“Trump nos trata como animales”: las redadas truncan el futuro de los hispanos en Estados Unidos
MORTON-CANTON, Mississippi.- Migdalia* no dormía, no comía, le dolía el cuerpo. “No sé qué me pasa”, le decía a los hijos. Calcula que sus dolores comenzaron a finales de junio, después de que el presidente Donald Trump anunció redadas masivas de inmigración en todo el país. El día que ICE allanó finalmente su trabajo, le dolían mucho los pies: “Ya cuando me agarraron no me dolía nada. Presentía, eso era lo que me pasaba”, dice Migdalia, con un grillete electrónico que le titila en el tobillo.
Migdalia llevaba 14 años cortando pechugas y halando tripas en la planta procesadora de pollos de Koch Foods Inc. en Morton, Mississippi y de allí se la llevaron arrestada el 7 agosto. Ese día ICE tomó por asalto siete sedes de cinco compañías polleras en distintos pueblos del estado y se llevó consigo a 687 trabajadores, casi la totalidad de ellos eran hispanos indocumentados. Es la mayor redada de migración realizada en la historia en un solo estado.
Un mes más tarde, unas 300 personas arrestadas en esa primera redada masiva de Trump siguen detenidas en dos centros de ICE en Louisiana. La mayoría no ha tenido aún la oportunidad defenderse frente a un juez de migración, pues las autoridades no han dispuesto de suficientes, a pesar de haber preparado la operación durante un año. Unos 90 migrantes han sido imputados en cortes criminales por el delito de usurpación de identidad. Cuando compara su historia con la de ellos, Migdalia se siente afortunada.
A ella la soltaron la misma noche de la redada con el grillete y sin permiso para trabajar legalmente. Le dieron una cita ante una corte de migración para febrero que podría acabar en su deportación a Guatemala, el país donde nació hace 38 años y al que no ha vuelto desde hace 20.
“Mucho tiempo llevo aquí. Aquí nacieron mis hijos y los he sacado adelante. Pero desgraciadamente entró la migración y ahorita no sé qué voy a hacer. El futuro ha cambiado, ahora me di cuenta”.
Sus dos hijos estadounidenses acusaron el cambio inmediato. La mayor, que tiene 14 y va al high school, le dijo que iba a dejar las clases para trabajar y pagar las cuentas ahora que ella no puede. Y el menor, que tiene 9 años y acaba de entrar a la banda del colegio, dice que va renunciar y devolver la trompeta que le prestaron para no exponerse a salir de casa cada vez que haya ensayos.
De nada lloran, dice Migdalia, y no quieren que salga sola ni a la tienda: “Les digo que no lloren, que no viene nadie por mí. No quiero que pierdan la escuela. Yo no tengo papeles pero ellos son ciudadanos, no quiero que se echen a perder igual que yo, trabajando en esas plantas (de pollo). Y ya les dije: ‘Si algo pasa, tienen que estar juntos. Si me mandan a mi país, ustedes tienen que llegar allá los tres o tienen que venir conmigo’, porque yo no me quiero separar de mis hijos”.
¿En qué momento se le echó a perder la vida a Migdalia? No fue en uno sino en varios: nació en Quetzaltenango en una familia pobre de nueve hermanas y a los 18 años caminó 12 días sola para cruzar la frontera sur de Estados Unidos; llegó primero a Alabama y allí conoció al padre de sus hijos, que la dejó, embarazada de cuatro meses, por una de sus hermanas menores; luego se fue a Mississippi a buscar trabajo en las polleras con documentos que compró en el mercado negro.
“Ni sabía en este país que necesitaba papel. Conseguí un papel que no es mío y ahí trabajé. Apliqué en la mañana y entré a trabajar en la tarde”, recuerda Migdalia. Todos lo hacían, todos sabían, porque esa mano de obra de indocumentada es la que desde hace décadas opera las polleras del estado.
Los primeros hispanos que llegaron a Mississippi en la década de 1960 fueron traídos directamente por las polleras desde México y Guatemala para trabajar en sus plantas. Al principio la mayoría eran mexicanos que se fueron moviendo a mejores trabajos en Jackson, la capital. En los últimos 15 años años han estado llegando más guatemaltecos, sobre todo de los departamentos de San Marcos y Huehuetenango, fronterizos con México.
Es una comunidad establecida desde hace cuatro generaciones, con familias de estatus legal mixto que corren el riesgo de ser separadas por las deportaciones y el miedo entre ellos se ha venido cocinando semanas antes de que ocurrieran las redadas.
“El Trump es bien racista con la gente, ¿él qué haría si le quitan a su familia, qué haría él? Nos trata como animales aquí en este país, no le tiene lástima a nadie”, dice Migdalia.
A finales de junio, cuando Trump comenzó a hablar de redadas masivas de inmigración, las calles, los parques y las iglesias de Morton, donde vive Migdalia, se vaciaron de hispanos que temían ser detenidos. Y ahora que Migración ya estuvo en el pueblo, ese temor se multiplicó entre toda la comunidad.
Elena* también lo siente como si los agentes de Migración la hubiesen esposado a ella o algunos de sus familiares cercanos. “Desde que pasó la redada vivo con miedo de que puedan venir aquí o que a mi esposo lo puedan agarrar. Tengo 18 años viviendo en Mississippi y es la primera vez que veo lo que está pasando. Yo sentía que este era uno de los pueblos más seguros y este es un estado donde no se veía esto”, dice Elena, que es nicaragüense y tiene una tienda de abarrotes en Morton.
El Centro Pew estima que Mississippi viven unos 20,000 inmigrantes indocumentados, que en 2016 eran el 0.7% de la población total del estado y el 35% del universo de migrantes. El 21% de los adultos indocumentados han estado en el país por cinco años o más, y sus hijos representan el 1.8% de los estudiantes de primaria y secundaria de las escuelas públicas del estado. El Pew no cuenta hasta ahora con registros suficientes para estimar si este grupo ha crecido o disminuido en los últimos cinco años, pero sabe que en estados vecinos como Louisiana la presencia de indocumentados sí ha crecido.
“Esa gente tiene miedo de hablar, de salir, no quieren que los vean. Yo me estoy arriesgando al hablar porque quiero que nos oigan, que se den cuenta de que todos estamos pasando por una dificultad bien grande. Mucha gente puede pensar que ahorita eso se calma y no es cierto. Mucha gente está detenida y no se sabe si van a salir de esto o las van a regresar a su país”, dice Elena. “Así como están las cosas, es muy incierto el futuro para nosotros los hispanos”.
(*: nombre ficticio para proteger su identidad).