Ahora que ya hemos visto 10 películas del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU, por sus siglas en inglés), y comprobado el gran atractivo de tener un vasto universo interconectado, poblado de superhéroes, supervillanos y fantásticas historias, parece mentira que se haya tardado tanto tiempo en trasladar a la gran pantalla esta característica esencial de los cómics, que fue la base de su popularidad desde hace décadas: la de un universo único que se retroalimenta.

El entusiasmo de los fanáticos ante el anuncio oficial de la película de Deadpool, uno de los más populares antihéroes de Marvel, sigue todavía presente, días después de conocer la noticia, ya que era un proyecto del que se había rumoreado y que se había esperado por mucho tiempo.

Algo está pasando con la historieta en Argentina. A un mes de haber finalizado la exitosa quinta edición del Crack Bang Boom (como informábamos aquí) la segunda entrega de Comicópolis logró alcanzar los mismos niveles de calidad y cantidad.

Habitualmente, las grandes películas tienen destino de clásicos cuando hay un protagonista a la altura de la historia. Y muchas veces sucede un fenómeno interesante, detrás del personaje principal, se asoma un personaje secundario que es el centro de todas la miradas. Con menos minutos de pantalla, estos sidekicks hacen suya cada escena en la que aparecen.

Nadie puede dudar que la industria del cómic vive una suerte de segunda edad dorada gracias al éxito que han tenido muchos de sus personajes en la pantalla gigante. Desde el estreno de Iron Man en el 2008, Marvel se ha puesto a la cabeza de la competencia elaborando un complejo entretejido de historias que obliga al espectador a volverse un recurrente de la sala y, por qué no, de las tiendas de cómics.

Hay una tradición clásica en los films de Marvel, no importa de qué estudio sean, y que todos los fanáticos de los cómics celebran cuando ven estas películas: siempre hay un cameo de Stan Lee, el famoso autor, que también sirve en la mayoría de los casos como productor ejecutivo.