“We must learn to live together as brothers or perish together as fools”.
George Floyd y las heridas abiertas de la nación
"No cabe duda de que el país necesita escuchar cuanto antes mensajes de reconciliación y de aliento para frenar la violencia, garantizar justicia en la muerte de Floyd y dar la esperanza de que, entre todos los estadounidenses de buena voluntad, superaremos esta agobiante crisis nacional como en el pasado se superaron otras todavía más graves".


Martin Luther King
Estados Unidos vive su peor crisis nacional desde la rebelión de los derechos civiles en los años 1960. El detonante fue la muerte del afroamericano George Floyd a manos de policías de Minneapolis, Minnesota. Pero la causa compleja y profunda es la mezcla de la imparable pandemia del coronavirus, con sus casi 104,000 muertes hasta hoy, el desplome de la economía, con sus más de 40 millones de desempleados y las injusticias sociales que mantienen como ciudadanos de segunda a minorías como la afroamericana y la hispana, expuestas a la barbarie de energúmenos amparados por un sistema legal y político arbitrario.
La muerte violenta de Floyd durante su arresto como presunto sospechoso de dar un billete falso de $20 y grabada por cámaras telefónicas ha conmovido a estadounidenses de todas las razas, edades y extracciones sociales. Pero no todos parecen estar dispuestos a reconocer las injusticias y podredumbre moral que encierra ese deplorable incidente.
Es como una metáfora escandalosa de las persistentes arbitrariedades y discriminación que aún padecen las minorías, las personas de escasos recursos y los marginales en una democracia cuyo progreso se estancó y cedió el paso a las divisiones fratricidas, la demagogia tóxica, el egoísmo insolidario y el criminalmente irresponsable sálvese quien pueda.
La crisis se ha vuelto mucho más grave, no me cansaré de repetirlo, debido a la falta de liderazgo de Donald Trump, un gobernante que nunca debió resultar electo, sin experiencia política, profundamente ignorante, mendaz y vengativo, que solo sabe pescar en el río revuelto de las divisiones políticas, sociales y étnicas. Un hombre hecho a la medida del odio y del oportunismo descarnado.
No en vano, desde que estallaron las protestas y su secuela de violencia, se ha dedicado a hacerle la guerra a Twitter - por atreverse al fin a verificar sus mentiras incendiarias - atacar a sus rivales políticos, criticar la votación por correo que él y su familia han usado decenas de veces y estigmatizar a los manifestantes como “matones” a los que se les deben lanzar “perros viciosos” y matar a balazos.
En momentos de crisis, los estadounidenses nos habíamos acostumbrado a escuchar un mensaje conciliador del presidente de turno. Pero al cabo de una semana de protestas que a menudo han desembocado en violencia destructiva, Trump no se ha dirigido a la nación. El Washington Post informa que el viernes se parapetó en un bunker de la Casa Blanca mientras sus asesores discrepaban sobre si un mensaje suyo ayudaría o no a aplacar los ánimos. Yo lo dudo sinceramente.
Trump es la figura política más polarizadora en la historia moderna de Estados Unidos. Su desprecio de las minorías étnicas, los inmigrantes y las personas vulnerables en general es del dominio público. Por consiguiente, un mensaje suyo con pretensiones conciliadores probablemente se percibiría como inauténtico e hipócrita; incluso podría usarlo para arrojar leña al fuego de las divisiones, como ya hizo cuando en Twitter publicó: “Estos MATONES (sic) están deshonrando la memoria de George Floyd y no dejaré que eso pase. Acabo de hablar con el Gobernador (de Minnesota) Tim Walz y le dije que los militares están con él en todo momento. Cualquier dificultad y asumiremos el control, pero, cuando comienza el saqueo, comienzan los disparos”.
En ese trino, que pasará a la historia universal de la infamia, como habría dicho Jorge Luis Borges, Trump probablemente fue insincero cuando lamentó la muerte violenta de Floyd. Así lo sugiere el hermano de la víctima, Philonise Floyd, quien asegura que el presidente lo llamó para darle el pésame, pero no lo dejó hablar ni opinar.
En cambio, la amenaza con disparar a las multitudes provino del Trump verdadero, el narcisista adicto a los elogios e intolerante a la crítica, quien no vaciló en hacerse eco de una expresión del exjefe de la policía de Miami, Walter Headly, defensor violento de la política racista de separación de negros y blancos en lugares públicos de la ciudad en los años 60.
Pero no cabe duda de que el país necesita escuchar cuanto antes mensajes de reconciliación y de aliento para frenar la violencia, garantizar justicia en la muerte de Floyd y dar la esperanza de que, entre todos los estadounidenses de buena voluntad, superaremos esta agobiante crisis nacional como en el pasado se superaron otras todavía más graves.
Para que tenga credibilidad, esos mensajes deberían provenir de líderes republicanos no asociados con los desmanes de Trump, como el senador Mitt Romney, dirigentes demócratas del Congreso, activistas de derechos civiles y legisladores afroamericanos e hispanos con prestigio e influencia en sus respectivas comunidades.
De lo contrario, corremos el riesgo de que el vacío de poder y liderazgo lo llenen otros demagogos sin escrúpulos, listos a lanzarse como vampiros sobre las heridas abiertas de la nación.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







