HOUSTON, Texas.- El número de casos de tifus en Texas escaló abruptamente en los últimos dos años, según reportes del Departamento de Servicios de Salud del Estado. Pasó de 364 casos en 2016 a 519 en 2017, siendo este el último año completo reportado.
Gatos y zarigüeyas: los nuevos responsables del incremento de los casos de tifus en Texas
Las autoridades sanitarias explicaron que las pulgas en las ratas eran el principal vector de contagio, pero que ahora ha cambiado. Los síntomas iniciales son fiebre, náuseas y dolores corporales. Si no se trata, la infección puede durar varios meses.

Y aunque este incremento de 30% es uno de los mayores de los últimos años, la tendencia creciente se ha mantenido desde 2008, según explicó a Univision Noticias Chris Van Deusen, director de medios del Departamento.
Van Deusen asegura que el tifus es transmitido por pulgas infectadas con la bacteria Rickettsia typhi que se encuentran principalmente en las ratas, pero que con los programas de control de este tipo de roedores habían disminuido el número de casos. "La enfermedad ahora está expandiéndose por pulgas de gatos, que están más diseminadas (...) y que se alimentan de una amplia variedad de animales. Los zarigüeyas y los gatos callejeros son ahora una parte importante del ciclo de transmisión", dijo.
El mayor número de reportes para 2017 se registraron en los condados en los que se encuentran McAllen (99 casos), Corpus Christie (72), Houston (71) y San Antonio (59).
El Departamento de Servicio de Salud recomienda a los texanos no dejar la comida de sus mascotas fuera de la casa, para evitar atraer a roedores y animales que puedan estar infectados con estas pulgas.
Entre los síntomas iniciales de la enfermedad están dolores de cabeza y corporales, fiebre y náuseas. Entre cinco y seis días después de esos primeros signos, suele aparecer una erupción en el tronco que se entiende a los brazos y piernas. De no tratarse a tiempo, la enfermedad puede durar meses.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) explican que muchas personas pueden curarse sin tratamiento, pero que cuando se toma esa decisión se corre el riesgo de que se pueda causar daño en uno o más órganos, incluyendo el hígado, los riñones, el corazón, los pulmones y el cerebro.
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