Valparaíso, el patrimonio chileno en eterna crisis

Uno de los principales atractivos turísticos del país sudamericano enfrenta serios problemas institucionales y económicos, que ni siquiera la masiva llegada de viajeros ha podido resolver.

Los clásicos ascensores de Valparaíso, con el puerto a la izquierda y los cerros a la derecha.
Los clásicos ascensores de Valparaíso, con el puerto a la izquierda y los cerros a la derecha.
Imagen Francisco Otondo

Hace algunos años, el Mercado Puerto era parada obligada en el circuito gastronómico de Valparaíso: era el lugar donde probar los mariscos y pescados extraídos en la costa chilena. Eso, hasta 2010. El terremoto de 8,8º no lo botó, pero causó daños estructurales y los comerciantes tuvieron que abandonarlo. Las mesas, el olor de las cocinas, los garzones y los comensales fueron reemplazados por tablones botados, humedad y ratones. