El gran dictador, una película cuyo legado sigue muy (demasiado) vigente

La vasta historia de la sátira política, tan antigua como la política misma, tiene en la película El gran dictador (1940) uno de sus ejemplos modernos más acabados y significativos, no solamente por los méritos cinematográficos y el valor histórico del film enmarcado en la obra del gran Charlie Chaplin, sino precisamente por el alcance y la contundencia de su sátira.

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Por las implicaciones políticas de hacer, a poco de comenzada la Segunda Guerra Mundial y cuando los Estados Unidos todavía no había roto relaciones diplomáticas con Alemania tratando de permanecer fuera del conflicto, una parodia del fascismo, el nazismo y sus célebres representantes. 

La tragedia y la farsa

Charlie Chaplin comenzó a trabajar en la película en 1938, cuando la amenaza de Adolf Hitler y la Alemania Nazi se cernía sobre Europa pero todavía no había estallado el conflicto internacional.

La persecución a los judíos y otras minorías, sin embargo, amparada ideológicamente en la concepción de superioridad de la raza aria, ya llevaba varios años como una práctica establecida del régimen nazi, y fue esto lo que sirvió para dar pie a la trama de El gran dictador.

Chaplin, que además de dirigir, escribió, produjo, hizo la música y protagonizó la película en un doble papel, aparece primero en el papel de un barbero judío que vive en un ghetto bajo el régimen de un dictador fascista, quien luce exactamente idéntico a él.

Excepto que el dictador lleva siempre su distintivo atuendo militar (con el que luce, por su parte, idéntico a Hitler y, casualmente se apellida Hynkel).

La anécdota cuenta que Charlie Chaplin asistió en Nueva York, junto al cineasta francés René Clair, a una proyección de la película El triunfo de la voluntad (1935) de la propagandista nazi Leni Riefenstahl, que muestra un congreso del partido Nazi en Nuremberg, a sus miles de fervorosos seguidores y los encendidos discursos de Hitler que avivavan las masas de manera impresionante.

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Es la película que dio inicio a esa iconografía nazi que hoy todos conocemos.

El poder de la película es innegable y el talento de la directora ha sido reconocido por el canon artístico cinematográfico.

Las reacciones de los dos directores fueron opuestas. 

El francés René Clair quedó aterrado al ver El triunfo de la voluntad, y consideró que la película no debería ser mostrada ya que los opositores al régimen nazi estarían perdidos con esa pieza de propaganda tan efectiva.

Chaplin, en cambio, halló a la película hilarante.

En un imperdible documental recientemente estrenado en Netflix, titulado Five Came Back, que trata sobre la relación de Hollywood con la Segunda Guerra Mundial, uno de los directores que dan testimonio dice sobre esas imágenes de Hitler: “Si no fuera tan macabro, si no estuvieran muriendo asesinadas miles de personas... eso sería una comedia”

Chaplin vio la parte de comedia en todo eso, aunque luego, en su autobiografía de 1964, se manifestó arrepentido, diciendo que si hubiera sabido el verdadero alcance de los horrores de que eran capaces los nazis, no habría hecho la película.

Pero a fines de la década del 30, El triunfo de la voluntad inspiró a Chaplin para hacer El gran dictador, y volvería a ver varias veces la película de Riefenstahl para captar los gestos y el estilo oratorio de Hitler, y reproducirlo satíricamente en su película.

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El mejor dictador

Imagen Wikimedia Commons

Personalmente hay algunas escenas que son de mis favoritas de la película y que captan la genialidad y la agudeza de Chaplin a la hora de ridiculizar a los líderes fascistas, pero también para establecer poderosos momentos catárticos o metafóricos, aunque sin nunca perder el humor.

La primera es demasiado simple y directa, y representa la mezquindad de estos líderes. En la película aparece un dictador de otra nación, llamado Napaloni, una parodia de Benito Mussolini.

Ambos líderes van a hacerse un corte de pelo y sucede esto:

La otra es una escena de resistencia y solidaridad:

Finalmente, está la célebre y bella escena del globo terráqueo.

Su primera película sonora

Todas estas escenas anteriores evidencian el hecho de que Charlie Chaplin llevaba más de dos décadas haciendo brillantes películas mudas.

Se pueden ver y apreciar perfectamente sin escuchar los diálogos y su poder reside casi exclusivamente en lo visual.

Pero El gran dictador es también famosa por ser la primera película sonora de Chaplin, que se había resistido a hacer este tipo de películas pese a que, para fines de la década de 1930, todo Hollywood ya había abandonado la producción de películas mudas.

Se puede sospechar cuál fue la motivación de Chaplin para hacer de El gran dictador su primera película sonora.

En primer lugar, por el efecto humorístico de esta escena, inspirada precisamente en los discursos de Hitler de El triunfo de la voluntad.

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Pero, sobre todo, para dar este discurso final, cuando el barbero judío ha sido confundido con el dictador Hynkel, y debe dirigirse a las masas.

Aprovechando que, tras una serie de enredos propios de una comedia, todo el mundo lo ha confundido  con el dictador Hynkel, el humilde barbero judío aprovecha la oportunidad de subirse al estrado y dar un discurso opuesto a aquel de odio (nunca del todo explícito en la película) que había caracterizado al verdadero dictador.

Esta vez, ya no en esa incomprensible jerigonza previa, sino con una dicción clara y cristalina.

No es poca cosa que Chaplin, quien hasta el momento nunca había hablado en una película, haya decidido hablar por casi 5 minutos.

Mucho ha pasado desde que se estrenó El gran dictador, y mucha agua ha corrido bajo el puente. Hoy nadie pondría ese discurso en una película porque sería considerado ingenuo.

Pero el mensaje todavía hoy, casi ocho dećadas más tarde, sigue tan vigente como entonces.