Aunque parezca increíble ha pasado una década desde que vivimos el 2007. Digo increíble porque uno piensa en 2007 y le parece que fue hace nada. Como cuando en 2015 te decían que estábamos a la misma distancia del 2000 que del 2030 y te explotaba la cabeza.

Todos sabemos que el ejército de Estados Unidos, y probablemente otros ejércitos también lo hagan, usa ciertas canciones y artistas para torturar.

Fue casi inevitable para todo el mundo, como lo es para mí en este momento, enmarcar la muerte de Chris Cornell como una más de esa triste tendencia que parece cargar como una pesada cruz el grunge y sus principales figuras, muertas de manera trágica y repentina.

¿Cansado de ser rockero de corazón y que en las fiestas pongan salsa o cumbias que no te interesan? ¿Cansado de tener gustos polarizados y sentir que nadie te comprende?

Él es una de las figuras más emblemáticas del rock argentino. Fue uno de los responsables de la irrupción del punk en la escena under y su trayectoria lo consolidó como símbolo de una generación que lo vio crecer y morir. Ricky Espinosa fue uno de los últimos punks.

No es una banda cualquiera. Tampoco es un grupo que está improvisando o experimentando sin sentido. Se trata de una banda de rock cuyas canciones son en tzotzil, una lengua derivada del maya que se habla en ciertas regiones de Chiapas.