Kaeli Deane, directora de Ventas de Arte Latinoamericano de la casa de subastas Phillips, observaba el lienzo esperando a que los trazos de pintura cobraran vida y le revelasen la respuesta. Había algo en aquellos rizos dorados y ese flequillo rubio. La mirada, construida con apenas un punto y dos líneas, parecía luchar por contar un secreto que había permanecido oculto durante casi un siglo. ¿Quién era la mujer del retrato?
A subasta un cuadro de Diego Rivera que escondía un secreto y un affaire
Un cuadro de Diego Rivera pintado hace 100 años y apenas exhibido al público será subastado en Nueva York. La venta va acompañada de un descubrimiento: la mujer retratada no es la primera esposa de Rivera, como se creía hasta ahora, sino una de sus amantes.


Según la creencia, la protagonista del cuadro era Angelina Beloff, la primera esposa de Diego Rivera. El artista mexicano la había conocido durante su viaje por Europa y la cronología coincidía. Pero a Deane, un pequeño detalle no le encajaba: Beloff tenía el cabello oscuro, y la mujer del retrato lucía un luminoso tono rubio. El mismo que el de Marevna, una de las amantes de Rivera.

Este cuadro, retitulado ahora Retrato de Marevna, es la estrella de la próxima subasta de arte que celebrará Phillips el 22 de noviembre en Nueva York. Se trata de una valiosa pintura abstracta de 1916 que Rivera realizó durante su estancia en París y que representa un pilar del cubismo sintético en la obra del artista mexicano. Por primera vez, además, el cuadro será presentado con su verdadera identidad.
La obra ha sido valorada en alrededor de 1,2 millones de dólares, una cifra elevada a causa del carácter único del retrato y su procedencia. El cuadro proviene de la colección privada de Eugene S. y Natalie R. Jones, una pareja de periodistas que atesoraron el lienzo durante 40 años tras haberlo comprado a Alice Warner Garrett, una estadounidense que adquirió el cuadro directamente de las manos del artista en 1916.
"Es muy raro que un cuadro como este entre en el mercado", cuenta Kaeli Deane a Univisión Trends. "Nunca ha estado en una colección mexicana porque lo pintó cuando estaba en París, lo compró una estadounidense y fue vendido a otro coleccionista estadounidense. Es algo muy interesante".
Algunos artistas mexicanos, entre ellos Diego Rivera, están protegidos por la ley de patrimonio nacional. Esto significa que cualquiera de sus obras que estuviera en México después de 1972 no se puede vender a un comprador extranjero. Pero este retrato, "al estar legalmente fuera de México, se puede vender a cualquier coleccionista o cualquier museo en cualquier parte del mundo", explica Deane.
Las líneas de la composición siguen las características del cubismo sintético que exploraron artistas como Pablo Picasso, Georges Braque o Juan Gris, con quien Rivera mantuvo amistad en París. Se pueden apreciar las diferentes texturas y las formas reducidas a bloques geométricos y superficies planas, a lo que se añade un toque personal: "esos colores brillantes, el rojo y el amarillo, eran algo muy inusual en el cubismo", señala Deane, "Rivera decía que eran sus recuerdos del hogar. Quiso incluir México de alguna manera en sus experiencias en París".
El retrato de un affaire
Al cumplir los 21 años, Diego Rivera decidió empacar sus pinceles y emprendió un viaje por Europa en 1907 para perfeccionar su estilo pictórico. Desembarcó en España, donde estudió gracias al apoyo del gobierno mexicano, y después se dirigió a París, centro de la escena artística del momento. Allí entabló amistad con las figuras clave del cubismo y el fauvismo, y su pintura comenzó a mostrar los rasgos abstractos que predominaban en la época. El cubismo marcó sus lienzos entre 1912 y 1917, un estilo que dejó atrás –sin olvidarlo del todo– cuando inauguró el movimiento muralista de vuelta en México.
Fue en París donde vivió su matrimonio con Angelina Beloff, una aclamada artista de origen ruso que también formó parte del círculo de los cubistas. Pasaron juntos 12 años y tuvieron un hijo, Dieguito, quien murió de una enfermedad al poco de nacer.
Durante esa misma época, Rivera mantuvo una relación con otra pintora, Maria Vorobieff-Stebelska, conocida como 'Marevna' y con quien tuvo una hija. Este affaire era un secreto a voces en los cafés parisinos. "Socialmente, Diego era una persona gregaria. Tenía esposa, pero se sabía que tenía amantes, y había gente que no lo apreciaba por su fuerte carácter y por estar tan lleno de vida", cuenta Deane. "Marevna tenía una personalidad ardiente, era muy bella. Atormentó y fascinó a todos los artistas de aquella época".

