Una escuela de ballet en Florida funciona como "refugio" para bailarines del exilio venezolano

Una veintena de profesionales de la danza que huyeron de su país bailaron el Cascanueces esta Navidad. La directora de la compañía dice que los inmigrantes dejan todos sus tormentos y problemas personales, políticos, económicos y melancolías "en el sitio de parqueo" y que la escuela se ha convertido en un lugar donde encuentran alivio a la sensación de 'nostalgia del hogar' que tienen los que están lejos de casa.

La bailarina venezolana Lusián Hernández ensaya el Cascanueces con el Arts Ballet Theater de Miami, 13 de diciembre de 2019.
La bailarina venezolana Lusián Hernández ensaya el Cascanueces con el Arts Ballet Theater de Miami, 13 de diciembre de 2019.
Imagen Brynn Anderson/AP

"Mis padres están allá (en Venezuela) todavía", dice con voz entrecortada la bailarina profesional Lusián Hernández. Ella forma parte de una veintena de venezolanos profesionales del ballet clásico que forman parte del Arts Ballet Theater, en Miami, Florida.

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Entrevistada por Jorge Ramos para el programa Real America en Facebook, Hernández, de 25 años, habla de lo que fue el gran Teatro Teresa Carreño en Caracas, Venezuela, un gran espacio donde bailaban "superestrellas... pero ya no tuve más oportunidades de bailar danza profesional allí. Es imposible bailar en mi país".

Vino a Estados Unidos gracias a un beca en plena crisis humanitaria de la nación sudamericana (que se agudizó a partir de 2015). "Yo tengo que hacer esto por mi familia, porque estando yo aquí es una forma de ayudarlos".

Ruby Romero Issaev es la directora ejecutiva del Arts Ballet Theatre of Florida. Dice que como Hernández, los estudiantes y bailarines profesionales dejan todos sus tormentos y problemas personales, políticos, económicos y melancolías "en el sitio de parqueo" y que la escuela se ha convertido en un lugar donde encuentran refugio y un alivio a la sensación de 'nostalgia del hogar' ( homesick) que tienen los inmigrantes.

"Tenemos bailarines profesionales de Venezuela, Brasil, Ecuador, China, Japón, que vienen cada día y trabajan muy duro. Recibimos en la escuela a niños de Haití, El Salvador, Nicaragua", explica Romero.

Ella y su esposo, el bailarín y director artístico de la compañía, Vladimir Issaev, han sabido lo que es el exilio dos veces en su vida. Huyeron de la entonces Unión Soviética a Venezuela en 1987 , cuando él sintió que la KGV (policía política del régimen) "empezó a seguirme", explica Issaev, quien vivía en Moscú y había empezado su carrera desde niño.

En Venezuela, desarrolló un extensa carrera como bailarín, director y coreógrafo. "Pero la situación empezó a cambiar... una vez vi a Chávez (el entonces presidente venezolano) muy cerca, lo vi a los ojos y me dije 'ups, este es el fin. Necesito irme'”.

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En el tradicional baile del 'Cascanueces' inmigrantes venezolanos y de otros países danzan y se confunden entre trajes, soldados, tutús y piruetas. "La danza los ha salvado", le dijo Romero a la agencia AP. Algunos bailarines han solicitado asilo con sus familias. "Los padres se sienten protegidos aquí, apunta Romero".

Otros, como Hernández, obtuvieron el estatus de residentes a través de la compañía o el trabajo de sus padres.

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