Las parejas van evolucionando con el paso del tiempo; el comienzo es todo color de rosa, amor y alegría y con el tiempo uno va conociendo mejor al otro y aprendiendo a convivir con las diferencias.

La mayoría de las veces nos dejamos llevar por las rutinas y las obligaciones, descuidamos el tiempo de calidad en la pareja o perdemos tiempo en rencores y discusiones. ¡Lo cierto es que la vida es demasiado corta como para no aprovecharla al máximo!

Muchas veces, por más que nos esforcemos, la relación de pareja se estanca y no va a ningún lado.

La honestidad siempre se dice que es una gran virtud. Sin embargo, cuando alguien es extremadamente sincero, no tiene filtro y no mide lo que dice, puede terminar haciendo más daño que bien.

Claramente a todas nos ha pasado de encontrarnos con algún que otro chico malo, desatento o demasiado creído como para prestarnos atención.

Cuando estamos en pareja y, especialmente, vivimos con ella, nuestra vida se rige, en parte, a los deseos de esa otra persona. Obviamente mantenemos nuestra individualidad pero la independencia, aunque nos cueste reconocerlo, pasa primeramente por el filtro conyugal, consultando todas nuestras intenciones y planes a esa persona para determinar si querrá realizarlo con nosotros, si le parece bien que lo hagas tú o, incluso, con amigos.