Hay decenas de estados olvidados por los candidatos en cada elección presidencial, pero Maine y Nebraska cambiaron las reglas y se han convertido en atractivos lugares para hacer campaña.
Por qué Maine y Nebraska son visitas obligadas para Trump y Clinton
No son estados indecisos pero gracias a un cambio de reglas electorales ambos consiguieron situarse en el mapa de campaña que cada cuatro años visitan los candidatos presidenciales.


En medio de paradas a los más frecuentados campos de batalla (una docena de estados considerados indecisos), ambos enclaves fueron escenario de eventos políticos esta semana. El republicano Donald Trump visitó el jueves Portland, en el estado demócrata de Maine mientras que su rival Hillary Clinton hizo lo propio en Omaha, en el republicano Nebraska.
Así, cada uno gastó tiempo y recursos haciendo campaña en sitios en donde aparentemente tienen pocas probabilidades de ganar el voto popular. Pero, ¿a qué se debe esto?
Nebraska desde 1996 y Maine desde 1972 son dos excepciones al sistema de reparto de votos electorales mayoritario. Ambos recurren a un modo de distribución por distrito, lo cual le da una representatividad más cercana al verdadero voto popular.
Maine tiene cuatro votos electorales. Otorga dos de estos al ganador del voto popular en el estado y los otros dos al ganador del voto popular en cada uno de los dos distritos del estado.
La favorita en este estado azul, color con el que se identifica a los demócratas, es Clinton. Pero Trump tiene posibilidades de ganar el distrito número 2, que tiene un carácter más rural que podría inclinarse hacia su lado.
Aunque se trate de un solo voto electoral de un total de 270 necesarios para ganar la presidencia, si la contienda fuera reñida podría hacer la diferencia.
De la misma manera, Nebraska tiene 5 votos electorales, 2 para el ganador en el estado y 3 repartidos entre los ganadores de sus 3 distritos.
Barack Obama tuvo suerte en este estado en el 2008. Aunque el republicano John McCain ganó con una ventaja de 15%, el candidato demócrata se ganó un voto electoral precisamente en el distrito de Omaha, lugar en el que Clinton está haciendo campaña.
Además, este año la demócrata tiene la ventaja de que uno de los dos senadores del estado, el republicano Ben Sasse, es uno de los miembros más activos del movimiento Nunca Trump.

Sistema de votación mayoritario
Estados Unidos tiene un sistema de distribución de votos electorales mayoritario que atribuye todos los votos de un mismo estado al candidato que obtiene la mayoría de votos populares, aunque su ventaja en el voto popular sea de solo un voto.
De este modo, quien obtiene más de 270 votos electorales (de los 538 totales) gana la Casa Blanca.
Pero el sistema es objeto de críticas ya que margina a la gran mayoría de estados, en los que el resultado es conocido de antemano y los votantes tienen poco incentivo para participar. Por ejemplo, a menos que ocurra algo extraordinario, California acabará en manos de Clinton y Texas en las de Trump.
“El sistema del ganador se lleva todo mata a la competencia”, denuncia Drew Spencer, director de asuntos legales de Voto Justo (Fair Vote), un organismo que impulsa un sistema de votación más equitativo a nivel nacional.
“En 40 de los 50 estados, uno sabe qué candidato va a ganar”, agrega este experto desde su despacho en las afueras de Washington.
Planes más ambiciosos
A pesar de todo, Spencer no recomienda el sistema de Maine o Nebraska para todos los estados. Según este experto, en muchos estados no haría ninguna diferencia.
De hecho a pesar de que en Maine exista este sistema de votación particular desde 1972, hasta la fecha los votos electorales nunca se han dividido entre más de un partido.
Eso sí, el sistema al menos hace que ambos candidatos presidenciales se fijen en ellos.
Pero la campaña Fair Vote quiere ir más allá y aboga en Maine por un sistema de votación donde uno elige los candidatos en orden de preferencia. Esto daría una mayor voz a partidos pequeños como el Partido Verde que lidera Jill Stein.
La opción de este sistema aparecerá en la papeleta de votación de los votantes de ese estado en noviembre.
En una elección con el porcentaje más grande de votantes insatisfechos en los últimos 20 años, según el Centro de Investigación Pew, otro sistema de votación podría haber evitado que uno vote por el menos malo, por miedo a que sea elegido el peor.
Pero en palabras de Spencer, “para que haya una verdadera competencia en los 50 estados tiene que haber un sistema de votación popular nacional” que prime por encima de los estados.
Este sistema nacional es más difícil de implementar. Para que se haga efectivo, tendría que ser aprobado por estados que suman 270 votos electorales. Pero ya existe una propuesta de ley con un 60% del respaldo necesario.
Considerado más democrático por organizaciones de derechos civiles, evitaría que algunos estados sean vistos como menos importantes que otros. El ganador simplemente sería el que más votos recoge.
Como dicen algunos activistas: “si no te gustan los resultados, ¡cambia las reglas!”
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