Idiocracia, una comedia satírica salida de la inquieta mente de Mike Judge (el creador de Beavis and Butthead y de otras notorias series como King of the Hill y Silicon Valley), se estrenó en 2006 y en su momento pasó desapercibida para casi todo el público en general, salvo por unos cuantos espectadores devenidos en fanáticos que la convirtieron en una película de culto.
Idiocracia, una divertida sátira que además... ¿predijo a Trump?

Todo esto —que haya sido ignorada y que sea de culto— fue en cierto modo propiciado por el estudio 20th Century Fox que, por misteriosas razones (algunos dicen que porque no se llevaban bien con el director, otros que tal vez era demasiado crítica y podía enojar a algunas corporaciones), la estrenó sin promocionarla en absoluto y sólo en unos pocos cines de ciudades estadounidenses no muy importantes; recaudó menos de $500.000 dólares, pero también comenzó a ser vista en ciertos círculos algo así como «la película que Hollywood no quiere que veas», lo que contribuyó a su estatus de culto.
Algunos hechos puntuales que ocurrieron en estos 10 años desde que se estrenó la película la han convertido en una referencia casi ineludible para muchos a la hora de hablar del estado de la sociedad estadounidense actual y, por esto, su legado ahora es mucho más significativo que cualquier otra comedia de estas características. ¿Por qué?
El ascenso de la «idiocracia»

La película narra la historia de un hombre que trabaja como administrativo en el ejército —interpretado por Luke Wilson— y, lo que es peor, está encantado con su trabajo.
Es un mediocre con todas las letras, alguien solitario, sin parientes cercanos, que no tiene aspiración ni talento alguno y se conforma con que no le exijan demasiado.
Es precisamente por esto elegido para ensayar un experimento militar ultra secreto: si el experimento sale mal, no se perderá demasiado y nadie reclamará.
La intención es encontrar una manera de conservar a los mejores soldados, pilotos y líderes militares en su mejor forma, sin envejecer. Entonces, el experimento consiste en ponerlo dentro de una cápsula para ser congelado durante un año.
Lo acompañará en la prueba piloto una participante análoga femenina: una prostituta — Maya Rudolph—, ya que no encontraron otra voluntaria. Para sumarla al experimento, los militares debieron ganarse la confianza de su proxeneta, de modo que se sumergieron encubiertos en el mundo de la prostitución, el crimen y las drogas.

El experimento, en cierto modo, es un verdadero éxito. En realidad es un éxito impresionante.
El problema es que todos los involucrados en su creación y ejecución (es decir, los pocos que tenían conocimiento de él, ya que era ultra secreto) fueron arrestados y condenados tras ser descubiertas sus andanzas con el proxeneta.
Entonces, la pareja queda congelada, olvidada por toda la humanidad, encerrados en dos cápsulas diferentes, congelados en perfecto estado.
Ambos despiertan por casualidad 500 años después, cuando el mundo se ha convertido en un lugar muy diferente.
Un lugar dominado por idiotas.
- Ver también: Los 6 personajes más estúpidos del cine
Sátira, estupidez y corrección política

Ow! My Balls! El programa televisivo más visto en Idiocracia, que consiste en un tipo recibiendo toda clase de golpes en los genitales.
Antes de todo esto, Idiocracia tiene una introducción que explica por qué nos conducimos irremediablemente hacia la estupidez generalizada: las personas más inteligentes, debido a sus exigencias laborales y preocupaciones económicas, no se están reproduciendo.
Los que sí se están reproduciendo y masivamente son los más ignorantes, las personas que no toman recaudos anticonceptivos, no piensan demasiado sobre cómo van a mantener a sus hijos y no tienen preocupaciones profesionales.
Este aspecto ha sido criticado por su familiaridad con algo tan espantoso como la eugenesia, o incluso como algo clasista (los más inteligentes tienen dinero y los más tontos son pobres), pero es una crítica un tanto estúpida.
La película no toma este asunto de manera seria, sino simplemente como una excusa para explicar el origen de ese mundo distópico que será central en la trama, y la construye a partir de estereotipos.
Los idiotas son estereotipos de campesinos ignorantes de familias numerosas que viven hacinadas en tráilers entre gritos y golpes, pero los inteligentes también encajan en el estereotipo yuppie que privilegia su trabajo sobre su vida y cuya violencia se ejerce de manera más sutil e hipócrita.
La sátira no propone soluciones, sino que extrapola aspectos y situaciones comunes hasta volverlas exageradas. Notar la relación entre desigualdad social y educación e imaginar consecuencias absurdas.
Si es que hay una crítica que pueda hacérsele a la película, es que en realidad muchas veces su verdadera filosofía subyacente parece ser una que nada tiene de original ni de aguda ni probablemente acertada: que estamos cada vez peor culturalmente, que la gente ya no lee libros y prefiere mirar estúpidos programas de televisión que nos van haciendo cada vez más idiotas y menos pensantes y críticos.
Es la vieja batalla de apocalípticos e integrados que citaba Umberto Eco, en la que supongo que se ha llegado a un consenso hace ya mucho tiempo, de que ambas partes tienen algo de razón. Ni tanto ni tan poco.
Lo mejor de la película sin embargo son algunos temas y conflictos adicionales introducidos en la trama, que como toda gran sátira, resultan muy divertidos al mismo tiempo que nos dicen algo sobre el mundo en que vivimos.
Y es el asunto que se ha visto como profético.
La tierra de Trump

