Venezuela: la máquina de desigualdad

Durante casi 15 años el proyecto chavista contó con la ayuda de los altos precios del petróleo para sostener la apariencia de democracia y la de la redistribución de riqueza y creación de igualdad, pero ahora los índices de desigualdad en Venezuela son tan altos como los de los países en guerra.

El índice de desigualdad es tan alto que “solo lo encontramos en países que habían estado en situación de guerra”.
El índice de desigualdad es tan alto que “solo lo encontramos en países que habían estado en situación de guerra”.
Imagen John Moore/Getty Images

La Venezuela bolivariana y socialista podría ser el país más desigual del mundo. Es lo que se desprende del artículo publicado por María Gabriela Ponce y Luis Pedro España en el portal venezolano ProDavinci, que coloca bajo una lupa crítica el mito propagandístico de la redistribución de la riqueza petrolera bajo el chavismo.

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Partiendo de los datos de ENCOVI, la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela llevada a cabo por tres universidades venezolanas, y que ha pasado a ser en buena medida una referencia debido a la opacidad del gobierno, Ponce y España han venido calculando anualmente el coeficiente GINI (usado para medir la desigualdad en una economía) en Venezuela. Los datos de 2017 los sorprendieron: en un solo año, el índice GINI había saltado de 0.462 (menor desigualdad que un país como Colombia) en 2016 a 0.681 para 2017.

Es un cambio insólito que refleja la enorme catástrofe que ha caído sobre el país. “Cuando vimos los cálculos nos aterrorizamos”, me dijo Ponce. El índice de desigualdad es tan alto que “solo lo encontramos en países que habían estado en situación de guerra”.

Para ilustrar mejor lo que esto significa, ambos investigadores dividieron la población por nivel de ingresos en segmentos de 10% (llamados deciles) y encontraron algo impactante: mientras 90% de los hogares de Venezuela ha visto sus ingresos reducidos por la mitad, o más, el 10% superior, el de mayores ingresos, los ha visto aumentar más del doble. Ese segmento solamente, captó en 2017 el 61.12% de los ingresos, comparado con el 29.99% en el año 2014. Pero la distorsión se exacerba aún más en los extremos de la muestra. Ponce me dijo que el 5% más pobre percibe hoy apenas el 0.29% de los ingresos.

Y que el 5% más rico obtuvo, en 2017 53% de los ingresos. En 2014, ese 5% obtenía 19,99% de los ingresos.

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Recordemos: usando la promesa fundamental de la igualdad y la justicia social, el chavismo asaltó el poder en Venezuela y utilizó la democracia para acabar con ella. Durante casi quince años contó con la ayuda de los altos precios del petróleo para sostener tanto la apariencia de democracia como la de la redistribución de riqueza y creación de igualdad. Pero además recurrió al endeudamiento masivo del país. Para 2016 el monto total fue de unos 113 mil millones. Ahora, tras la caída de los precios del petróleo y la muerte del caudillo Hugo Chávez, sus sucesores han declarado abiertamente la dictadura y precipitado al país a una crisis sin precedentes. Pero para la progresía izquierdista global, el proyecto chavista debe ser todavía defendido. El pretexto: la justicia social.

Hay que aclarar que la ENCOVI es una encuesta masiva de hogares, lo que significa que por cada dato hay un encuestador detrás, que visita un hogar y recaba la información. El GINI se calcula con la data del ingreso per cápita de cada hogar. Ponce me informó que en América Latina hay un fenómeno de sub-declaración del ingreso. Llevar a cabo la encuesta se hace más difícil en los hogares muy adinerados. Y podemos estar bastante seguros que los hogares de los 'boliburgueses' que han adquirido notoriedad reciente, no están cubiertos por este instrumento. Por lo tanto, es lícito imaginar que la desigualdad real sea todavía mayor que lo encontrado por España y Ponce.

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“Todos los años metíamos 168,000 millones de dólares al país, por eso nos empeñamos en el gobierno a que ese dinero fuera directo a nuestro pueblo, a las misiones”, reveló en una entrevista a El Pitazo, el ex-zar del petróleo bajo Chávez, Rafael Ramírez. Eso habla de casi 2 billones (millones de millones) de dólares como ingresos durante la era del chavismo/madurismo. Probablemente más. De esa cantidad, si hemos de creer a Héctor Navarro y Jorge Giordani, también fieles ministros de Chávez, ahora disidentes del gobierno, habrían sido robados a través del mecanismo de control de cambios de divisas unos 300,000 millones, s egun declararon a la agencia Reuters.