El descubrimiento
Hasta hoy se conocía la existencia de dos retratos de Marevna realizados por Rivera. El primero está en el Art Institute of Chicago, y el otro, Mujer sentada en una butaca, pertenece al Instituto Nacional de Bellas Artes de México.
La similitud con el retrato del Art Institute of Chicago fue una de las pistas que hicieron sospechar a Deane de que la obra que iban a subastar también se trataba de otra imagen de Marevna. Contactó con uno de los mayores expertos en la trayectoria del pintor, Luis Martín-Lozano, y tras examinar el cuadro concluyeron que, en efecto, la protagonista no era la esposa, sino la amante.
"Marevna era conocida por su flequillo y sus rizos dorados", señala Deane. "Yo miraba el cuadro, y pensaba: 'no parece Angelina Beloff, que tenía el cabello más oscuro'. Las similitudes eran inconfundibles".
El otro retrato de Marevna que proporcionó la clave:
"Este descubrimiento nos revela mucho de la vida de Diego Rivera", cuenta Deane. "Artísticamente, estaba explorando el cubismo sintético, conoció a Picasso y entabló una amistad con él, y aunque es difícil decir que Picasso tomó el estilo de Rivera, vemos que Rivera empezó con el cubismo en 1912, y sus primeros cuadros son más complejos estilísticamente. Este cuadro es un ejemplo perfecto de lo que estaba haciendo en esa época. Estaba simplificando el cubismo a la forma más esencial, explorando el color, el espacio, la perspectiva".
Una subasta de arte latinoamericano
El cuadro formará parte de una selección de obras latinoamericanas que serán subastadas por Phillips el próximo mes. La misma compañía logró vender el pasado mayo la obra más cara realizada por un artista sudamericano, Baile en Tehuantepec, un 'rivera' que alcanzó los 15.75 millones de dólares al ser comprado por Eduardo Constantini, presidente del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
"El interés por el arte latinoamericano está creciendo significativamente en los últimos años", señala Deane. "Cada año vemos más coleccionistas alrededor del mundo interesados en adquirir arte latinoamericano".
Retrato de Marevna será presentado a un público internacional, sobre todo a clientes europeos interesados en el cubismo y en obras contemporáneas.
"Es importante para el arte latinoamericano continuar ampliando el mercado para que los artistas no se encasillen dentro de una categoría de la que no puedan escapar" , dice Deane. "No hay un solo arte latinoamericano, son muchos países, muchos movimimientos y muchos artistas explorando ideas diferentes que tienen que ver con sus países y su historia personal, y muchos de una manera mucho más global. Estamos intentando celebrar eso, y el mercado está respondiendo. Es un momento muy emocionante para el arte latinoamericano".
Una historia de arte, amor y desamor
Retrato de Marevna es el espejo de un matrimonio tormentoso – narrado en el libro de Elena Poniatowska 'Querido Diego, te abraza Quiela'– y un affaire que acabó en abandono.
Diego Rivera se marchó de París y dejó atrás a las mujeres que lo habían amado y que le habían dado sus dos primeros hijos. Después de haber triunfado en la capital francesa, volvió a París para convertirse en uno de los artistas más respetados de México y continuar despertando pasiones de otras grandes pintoras, entre ellas Frida Kahlo.
"Ella me dio todo lo que una mujer puede dar a un hombre", diría Rivera años más tarde acerca de Angelina, su primera esposa. "En cambio, recibió de mí todo el dolor en el corazón y la miseria que un hombre puede causarle a una mujer".








