Por Janet Cacelín @JanCacelin
Ambos abordan los mismos hechos que sacudieron a la población mexicana el año pasado, pero las versiones son radicalmente diferentes. Se trata de dos filmes mexicanos: Mirar Morir y La Noche de Iguala, que, pese a que uno recién se estrenó el pasado martes y el otro no lleva ni una semana en cartelera, han comenzado a polarizar la opinión pública entre quienes apoyan la versión del gobierno de México sobre el caso Ayotzinapa y aquellos que la cuestionan.
Uno retrata los ataques que sufrieron los 43 estudiantes en Iguala la noche de su desaparición a través de testimonios. En el otro, la mitad de las escenas son recreadas y dramatizadas en una línea que se apega a la “verdad histórica” difundida por la Procuraduría General de la República.
Aunque las investigaciones del caso no han sido concluidas, el gobierno mexicano afirma que los 43 estudiantes fueron detenidos por policías que se mantenían en complicidad con miembros del crimen organizado y fueron entregados a miembros del cártel Guerreros Unidos, quienes presuntamente los asesinaron e incineraron sus cuerpos en un basurero del municipio de Cocula.
La versión ha sido cuestionada por diversas organizaciones internacionales. La más reciente sucedió a principios de septiembre, por el grupo de expertos independientes designados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quienes tras seis meses de investigaciones concluyeron que no hay evidencias para asegurar que los jóvenes fueron quemados en ese basurero.
Las mismas contradicciones entre ambas versiones se reflejan en los dos filmes:
El documental, además de contextualizar el entorno violento contra la población civil en que el estado de Guerrero se ha convertido desde años atrás, revela
detalles que no han sido investigados por las autoridades, como el rol que jugó el ejército la noche de las desapariciones.
No obstante, asegura que no existen testimonios o evidencias de que miembros del Ejército hayan disparado o que se hayan llevado a los estudiantes, pero los militares, señala han estado haciendo lo posible por obstaculizar las investigaciones, impidiendo que se entreviste a los soldados que fueron testigos de lo que ocurrió y cerrando los cuarteles militares.
El trabajo se realizó con financiamiento de la organización Ojos de Perrro vs. La impunidad y aunque no tienen aún un plan de difusión concreto, han recibido propuestas para que el documental sea exhibido en diversos lugares.
La noche de Iguala, una dramatización
El que sea criticada por parecer sacada de un guion de novelas mexicanas, con el dramatismo que las caracteriza, es lo de menos para sus detractores, que cuestionan y reclaman la criminalización que se hace de las víctimas en el filme.
El documental de ficción basado en una investigación del periodista Jorge Fernández Menéndez, retrata una dramatización de la fatídica noche, en la que se recrea el momento en el que los estudiantes fueron atacados por policías de Iguala e incluso aparecen actores que personifican a integrantes del cártel Guerreros Unidos.
"No es ni una verdad histórica ni una verdad alternativa, es una verdad incómoda porque se escapa de muchos de los que se ha manejado", señaló.
Al respecto, el periodista Témoris Grecko dijo estar en contra de las campañas que han surgido para tratar de prohibir la exhibición de "La noche de Iguala", pero es válido que se cuestione a los autores de ese documental en el sentido de su abuso y criminalización contra personas que no pueden defenderse porque están desaparecidas.
La noche de Iguala se exhibe desde el viernes a nivel nacional, distribuida por grandes cadenas como Cinemex y Cinépolis, además de la Cineteca Nacional.