Dicen por ahí que de la infidelidad y de la muerte nadie se salva, y creo que es lo más acertado que he escuchado en la vida. Muchos alguna vez hemos sido protagonistas en una infidelidad, sea del lado de quien lo sufre o de quien lo hace.

La zona de confort es un sitio —tal y como lo dice su nombre— muy confortable. Cuando nos encontramos dentro de ella nos sentimos seguros y protegidos, algo que nos permite estar cómodos pero que nos priva de lograr todos nuestros objetivos.

Mientras que algunas personas no tienen ningún problema en abrirse ante cualquier desconocido, hay otros que necesitan meses o incluso años para entrar en confianza con quienes los rodean. Para determinadas personas exponerse hacia otros puede sentirse como una situación de vulnerabilidad y un poco debilitante, por eso temen tanto hacerlo.

Mientras que algunas personas detestan las escenas románticas y se definen como los reyes del anti-romance, hay otros que adoran regalar y recibir flores, escribir poemas de amor y organizar las cenas románticas más impresionantes.

Aunque ni siquiera lo notemos, describirnos a nosotros mismos nos resulta mucho más difícil que describir a otra persona. Y esto puede ser irónico, ya que al fin y al cabo no hay nadie que nos conozca mejor que nosotros.

Despedirnos de alguien que queremos mucho no es nada fácil, ya sea porque decidimos tomar diferentes caminos o porque salen de nuestra vida, decir adiós siempre es difícil. Las reacciones de cada persona cuando enfrentan estos momentos son muy diferentes, algunos lloran, otros se ríen y otros intentan ocultar su dolor. Sea como sea que expresas tus emociones, la realidad es que a todos nos cuesta despedirnos.