52 días esperando las cenizas de su esposo: más dolor para las viudas del coronavirus en la Costa Este de EEUU

Las familias de inmigrantes mexicanos que han muerto por el covid-19 en Nueva York y Nueva Jersey se enfrentan a varias dificultades que agravan su pena: no tener dinero para pagar los gastos fúnebres, largas esperas por una saturación en las funerarias y no poder enviar las cenizas a su país porque los trámites de gobierno siguen afectados por la pandemia.

Edmundo García y Elia Cirilo llegaron a Nueva Jersey hace 21 años y soñaban con regresar a Puebla una vez que concluyera la construcción de una casa de tabique en su comunidad.
Edmundo García y Elia Cirilo llegaron a Nueva Jersey hace 21 años y soñaban con regresar a Puebla una vez que concluyera la construcción de una casa de tabique en su comunidad.
Imagen Cortesía Daniel Rosario

“Nos hubiéramos ido antes”. Elia Cirilo no para de llorar, lamentando que estuvieron a punto de terminar una casa que construían con sacrificios en Puebla, en el centro de México. Avanzaron a paso de tortuga por el raquítico sueldo que durante 18 años recibió su esposo en una panadería en Nueva Jersey. Solo les faltaban las puertas, ventanas y los acabados del hogar en el que querían pasar su vejez.

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“Nuestro sueño era hacer una buena casa, porque vivíamos en una de tabla y con techo de cartón negro. Me decía: ‘ya no vas a cocinar en las piedras y con leña’. Pero la mala suerte nos escuchó. Nuestra ilusión se fue al agua. Mi esposo nunca conoció esa casa”, dice Elia entre sollozos, en una entrevista con Univision Noticias.

Su marido, Edmundo García, de 61 años y enfermo de diabetes, siguió trabajando en la panadería incluso en medio del brote del coronavirus en Nueva Jersey, en la región metropolitana de Estados Unidos más afectada por la pandemia. El 21 de marzo, cuando ya había más de 1,300 contagios y 16 muertes en ese estado, regresó exhausto a su casa. No le tomó importancia: se bañó y se fue a la cama.

Al día siguiente volvió al trabajo a pesar de que le dolían los pulmones. El malestar se agravó el lunes. “Tengo frío, no tengo ganas de levantarme”, le dijo a su esposa. Hasta el martes aceptó visitar a un doctor porque temía que en un hospital lo infectaran de covid-19. Una inyección le hizo sentir mejor.

“Comió un plato de sopa de fideo, dos tortillas y se tomó un atole de avena. Fue la última vez que comió bien. Ya no pudo comer hasta que falleció, porque decía que la comida le sabía a plástico quemado”, cuenta entre lágrimas Elia.

Su esposo perdió la vida por el covid-19 en un centro médico de Nueva Jersey a las 5:50 am del 11 de abril, una semana y media después de que lo internaron por complicaciones respiratorias.

Edmundo García y su nieta Jocelyn Escamilla.
Edmundo García y su nieta Jocelyn Escamilla.
Imagen Cortesía Daniel Rosario


Han pasado 52 días y la funeraria que recogió el cadáver de García en el hospital ni siquiera lo ha incinerado, porque sigue saturada de cuerpos. Dieron una fecha, el 11 de mayo, pero después la pospusieron diciendo que “en estos días” lo harán.

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Para esta viuda que jamás había experimentado la cremación de un ser querido, este proceso se volvió una agonía interminable y aún no sabe cuándo descasarán los restos de su marido en un panteón de Atlixco, Puebla. Allá también lidian con el virus.

“En mi pueblo estamos acostumbrados a enterrar el cuerpo entero. Quemarlo es como hacerlo sufrir dos veces”, dice Elia, de 55 años y madre de dos hijos adultos. “Me sentiría mejor sabiendo que ya descansó en paz, como debe ser. Ahorita no es así, porque él sigue en la funeraria”, lamenta.

A este dolor se suma que esta familia no tiene dinero para pagar los servicios fúnebres. Ella recién comenzó a trabajar en una empacadora de verduras y su hijo está desempleado. Los pocos ahorros que tenían se fueron pagando la renta, comprando comida y cubriendo otros gastos. Su única esperanza es una cuenta en GoFundMe que aún no ha colectado lo suficiente para sepultar a García en su tierra.

