La cena de la fundación Al Smith empezó el jueves con una inusual bendición. El obispo Nicholas DiMarzio se dirigió a los 1.500 invitados reunidos en un salón de baile del Waldorf Astoria para una velada que suele ser agradable: “La mayoría de nosotros, incluyendo la secretaria Clinton y el señor Trump, estamos rezando para que estas elecciones terminen pronto. Así que recemos”.
Por qué es tan peligroso no tomarse en serio la cena de los chistes con el arzobispo de Nueva York
La cordialidad en la cena que organiza la fundación de Al Smith es un rito pequeño, pero esencial en la vida democrática de Estados Unidos. Lo que pasó este año no sólo resume lo bajo que ha caído la campaña, sino que alerta de los riesgos para el país.

Los invitados rieron, pero el comentario lo repitieron los oradores de la noche y no parecía una broma. Al Smith IV, el bisnieto del gobernador de Nueva York Al Smith por el que se celebra la cena, también se congratuló de lo poco que queda para el 8 de noviembre, cuando uno de los dos candidatos será elegido. “Qué bajonazo”, dijo.
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El anfitrión, el arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, había recibido durante las últimas semanas peticiones de que no invitara a la cena a los candidatos presidenciales este año.
En 1960, John Kennedy y Richard Nixon inauguraron la tradición de acudir al evento en beneficio de asociaciones caritativas católicas y dar un discurso divertido y autocrítico a pocos días de las elecciones. Pero la fundación no siempre ha invitado a los candidatos presidenciales. No lo hizo en 1996 ni en 2004 para evitar polémicas por el aborto (en el caso de Bill Clinton) o sobre la guerra de Irak (en el de George W. Bush). Pero este año el cardenal Dolan decidió arriesgarse.
En las últimas dos elecciones presidenciales los discursos habían ido bien y las veladas habían cumplido la función deseada: ofrecer un momento de distensión y de juego limpio a pocos días de las elecciones. El presidente Barack Obama y sus rivales en 2008 y 2012, John McCain y Mitt Romney, hicieron lo que requería la ocasión. Recitaron chistes irónicos sobre sí mismos y algunos suaves sobre los rivales, y mostraron que podían pasar una cena agradable con el contrincante.
Al Smith IV pidió repetidamente a Clinton y Trump que fueran “civlilizados” y al principio ambos parecían cumplir con el rito. Pero la velada se volvió pronto incómoda y agresiva. Invitados y periodistas comentaban lo inédito de lo que estaba sucediendo.
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Desde el balcón
Los reporteros veíamos el show desde la balconada que se asomaba al piso donde estaban colocadas las mesas donde los invitados comían cocktail de langosta y dúo de praliné. Durante un buen rato, la misión consistía en fijarse en las vestimentas o en los gestos en la mesa presidencial.
Muchos ya habíamos seguido las cenas de la fundación de otros años y esperábamos un intercambio de bromas más o menos convencional. Algunos ya tenían escrito el titular sobre el paréntesis de cordialidad en medio de la tensión.
Cuando Trump empezó a derivar su discurso hacia los insultos habituales de campaña los reporteros fueron los primeros en decir "oh", casi conteniendo la respiración y temiendo lo que se avecinaba. Después, algún veterano se marchó deprimido por el tono de la campaña.
Los abucheos fueron muy fuertes contra Donald Trump, pero sus ataques y la reacción no fueron los únicos momentos de tensión. Clinton también recibió un amago de abucheo y varios momentos de murmullos incómodos ante algunos de sus chistes y no sólo contra Trump. Cuando dijo que cómo iba a entrar Barack Obama para las ceremonias de un posible presidente Trump si había una prohibición para los musulmanes, hubo unos pocos “ohhh” incómodos.
En 1984, Walter Mondale también fue abucheado por no ir a la cena y dejar al presidente Ronald Reagan solo, pero se trató sólo de un episodio y el afectado no estaba presente.
