El primer debate presidencial ha sido muy intenso y clarificador. Datos ( verdades y mentiras), opiniones, promesas y acusaciones. Pero más allá de las palabras y sus interpretaciones (y verificaciones), la comunicación no verbal y gestual de los candidatos ha sido muy expresiva. Hoy han ganado, también, los gestos, tan elocuentes en política, tan determinantes.
Profesional, empática e irónica: gana la inteligencia emocional de Clinton
Un experto en comunicación política analiza el primer debate presidencial: la candidata demócrata marcó su fuerte personalidad y autoridad desde el saludo inicial.
Desde el minuto uno, Clinton ha mostrado profesionalidad y empatía con la audiencia: la primera en saludar a su oponente (cruzando más rápido el escenario, con el brazo más enérgico), al moderador y al público.
El uso del vestuario ha contribuido a marcar una fuerte personalidad y autoridad de la senadora. Clinton se ha atrevido con un rojo intenso (intercambiando los colores partidarios con Trump). Ha destacado sobre el fondo azul con frases como "Life, Liberty and the Pursuit of Happiness", que son parte de La Declaración de Independencia. Clinton, sin la insignia de la bandera estadounidense (gran decisión de seguridad, sin concesiones al patriotismo) ha mostrado con su temperamento, y con su 'aspecto', que tiene 'la vitalidad' necesaria para ser Comandante en Jefe.
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En el primer bloque, vimos a un Trump arrollador, dejando caer muchas preguntas sin respuesta de Clinton. Interrumpiendo y llevando la iniciativa. No ha sido hasta el segundo bloque, el de los impuestos y sobre la política fiscal, que la candidata ha reaccionado.
Primero no dejándose arrastrar al lodo, dejando espacio a sus argumentos, recuperando el tono en cada respuesta frente a las provocaciones, insinuaciones o acusaciones. Y luego con una sorna y un sutil sentido del humor que ha ridiculizado, sin humillar, a su oponente. Su ironía verbal y gestual (cuando se ha movido divertida, como si tuviera cosquillas o temblara de sí misma) ha sido lo mejor de la noche, sin dudas.
Clinton ha ganado con mejor, más sutil y profunda inteligencia emocional. Ha conquistado la audiencia de la sala, de Internet y, quizá, de los espectadores. El momento final, fuera del debate, con los Clinton saludando al público (como ganadores) y Trump al fondo del escenario, protegido y arropado por sus familiares, mirando la escena y con semblante serio, ha sido tan elocuente como revelador.
Clinton ha gestionado bien la seriedad y la sonrisa. Dos armas: la verdad y el humor irónico. Parece que ha encontrado el antídoto. Veremos los próximos debates. Las elecciones siguen abiertas, pero el debate de hoy se ha cerrado con una clara victoria: las formas son fondo, una vez más. Y Trump ha perdido con las suyas, y Clinton ha recuperado las que no sabíamos que tenía.
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