Casi 800 mexicanos muertos por el virus

Ella no es la única viuda en esa triste situación. Desde marzo, los familiares de casi 800 mexicanos que fallecieron por el virus en el epicentro estadounidense de esa enfermedad, la urbe integrada por Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut, se han acercado a su consulado para pedir ayuda económica para cubrir los gastos funerarios y repatriar los restos de sus seres queridos a sus comunidades de origen.

Esta cifra es alrededor de un 440% más comparado con lo registrado en otros años. En promedio, en esa zona se realizan cada mes unos 60 envíos de restos al vecino país.

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Es tanta la necesidad en esa región, que el presupuesto anual de ese programa se agotó en dos semanas cuando arreció la contingencia y por ello la Cancillería tuvo que destinar más recursos: 375 millones de dólares (17 millones de dólares).

El consulado mexicano en Nueva York se ha comprometido a ayudar a todos sus paisanos, ya sea pagando directamente a las funerarias o reembolsando una parte de los gastos ya hechos. La cantidad entregada depende de la situación financiera de cada familia.

Jorge Islas, titular de esa sede diplomática, explicó que muchos inmigrantes experimentan la angustia de Elia Cirilo, ya sea que llevan varios días esperando la cremación de su ser querido o no tienen el acta de defunción que necesitan para enviar las cenizas a México. Ese trámite gubernamental sigue atorado en Nueva York y Nueva Jersey porque allá han fallecido más de 40,000 personas por el virus.

“Ha sido una situación durísima para todos”, expresó Islas en una entrevista con este medio. “Tenemos una cultura de absoluta devoción por nuestros difuntos y es un dolor sobre el dolor, en sí la tragedia de que sea un ser querido y en muchos casos el sostén de la casa, y que no sea repatriado sí es algo que aflige a la gente”, señaló el cónsul.

“Lo que quiere la familia es el descanso perpetuo del ser querido en el lugar donde haya designado llevarlo en sus lugares de origen”, agregó el funcionario mexicano.

El reporte más reciente de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), basado en los registros del programa de repatriación de restos, señalaba que más de 1,000 mexicanos perdieron la vida por el covid-19 en Estados Unidos. De estos, al menos 103 fallecieron en California y 73 en Illinois.

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“Me voy a regresar sola”

El plan de Elia Cirilo es enviar las cenizas a su esposo a Puebla en unos meses y quedarse a trabajar un par de años en Nueva Jersey para terminar su casa y ahorrar lo suficiente para abrir un negocio en su comunidad. La pareja tenía 21 años en ese estado, pero casi todo ese tiempo apenas ganaron para sobrevivir.

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Hace cuatro años comenzaron la construcción de su hogar en Atlixco. Era su mayor anhelo: tener una casa de tabique. Vinieron a EEUU animados porque veían que las familias de sus vecinos que emigraron habían salido de la pobreza.

Esta pareja se dedicaba a sembrar frijol, maíz y cacahuate, y criaban pollos y puercos. García a veces trabajaba de chofer y albañil. Para cruzar la frontera pidieron dinero prestado y al llegar a Nueva Jersey se dieron cuenta de que la vida en el norte era más difícil de lo que creían.

Edmundo García prácticamente tuvo un solo empleo en este país: panadero. Trabajaba al menos 60 horas a la semana (12 cada día) por un sueldo que se le esfumaba pagando el alquiler y comprando comida.

Hace seis meses, después de varias súplicas, su patrón le aumentó el salario. Pero jamás le pagaron las horas extras que trabajaba, ni siquiera cuando horneaba pan hasta la madrugada en fechas especiales, dice su viuda. “Murió y su patrón ni llamó para dar el pésame”, reprocha ella.

Elia dice que no puede quitarse de la cabeza el recuerdo de cuando él regresaba a casa sucio de harina.

“Lo extraño, lo busco, me siento muy mal. Trato de estar ocupada, pero me gana la tristeza”, dice ella con lágrimas. “Vinimos dos a Estados Unidos, pero me voy a regresar sola”.