Este año había algunas señales de que algo iba mal desde el principio. Antes de que empezaran los discursos, en el desfile de la mesa presidencial, Bill De Blasio, el alcalde de Nueva York, recibió abucheos bastante sonoros. En la misma entrada, antes de hablar, Trump escuchó aplausos y también algunos gritos en contra.
Mirando al pasado
Los invitados parecían sentirse más a gusto con el pasado de la ciudad. Los más aplaudidos más allá de los candidatos fueron los ex alcaldes de Nueva York Rudolph Giuliani y Michael Bloomberg. El discurso que más gustó fue el de Smith, que estaba casi afónico y recomendó el Nobel de la Paz para el cardenal Dolan por haber conseguido que Trump y Clinton se dieran la mano.
En privado, según Dolan, antes de la cena Trump y Clinton intercambiaron alguna frase más cortés, pero el cardenal reconoció que la situación era “incómoda”. Él se encontraba sentado entre los dos, en el “lugar más gélido de la Tierra”, aunque dejó claro con quién tenía más en común.
El cardenal habló con Clinton animadamente durante la cena y apenas se dirigió a Trump, que estaba sentado junto a su mujer Melania (Bill no estaba). Mientras Clinton y Dolan charlaban, Trump saludaba a otros invitados. En un momento, le hizo a uno el gesto de dispararle (figuradamente). Mientras Trump atacaba a Clinton, Dolan, algo nervioso y con gesto serio, le susurraba al oído a la candidata demócrata.
La familia Smith estaba claramente más molesta con Trump. El anfitrión dijo “ya empezamos” después del discurso de Trump. Su hijo, Al Smith V, comentó este viernes que el candidato republicano se había “sobrepasado” en sus ataques.
“Lo que vimos en último debate hace dos noches es lo que vimos anoche”, dijo.
El papel de la cena
La que organiza la Fundación dedicada a Al Smith es la mezcla de política y comedia más célebre junto a la cena de la asociación de corresponsales de la Casa Blanca en Washington. Pero la de Nueva York tiene más particularidades: se hace unos días antes de las elecciones y suelen estar los dos rivales. Se requiere especial decoro porque lo organiza la Iglesia católica y los fondos van para organizaciones que se dedican sobre todo a los niños de Nueva York.
Al Smith, demócrata, católico y símbolo contra la intransigencia, tenía el apodo del "guerrero feliz". Una de las fotos en el programa de la cena del jueves le muestra tocando el piano y cantando para un grupo de niños y jóvenes.
Uno de los escritores de discursos de Obama explica que “hay algo optimista” en la cena que por fin entendió hace cuatro años mientras escribía algunos chistes para el presidente.
El autor, David Litt, quería llevar a la cena en el Waldorf un archivador con fotos para hacer un chiste sobre la frase de Romney en un debate. El candidato republicano había dicho que recibía “archivadores llenos de mujeres” para hacer la selección de personal como gobernador de Massachusetts y había sido criticado por ello. Pero el presidente rechazó ese chiste. No quería caer en una broma demasiado negativa.
Desde su creación, la cena “ha sido un despliegue democrático de respeto mutuo, aunque sea ligeramente forzado", según dice David Litt. “Los chistes de los candidatos no quieren sugerir que la política es una broma, un juego. Más bien reconocen el principio fundacional de la sociedad americana. Incluso en nuestros momentos de mayor enfrentamiento, todos estamos en el mismo equipo”.
Esto es muy parecido a lo que dijo Romney en aquel discurso. “En nuestro país puedes oponerte a alguien en política sin ninguna animadversión personal”.
La falta de respeto a este pequeño rito este año socava un poco más las costumbres democráticas de Estados Unidos.
David Litt escribe: “Es demasiado tarde para salvar la cena de Al Smith de 2016. Pero no lo es para salvar todo lo que se supone que representa… Trabajemos para que en la cena de 2020 un presidente y su rival puedan sinceramente, aunque sea con alguna reticencia, mostrar respeto mutuo”.