El propio Ramírez denunció hace unos días en su columna del portal chavista Aporrea, que “las empresas chinas, brasileñas, bielorrusas, rusas, además de las americanas y europeas tradicionales, alimentaban el (mercado del dólar) paralelo“. El economista Alejandro Oliveros, de la firma Ecoanalítica, le preguntó por Twitter: “¿Se olvida que entre 2006 y 2010, bajo su presidencia, fue Pdvsa el principal oferente del mercado paralelo? Solo en 2009 vendió el equivalente a US$ 13 millardos”. El mecanismo en operación es descrito por el propio Ramírez: el negocio era vender dólares caros en el mercado negro y comprar dólares casi regalados en el oficial. Esto ofrece una enorme oportunidad de arbitraje para quienes tiene acceso a ella. Pero el actual ministro de comunas chavista, Aristóbulo Istúriz, no ha perdido ocasión de proclamar jactanciosamente que el control de divisas, es decir, el mismo mecanismo que ha promovido el más escandaloso saqueo del erario público, es un necesario instrumento de sometimiento político.

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Mientras tanto, la ENCOVI encuentra que el porcentaje del país que vive en pobreza pasó de 48.4% en 2014 a 87% en 2017. Eso significa que apenas un 13% del país no es pobre. Luis Pedro España y María Gabriela Ponce dejan claro que nos encontramos frente a dos países. “Tres grupos viven en dólares: quienes tienen ahorros en el extranjero, quienes reciben pagos en dólares y quienes reciben remesas” (unos 2,000 millones en 2017). Esto, además de los que hacen los grandes negocios porque tienen acceso al sistema preferencial de divisas. El resto, el 80%, vive en bolívares en medio de la más salvaje hiperinflación (un estimado de 1 millón por ciento anual para 2018, según el FMI) y la total destrucción del aparato productivo, sin recursos para defenderse salvo la transformación inmediata de moneda en bienes que no hay. Este grupo se encuentra totalmente a merced del estado, necesita de las bolsas de alimentos y del oprobioso Carnet de la Patria, un nuevo instrumento del estado policial.

El estudio resalta también el carácter regresivo, no sólo de las políticas del gobierno en general, sino de las políticas sociales específicamente. “El gobierno se propone adelantar un programa económico de ajuste sin atender las diferencias sociales, o peor aún, tratará de compensar a los sectores sociales más favorecidos, es decir, los empleados formales con un aumento del salario mínimo a 30 dólares al mes (aproximadamente) y a los propietarios de vehículos particulares, que claramente se concentran en el tercer tercio de venezolanos con mayores ingresos”. Es un patrón que proclama atender a todos por igual, pero que termina favoreciendo a los grupos cuya desatención implica un mayor costo político. Se favorecen las ciudades, los cuadros y activistas del partido de gobierno, los que tienen el Carnet de la Patria.

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Un típico ejemplo, y el caso más difícil de entender, es el del subsidio a la gasolina, que prácticamente ha sido regalada en el período chavista. Como reportó Víctor Salmerón para Univision, citando el trabajo de Douglas Barrios para la Universidad de Harvard, este subsidio le habría costado al país unos 135,000 millones de dólares en los últimos quince años. Según explica Barrios, no sólo se benefició más a los estratos superiores que tienen automóviles, sino que 45% salió por contrabando del país. Lo usual en estos casos, y así ha sido propuesto repetidas veces por economistas venezolanos, es dar un subsidio directo a los sectores que de verdad lo necesitan, tal como se hizo en Irán. Pero hay un actor muy interesado que controla las fronteras: los militares.

El mito del Chávez redentor de los pobres ha cumplido una doble función: por un lado, sirvió a los panegiristas del régimen repartidos por todo el orbe para hacer propaganda y ocultar que lo que se estaba implantando en el país era una dictadura militar, con la participación y el apoyo de la “izquierda progresista”. Por otro, desvió la mirada de lo que, con intencionalidad o sin ella, terminó siendo la verdadera naturaleza del chavismo: una enorme operación de captación de renta petrolera por parte de una nueva oligarquía, en cohabitación con algunos ricos de antes. Una formidable máquina de desigualdad.

No es tan sólo una enorme oportunidad perdida. Es el saqueo y destrucción de un país.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.