La Casa Blanca de Donald Trump: dos años con un Washington alterado

Trump ha cambiado las normas de conducta y hasta algunas reglas no escritas que durante décadas han regido el comportamiento de políticos de todos los bandos en la capital estadounidense.

El primer choque de la presidencia de Donald Trump con los medios de comunicación fue también un choque con los hechos: el debate acerca del tamaño de la multitud que asistió a su toma de posesión el 20 de enero de 2016. Desde entonces el pulso con la prensa y con la realidad no ha parado. De hecho, se ha agravado.

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Pero la pelea no es solo con los medios. Es, lógicamente con la oposición demócrata, y también con gente de su propio Partido Republicano. Y hasta con sus colaboradores, muchos de los cuales han terminado perdiendo la confianza del mandatario y terminan enterándose de políticas que son de su competencia vía Twitter.

En su corto tiempo en la presidencia Donald Trump ha alterado la manera de hacer política en EEUU, cambiando normas de conducta y hasta las reglas no escritas que durante décadas han regido el comportamiento de políticos de todos los bandos en la capital estadounidense.

Generalmente, aquellos que se saltaban esas convenciones solían terminar marginados en la esfera política. No ha sido el caso del presidente, quien ha hecho que todo el ‘planeta Washington’ termine rotando alrededor de su eje.

Dos años después de Trump haber llegado al poder, los insultos personales, las declaraciones falsas repetidas hasta el cansancio, la promoción de teoría conspirativas desde las altas esferas del poder y la manipulación oficial de datos para justificar posiciones políticas (como ha estado haciendo la Casa Blanca para vender la idea de un muro con México) son parte normal en la dinámica política estadounidense.

Pulso con Pelosi


Esa normalidad no significa que no se viva con sobresaltos. La tensión es la nueva norma.

Vale como ejemplo el que el gobierno federal esté atravesando el cierre parcial más largo de la historia, luego de que el presidente cambiara de opinión respecto a un acuerdo entre republicanos y demócratas que habría permitido financiar a la administración hasta febrero al que originalmente había dicho que respaldaría.

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De un día a otro, seducido por las voces más radicales del Partido Republicano y de algunos medios conservadores, Trump le retiró su apoyo, exigió que se le den $5,700 millones para construir el muro en la frontera con México y dejó a 800,000 trabajadores federales sin paga.
De otro lado, la oposición demócrata, envalentonada con su triunfo en las elecciones de mitad de período de noviembre que le dieron el control de la Cámara de Representantes, está empeñada en evitar que el presidente cumpla con su principal promesa de campaña y que ellos ven como un gasto inútil.

Esta semana las tensiones entre Trump y el Congreso han llegado a un nivel nunca antes visto, cuando la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, prácticamente le retiró al presidente la invitación a que ofrezca el 29 de enero el discurso anual sobre el Estado de la Unión aduciendo que el cierre del gobierno no permite disponer los recursos para garantizar la seguridad del evento.

Un día después, la Casa Blanca tomó su represalia retirándole a Pelosi y una comitiva del Congreso que iba a visitar a las tropas en Afganistán el permiso para usar un avión militar, con el argumento de que ese cierre de gobierno desaconseja gastar recursos en ese viaje.

Otro signo de los tiempos se resume en dos noticias aparecidas apenas la semana pasada. Uno, indicando que dentro del FBI, tras el despido de su director James Comey, se discutió abrir una investigación al mandatario, cuyo comportamiento que algunos calificaban de “errático” les hacía sospechar que podría estar trabajando para el gobierno de Rusia.

Video Estos son los principales puntos de la propuesta migratoria de Trump para poner fin al cierre del gobierno

El otro, que no habría registro de lo que ha conversado Trump con el ruso Vladimir Putin en las reuniones que han sostenido sin la presencia de funcionarios de la presidencia estadounidense (algo que jamás había ocurrido en la historia de las siempre tensas relaciones entre Washington y Moscú). De acuerdo con informes de medio, Trump se habría quedado con los apuntes de los traductores, los únicos que saben de qué hablaron ambos líderes.

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Son tiempos inéditos. Casi todos los días pasan o se dicen cosas desde la Casa Blanca que muchos aseguran que “nunca habían sucedido”.

La pregunta que muchos se hacen, ahora que a la era Trump puede quedarle solo dos años más o se extienda seis, según resulten las elecciones del 2020, es qué tan pasajero, vinculado a la presencia de Trump en la Casa Blanca, son estos nuevos modales en la política o que tan profundo es el cambio forzado por el magnate devenido en político.