Las reacciones ante la muerte de David Bowie han evidenciado la profunda huella que este artista siempre cambiante, misterioso y desafiante dejó en todo el mundo.
David Bowie es indirectamente responsable de la existencia de Fight Club

Fueron muchísimas las personas vinculadas al arte y la cultura que tuvieron palabras de alabanza y agradecimiento para el Duque Blanco, para su majestuosa obra y su enorme legado.
Uno de ellos es Chuck Palahniuk, el escritor conocido por su novela Fight Club, famosamente adaptada en la película de David Fincher protagonizada por Brad Pitt y Edward Norton.
Palahniuk escribió una nota tributo a David Bowie, publicada por Rolling Stone, y en ella da detalles de su vínculo con él, que nunca fue personal, sino a través de su arte y sus canciones.
En su homenaje, Palahniuk comienza diciendo:
“Tengo que admitirlo. En el baño de mi habitación tengo un antiguo busto de un centurión romano de 130 kilos. Eso es culpa de Bowie. La estatua y la habitación con baño”

El escritor narra después una historia que involucra un concierto de Bowie a pocas cuadras de donde vivía, al que no podía asistir porque no tenía dinero, pero del que escuchó toda la prueba de sonido. En ella, Bowie comenzaba a cantar la canción ‘Young Americans’ y la dejaba por la mitad, una y otra vez.
“Toda la tarde, con mis amigos estábamos como si fuéramos parte de un videoclip, bailando en la calle, bebiendo cerveza y disfrutando de un concierto que ninguno de nosotros podía pagar. Con la repetición de la canción, la cerveza y el sol, era hipnótico”
Después, Chuck Palahniuk cuenta la anécdota que demuestra la incidencia indirecta que David Bowie tuvo en la existencia de Fight Club.
Diez años después del concierto al que no asistió, el autor estaba detrás del prestigioso y afamado editor Gerry Howard y llegó al bar en el que se encontraba, rodeado de muchos otros aspirantes a novelistas.
“No había forma de que pudiera acercarme a Gerry Howard, así que le di al barman $10 dólares para que me los cambiara por monedas de 25 centavos. Y comencé a meterlas en la rockola del bar y elegir siempre la misma canción, 40 veces seguidas. Se trataba de ‘Young Americans’, una canción que podría escuchar para siempre en una isla desierta. La mayoría de la gente estaba furiosa. Pronto todos se fueron, y tuve a Gerry Howard para mí. Eventualmente, le vendí Fight Club y otros 15 libros. Hasta el día de hoy, él no recuerda esa canción sonando una y otra vez, y los que estaban presentes odiándome y abandonando el bar”
Sin el fanatismo de Chuck Palahniuk por David Bowie, nunca hubiéramos tenido la novela Fight Club, o al menos no en las circunstancias que se dieron, que le valieron convertirse en un clásico de culto de la literatura moderna y en una película memorable. Y que le valieron al autor sus buenos millones.

Palahniuk cierra así su homenaje:
“¿Y qué me compré con el dinero del libro? La buena vida, por supuesto, tal como la había modelado el vampiro David Bowie. Antiguas estatuas de mármol. Elegantes cortinas. Y, sí, una habitación con baño propio. Gracias Sr. Bowie. Usted fue mi modelo de rol, mi héroe y mi salvador. Lo voy a extrañar mucho”
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