Hace unos meses, me reuní con unas amigas de la escuela primaria y secundaria, Lila y Laura. Vinieron cada una con sus hijos, los que conocieron a las mías. Quiero destacar que las conozco desde que tengo ocho años, y hoy ya voy por los 45. Oficié de parrillera, y debo admitir que el asado me salió bastante bien y nuestros hijos disfrutaron de un día muy divertido jugando en la piscina, mientras nosotras recordamos viejas anécdotas y nos pusimos al día con los detalles de nuestra actual vida.
Enseñarles a los niños el valor de la amistad

Cuando mis amigas se fueron, Micol -mi hija más pequeña- ya estaba deseando un nuevo encuentro con las hijas de mis amigas, lo que me dió el pie para conversar con ella de la importancia de la amistad, resaltándole que yo conocía a mis amigas desde que tenía la misma edad que ella y aún lo seguíamos siendo. Me miró, como miran los niños cuando los padres les decimos que nosotros también fuimos chicos, una mirada entre incrédula y pícara, y me dijo que ella también iba a ser siempre amiga de Jazmín, su amiga preferida.
Hoy EntrePadres rinde homenaje a la amistad, y te brinda algunos consejos para que puedas enseñarles a los niños el valor de la amistad.
Elegir los amigos
Es bueno que nuestros pequeños sepan que no se puede ser amigo de todo el mundo y que tampoco le caerán bien a todos, pero lo que sí deben es tratar a todos los otros niños con respeto. Nadie está obligado a ser amigo de alguien con el que no se siente cómodo, pero eso no significa que lo tratemos con desdén o malicia.
Recuerda la importancia de transmitirle a tu hijo, que "etiquetar" a las personas no es bueno. Una persona no es mala, sino que puede tener un mal comportamiento o un mal gesto.
¿Qué sería de la amistad sin el maravilloso poder del perdón? No somos perfectos, tenemos nuestros días buenos y malos; tenemos nuestros momentos de brillantez absoluta y otros momentos de una perfecta mezquindad; somos refugio seguro para el amigo en el momento indicado, y en otros momentos, pecamos de indiferentes sin darnos cuenta.
Sin embargo, siempre la verdadera amistad brinda la posibilidad de la reinvindicación; siempre es una mano abierta, nunca se transforma en puño cerrado; siempre es un manantial inagotable de consideración y entendimiento. Por eso, es que sobrevive a lo largo del tiempo, aunque nosotros cambiemos y cambien nuestras vidas.
Por eso es que Lila y yo seguimos siendo amigas, aunque yo ya no use trencitas, ni ella una colita en el pelo; aunque nuestras vidas hayan tomado rumbos distintos en algunos momentos, pero sabiendo que siempre existía una esquina para el encuentro; aunque hoy nuestras charlas sean interrumpidas por las vocecitas de nuestras hijas.
Y tal vez, porque cuando nos juntamos, por unos momentos, yo vuelvo a ser "ole, cachole", como me decían cuando cursaba tercer grado de la primaria, y ella, vuelva a ser Lili.
Ansío que mis hijas cultiven la amistad, que tengan la fortuna de encontrar amigas como las mías, esas que son de fierro, Lila, Laura, Susana, Moni, Marina, esas que si se van son irremplazables, por eso, yo por las dudas, las aseguro bajo siete candados, guardando las llaves en lo más profundo de mi corazón.
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