En el tiempo en que estuvieron congelados los dos protagonistas, la humanidad fue gradualmente perdiendo la inteligencia y la razón (preocupándose en cambio por productos contra la caída del cabello o para prolongar erecciones), hasta dejar de interesarse por cuestiones esenciales.
Por ejemplo, el medio ambiente y la recolección de basura. Así, en 2505, tuvo lugar una avalancha de basura que originó el derrumbe de las instalaciones del ejército en el que se encontraban congelados los dos protagonistas y las cápsulas se abrieron, dejándolos a merced de este nuevo y espantoso futuro.
Un paisaje desolado y decadente dominado por la basura, por cadenas de comida rápida y nombre vulgar, por publicidad y corporaciones; una sociedad en el que el lenguaje se fue deteroriando hasta convertirse en “un híbrido de jerga urbana, campesina, adolescente y varios gruñidos” y donde cualquiera que sonara más o menos inteligente y articulado era considerado un “marica”.
Una sociedad anti-intelectual.
El sistema judicial se ha convertido en un show, en entretenimiento.
Igual con la política. El presidente es Camacho ( Terry Crews), un ex luchador profesional que tiene de extravagante todo lo que tiene de inepto para conducir un país.
Un hombre que llegó ahí simplemente por la popularidad y la simpatía que despertó en un ámbito ajeno a la política. ¿Suena familiar? Un presidente que cuando la gente lo insulta o le exige soluciones, acalla las críticas tomando una metralleta y disparando al aire. ¿Suena familiarmente probable?
I never expected #idiocracy to become a documentary.
— Etan Cohen (@etanjc) February 24, 2016
Etan Cohen, guionista de la película: “Nunca pensé que Idiocracy se convirtiera en un documental”.
Ya hay incluso juegos del tipo “¿Quién lo dijo? ¿El presidente Camacho o Donald Trump?”
La trama tiene otros aspectos que vistos a la luz de la realidad de hoy resultan inquietantes.
El poder de las corporaciones, amparado por la publicidad, ha ido realmente lejos, al punto de que las personas ya son nombradas en honor a ellas (el nombre completo del presidente es Dwayne Elizondo Mountain Dew Herbert Camacho).
Una bebida, que se publicita como buena para todo de modo que el agua ya casi ni se utiliza (salvo para el toilet), se utiliza hasta para regar los cultivos, y es lo que ha ocasionado los graves problemas que enfrenta el país, desde la producción de alimentos, la crisis económica y las tormentas de polvo. La compañía que la produce es también dueña de todos los organismos públicos reguladores de la salud y el alimento.
Cuando nuestro héroe es designado como el responsable de idear una solución para estos problemas —por ser la persona con mayor coeficiente intelectual en todo el país—, sugiere razonablemente comenzar a utilizar agua, pero las presiones corporativas rechazan la solución, generan un caos social y él es condenado a muerte. ¿El método de ejecución? Un espectáculo televisado de épicas proporciones: una carrera de destrucción entre camiones enormes.
El carácter profético de la película parece una exageración, ya que en realidad tomó varios asuntos políticos y sociales que ya estaban vigentes hace 10 años y los extrapoló a modo de sátira.
Algo puntual como la insólita campaña presidencial de Donald Trump, no ha hecho más que dotar de un inquietante realismo algunos aspectos bastante absurdos de Idiocracia.
Sobre las similitudes entre el presidente Camacho y Donald Trump, el guionista de la película dijo:
“Los dos parecen orientados a destruir el mundo. ¿Tal vez Camacho un poco más accidentalmente? Camacho al menos se da cuenta de que necesita consejo de otras personas, de que no es el más inteligente de la sala. Definitivamente, en una elección entre los dos votaría a Camacho. Y además no es racista”








