Parecía que una organización dedicada al tráfico de drogas estaba cubierta por todos los frentes. Pagaba sobornos a un agente antinarcóticos para recibir su protección, enviaba la mercancía por correo para no dejar rastro y el líder de la banda se escondía hábilmente detrás de una identidad falsa.
Cómo tres huellas digitales llevaron al arresto de un traficante que sobornó a un agente de la DEA
Francisco González Benítez se volvió un narco “a gran escala” tras pagar a un policía antinarcóticos para que lo asesorara y le advirtiera de operativos policiales. Pero cometió un error, lo capturaron, se volvió informante del FBI y le tendió una trampa al oficial corrupto que estaba en su nómina.
Por:Isaías Alvarado
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Pero el jefe de ese grupo criminal, Francisco González Benítez, un mexicano de 37 años, cometió un error: dejó tres huellas digitales al colocar un kilo de cocaína dentro de una caja que envió desde una oficina postal en el sur de California a un domicilio en Florida.
Fue así como el Buró Federal de Investigaciones (FBI) atrapó a González Benítez, lo forzó para que se volviera su informante y le tendió una trampa al agente de la DEA que le estaba ayudando.
De hecho, González Benítez testificó en una corte federal contra el policía federal Nathan Koen, a quien le hacía pagos de hasta 9,000 dólares en efectivo para que protegiera sus cargamentos. Según el gobierno, le entregó al menos 31,500 dólares en un período de dos años.
Koen ingresó en 2002 a la Administración para el Control de Drogas (DEA) y en 2016 fue transferido para trabajar como supervisor de grupo en Jacksonville, Florida.
González Benítez estaba en una prisión por otra acusación por venta de droga cuando otro recluso le recomendó contactar a Koen para volverse su informante. Al salir libre en 2014 cooperó con el agente, pero de 2016 a 2017 empezó a darle una parte de sus ganancias ilícitas.
En ese tiempo su organización prosperó distribuyendo heroína, cocaína, metanfetamina, fentanilo y marihuana en Florida, California, Arkansas y Georgia. Y él se convirtió en “un narcotraficante a gran escala”, según lo describe el Departamento de Justicia.
“Esta protección incluía que Koen aconsejara a González Benítez en cuándo no usar el correo para enviar sustancias controladas, cuándo cambiar su número de teléfono y cuándo él y sus clientes potenciales estaban bajo investigación por parte de la policía”, señala un comunicado de la Fiscalía.
El grupo se caracterizaba por traficar sus cargamentos a través del servicio postal. Solo de septiembre de 2016 a septiembre de 2017 enviaron más de 106 paquetes que contenían 618.5 libras de droga. Aunque a una menor escala, también usaron el método tradicional: ocultos en autos particulares.
El hermano del líder, José González, recibía el producto en Florida y coordinaba las operaciones.
Los investigadores detectaron que hicieron decenas de depósitos de efectivo a cuentas bancarias, por un total de 416,144 dólares, en cajeros automáticos de Jacksonville, Florida.
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De narco a informante
El paquete que contenía las huelas digitales de González Benítez fue interceptado por el Servicio de Inspección Postal en septiembre de 2017.
Un año después, ya con un alud de evidencia en su contra, el traficante aceptó reunirse con agentes del FBI en un hotel de Costa Mesa, California, describe el acuerdo de culpabilidad.
Admitió que era un narcotraficante, que había sido informante de la DEA y que después hizo un trato con Koen “a cambio de protección”. Dijo que el agente le recomendó usar una identidad falsa y se las ingenió para conseguir un pasaporte estadounidense bajo el nombre de ‘Antonio Estremera Feliciano’, con el cual registró un vehículo que transportó tres kilos de heroína al estado de Georgia.
En un memorando de sentencia, el abogado defensor Jeremy Lasnetski dijo que fue Koen quien le ofreció a su cliente “información privilegiada y protección relacionada con la distribución de sustancias controladas a cambio de pagos”.
En aquella reunión realizada el 27 de noviembre de 2018, González Benítez aceptó cooperar con el FBI y comenzó a colaborar en un operativo que se realizó un mes después en Las Vegas, Nevada.
El traficante se presentó a la reunión, en la banqueta frente al casino Bellagio, con 9,000 dólares en efectivo y varios dispositivos de grabación de audio. Caminaron juntos hasta el hotel Paris, donde entraron a un baño lejos de las cámaras del casino. Allí el informante colocó el dinero en la mochila del agente antinarcóticos y salieron del lugar, cada uno en diferentes direcciones.
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“Arriesgó su vida”
Al volver a Arkansas, agentes federales arrestaron a Koen. En noviembre de 2019, un gran jurado federal le interpuso un cargo de conspiración para distribuir heroína, cocaína y metanfetamina, y otro de aceptar sobornos siendo un funcionario público.
Dos años más tarde se declaró culpable del delito de soborno a cambio de que los fiscales desecharan el cargo relacionado con drogas, por el cual enfrentaba hasta cadena perpetua. En mayo pasado, el traficante testificó contra Koen, lo que llevó a que le impusieran una sentencia de 11 años de prisión.
“Al cooperar contra el exagente de la DEA Koen, el señor González Benítez arriesgó su vida y la de su familia de varias maneras”, advirtió Lasnetski en el memorando.
Hace unos días, González Benítez recibió una condenado similar a la de Koen: 11 años de cárcel.
En el memorando de sentencia se cuenta parte de su historia: nació en el seno de una familia pobre en México y emigró a EEUU siendo un menor. Pero en este país, afirma el documento, sus propios padres lo encaminaron al mundo del narcotráfico.
“Mientras otros padres seleccionaban loncheras y mochilas para los primeros días de clases de sus hijos, los padres del señor González Benítez le estaban enseñando a él y a sus hermanos una vida de distribución de drogas”, señala.
“Sin conocer otro estilo de vida que el que le enseñaron sus padres, el señor González Benítez se acostumbró y mejoró la vida de su familia a través de la venta de narcóticos”.
Se espera que este narcotraficante sea deportado a México al cumplir su condena.
