Podemos estar de acuerdo o no en si Michael Bay hizo una buena adaptación de Transformers, pero es indudable que dejó su marca. Si pensamos en la historia, seguro se nos viene a la mente una escena con muchos efectos especiales y batallas. Sin embargo, ¿te has puesto a pensar cómo se vería Transformers recreada como una película de monstruos de los años 50?

Hay veces que los ánimos no están para ver Citizen Kane (1941) o Casablanca (1942); aunque seamos personas que reconocemos la grandeza de obras como Bronenosets Potemkin (1925) o Det sjunde inseglet (1957), de vez en cuando preferimos ver una película por el simple hecho de disfrutarla, no para analizarla.

La clonación (principalmente la clonación humana) es un tema que abre muchos debates éticos, morales y religiosos; si bien no es un tema nuevo para la ciencia o la literatura –habiendo obras como Un Mundo Feliz (1932), de Aldous Huxley, una novela distópica donde se trata el tema de la clonación– en el ámbito cinematográfico, la clonación llego como una innovación argumental no del todo clara, por lo que sus primeras películas ocupaban una parte del tiempo en “explicarle” al espectador de manera sencilla en que se basaba el concepto de crear copias genéticas exactas.

A pesar de que la crítica no encontró nada demasiado digno de elogiar o destacar en la película de las Tortugas Ninja, que se estrenó el año pasado, la taquilla fue bastante auspiciosa, como suele suceder con estos blockbusters que se proponen explotar el componente nostálgico de los 80 y los 90.

Aunque no lo crean, un vistazo sencillo a la lista de lanzamientos de 1996 les revelará una increíble cantidad de películas actualmente consideradas clásicos, casi como si lo mejor del cine de las últimas décadas se concentrase únicamente en ese año.

Hasta hace algunos años, las películas que se emitían con frecuencia por la TV abierta o de cable de forma ininterrumpida solían ser historias bien narradas sin más pretensión que entretener. Internet, el 3D y el IMAX eran sueños lejanos de ciencia ficción. Por eso las grandes productoras estaban más preocupadas en entregar buenos productos antes que de llenar de explosiones digitales la pantalla.