Con una fiesta en la cuadra, la Unión de Inquilinos del barrio neoyorquino de Ridgewood, Queens, celebró el 23 de septiembre el primer cumpleaños de su nevera comunitaria. El proyecto responde a uno de sus lemas: La justicia alimentaria es justicia racial.
Una nevera comunitaria alimenta la lucha contra la gentrificación en un barrio de Queens
Además de un dispensador de alimentos, la nevera ha sido durante el último año un punto de encuentro para que más vecinos de Ridgewood se sumen a la lucha para resistir la amenaza de desplazamiento que pesa sobre el barrio por cuenta de la gentrificación.


Hace un año, la Unión de Inquilinos de Ridgewood instaló una nevera en la esquina donde la avenida Seneca se cruza con la calle Weirfield. El objetivo fue proveer una fuente gratuita de comida saludable para los vecinos. La idea se le ocurrió a Bonnie Gil, Cuando se la propuso a Raquel Namuche, la fundadora de la unión de vecinos, su respuesta fue: “Yo estaba pensando lo mismo”. De esa conexión nació esta nevera que como todo el alimento que contiene, llegó a sus manos también a través de una donación.
Durante 12 meses la nevera ha sido además de un dispensador de alimentos, un punto de encuentro para que más vecinos de Ridgewood se enteren del sindicato y se sumen a la lucha para resistir la amenaza de desplazamiento que pesa sobre el barrio por cuenta de la gentrificación. En Nueva York, aproximadamente uno de cada cinco vecindarios en el área metropolitana está experimentando gentrificación o desplazamiento, según el mapa del Proyecto de Desplazamiento Urbano.
A cargo de la nevera están, entre otras, Astrid Terrazas y Jane Tuss. Astrid cuenta que a partir de la pandemia las dificultades para comprar comida o pagar la renta se intensificaron para muchas personas en Ridgewood, sobre todo para los inmigrantes indocumentados que se quedaron sin trabajo y no pueden acceder a las ayudas del gobierno. A juicio de Terrazas, la nevera comunitaria no se trata de caridad, sino de ayuda mutua, especialmente para los que viven en riesgo de desalojo, ya sea porque no pueden pagar la renta o por la presión de los dueños de los edificios que quieren renovarlos o venderlos, para luego ofrecer los apartamentos mucho más caros.

Según un reciente artículo de la revista New York, el arriendo por un apartamento renovado en el barrio puede costar entre $3,400 y $3,600, más del doble de lo que costaba en 2016. De acuerdo con la publicación, el desarrollador inmobiliario Kermit Westergaard ha comprado11 edificios en el barrio. “Yo que solo he vivido aquí cuatro años tengo que luchar junto a los que han vivido aquí toda su vida para lograr que no los corran a ellos y que no me corran a mí, cuenta Terrazas.
En Ridgewood, poco más de un tercio de los habitantes son hispanos, frente a un 60% de personas de color blanco. Según un análisis del Centro Furman, para 2019, en el área de Ridgewood y Maspeth el 23.8% de los hogares que pagaban renta vivían al borde de incumplir con los pagos mensuales.
Por su parte, Maritza Pacheco, residente de Ridgewood hace más de 20 años, lamenta que muchos de sus vecinos dejaran sus casas por desconocer sus derechos o porque al ser indocumentados, sienten miedo de reclamarlos. Cuenta que recientemente se enfrentó al landlord de su vecina, que cada día venía a pedirle a gritos que le pague lo que le debe y desaloje el apartamento. “Mi vecina no habla inglés y se paraliza del susto cada vez que llega este hombre. Le dije que él no tenía ningún derecho a desalojarla, que existe una moratoria a los desalojos que ampara a mi amiga. Todas estas cosas las he aprendido en las reuniones de la Ridgewood Tenants Union”.
Maritza celebra que exista la nevera comunitaria porque ha promovido que se corra la voz no solo de que hay un lugar para tomar algo de alimento para quienes lo necesitan, sino para que también se sientan menos solos ante los hostigamientos de los dueños de sus casas. Se estima que desde que inició la pandemia, el número de neoyorquinos que se quedan sin comida llegó a dos millones y que al menos en 500,000 hogares no han podido pagar la renta.
"La comida tiene el poder para unir a la gente", comenta ya al final de la tarde Bonnie Gil, mientras una señora que lleva de la mano a dos niños saca de la nevera unos huevos y un paquete de arepas. “¡Y de la unión nace la fuerza! En 2019, fuimos como David que venció a Goliath. Recogimos firmas e impedimos que la compañía Avery Halls Investments construyera una torre lujosa de 24 pisos que tenía planeada en Gates Avenue sobre el Food Bazaar. Esa es la diferencia que podemos hacer si entendemos que no estamos solos”, reflexiona Bonnie Gil.
La misión de la Ridgewood Tenants Union, concluye Gil, “es ayudar a quienes lo necesiten y al mismo tiempo darles herramientas para que se conviertan en líderes para que ellos también ayuden a otras personas a involucrarse”.
Juan de Dios Sánchez Jurado es periodista y estudiante del programa bilingüe de periodismo del City University of New York (CUNY).
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