En poco más de un año, los demócratas han conquistado la gobernación, la legislatura y diversos gobiernos locales de Virginia por primera vez en una generación. Una consecuencia de esas conquistas es que han hecho propuestas para frenar la violencia de las armas de fuego que en ese estado ha causado matanzas como la de la Universidad de Virginia Tech en 2007, cuando murieron 33 personas, y la de Virginia Beach que dejó 12 muertos el año pasado.
Virginia necesita aplacar la violencia de las armas
"Fue verdaderamente patético el espectáculo de centenares de personas que, blandiendo armas y vistiendo uniformes paramilitares, se congregaron cerca del Capitolio de Richmond, la capital de Virginia, para demostrar un amor por sus pistolas y rifles de asalto que supera al que sienten por la vida humana".


Este es el trasfondo político de la imprudente convocatoria que hicieron los republicanos a una manifestación a favor de las armas nada menos que en el día en que el país recordaba a Martin Luther King.
No es de extrañar entonces que respondieran al llamado no solo personas que honestamente defienden lo que consideran el derecho constitucional a portar armas sino también toda suerte de neonazis, racistas y xenófobos que suelen estar entre los defensores radicales del armamentismo en este país.
Fue verdaderamente patético el espectáculo de centenares de personas que, blandiendo armas y vistiendo uniformes paramilitares, se congregaron cerca del Capitolio de Richmond, la capital de Virginia, para demostrar un amor por sus pistolas y rifles de asalto que supera al que sienten por la vida humana. La escena nos recordó lo cerca que estamos de la barbarie en Estados Unidos, para no decir lo mucho que en ella nos hemos hundido.
Los republicanos agitaron en Virginia la pasión por las armas porque se han quedado sin causas nobles y constructivas que movilicen a amplios sectores de la población de ese estado. Sus rivales demócratas han ido ganando terreno allí, haciendo hincapié en que decenas de miles de virginianos han perdido sus coberturas de seguro médico, han visto ampliarse la desigualdad económica, han sido divididos por la retórica del “nosotros contra ellos” y se han quedado indefensos ante la violencia de las armas.
Para remediar este último problema, los demócratas promueven medidas por lo general moderadas tales como limitar la compra de armas a una mensual, prohibir la venta de silenciadores y armas de asalto al estilo de las que usan los militares, permitir que los municipios prohíban la venta de armamentos en exhibiciones públicas en las que no se revisan los antecedentes de los compradores y autorizar la confiscación de armas a personas cuyos familiares y médicos consideren peligrosas para sí mismas o para otros.
Como era de esperarse, la Asociación Nacional del Rifle puso el grito en el cielo e histéricamente denunció estas propuestas como un intento de violar las protecciones de la Segunda Enmienda a la Constitución. Y el presidente Trump avivó las llamas del fanatismo pro armamentista tuiteando, con característica temeridad: “Tu Segunda Enmienda está bajo muy serio ataque en el estado de Virginia”.
Pero eso es ostensiblemente falso. Ninguna de las propuestas que pudieran convertirse en ley en Virginia pondría en peligro el derecho de los ciudadanos a comprar, tener o usar armas de fuego de forma responsable. Y las encuestas de opinión realizadas en el estado demuestran que la mayoría de esas propuestas gozan de respaldo popular.
Por ejemplo, un sondeo reciente de la Virginia Commonwealth University revela que ocho de cada 10 virginianos favorecen mejorar el examen de antecedentes de los compradores y restringir el uso de armas a personas con problemas mentales; y 56 por ciento quisiera que se prohibiera la venta de municiones de alto calibre como las que usan los asesinos en masa.
No obstante, no podemos obviar el hecho de que Virginia vive aún el trauma de haber sido un estado prominente en la fallida rebelión de los sureños esclavistas que desencadenó la guerra civil. Por absurdo que parezca, cierto número de sus residentes y vecinos de otros estados del sur no se resignan a haber perdido esa guerra y, a su modo delirante, la reeditan cada vez que pueden.
Grupos racistas descendieron sobre Richmond durante el fin de semana portando precisamente el mensaje alucinante de una nueva guerra civil. No es coincidencia que, entre los numerosos defensores de las armas que se manifestaron, no se apreciaba ni un solo hombre o mujer negros. Las autoridades arrestaron a varios racistas y les acusaron de violar las actuales leyes sobre tenencia de armas en el estado. Y declararon una emergencia que ayudó a prevenir confrontaciones violentas.
Virginia ha sufrido terriblemente debido a la violencia armamentista. En 2018, el último año formalmente estudiado 1,035 virginianos murieron a balazos, dos tercios de ellos por suicidio. La tasa de heridos de bala aumentó más de 19 por ciento. Por eso, en lugar de agitar pasiones, las autoridades de Virginia, civiles y policíacas, demócratas y republicanas, tienen la obligación fundamental de aplacarlas, de promover un debate amplio, informado y sereno sobre la plaga de la violencia y de buscarle remedio blando.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







