto responde a dos factores distintos que provee una cena familiar recurrente: niveles más bajos de ansiedad en los niños y el chance de que los padres presten atención a las condiciones médicas de su familia.

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Claro que no se trata únicamente de la presencia de alimentos saludables en la mesa familiar. La atmósfera de la cena también es muy importante. Para inspirar a su chicos una buena alimentación, los padres deberían mostrarse cálidos y cercanos, más que controladores y restrictivos.

Pero nada de ello ocurre si la TV está encendida durante la cena. Según estudios, los niños de kindergarten que miran televisión durante la cena tienen más probabilidades de desarrollar sobrepeso cuando alcancen el tercer grado. Esta relación existente entre el sobrepeso infantil y las cenas frente al televisor también fue reportada en Suecia, Finlandia y Portugal.

Las cenas familiares nutren el cuerpo y mucho más.
Las cenas familiares nutren el cuerpo y mucho más.
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Alimento para el alma

Adicionalmente, diversos estudios vinculan las cenas familiares frecuentes con la disminución de numerosas conductas adolescentes de alto riesgo que preocupan a cualquier padre: fumar, beber en exceso, consumir marihuana, comportamientos violentos, problemas escolares, desórdenes alimenticios y actividad sexual prematura. En una investigación con más de 5,000 adolescentes de Minnesota, se concluyó que las cenas familiares conducían a niveles menores de depresión y pensamientos suicidas. Otro trabajo reciente demostró que chicos víctima de cyberbulling lograban recuperarse mucho más aprisa si contaban con cenas familiares recurrentes. Estos espacios resultaron ser agentes preventivos de conductas adolescentes de alto riesgo mucho más poderosos que la asistencia a la Iglesia o las buenas calificaciones escolares.

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De hecho, se asocia la frecuencia de las cenas familiares con la buena conducta, no sólo con la ausencia de hábitos riesgosos. Un estudio en Nueva Zelanda asoció fuertemente el hábito de las cenas familiares con estados anímicos más positivos en los adolescentes. Semejantemente, otras investigaciones demostraron que los adolescentes que cenan frecuentemente con su familia poseen una perspectiva de futuro mucho más entusiasta, comparada con aquellos que no comparten con sus familiares cercanos.

¿Por qué cenar es tan significativo?

En la mayoría de los países industrializados, las familias no cosechan juntas, ni tocan juntas instrumentos musicales ni bordan colchas en el porche de sus casas. Así que la cena se ha convertido en el espacio ideal para conectar entre sí y averiguar cómo le va a cada uno. En una encuesta, se le preguntó a un número de adolescentes norteamericanos cuál sería el instante más propicio para conversar con sus padres: la cena se impuso como la primera opción arrojada. Los niños que cenan con sus padres presentan menores niveles de estrés y suelen relacionarse mejor con ellos. Esta conexión diaria durante la comida equivale a un cinturón de seguridad para conducir mejor a través de la infancia y la adolescencia, con todos los peligros que la acompañan.

Desde luego, el poder verdadero de las cenas familiares reside en su calidad interpersonal. Si los miembros de la familia comen en absoluto silencio, se gritan el uno al otro o dedican la velada a regañar y castigar a los niños, no se lograrán los mismos resultados positivos. Compartir un pollo asado no transformará mágicamente las relaciones familiares. Sin embargo, la cena puede ser la mejor oportunidad diaria para que padres e hijos compartan una experiencia positiva -una comida deliciosa, un chiste, una historia- y esos pequeños instantes puedan forjar conexiones mucho más fuertes entre ambos cuando se encuentren alejados de la mesa.

*Anne Fishel es autora del libro Home for Dinner y profesora clínica asociada de psicología en Harvard Medical School.

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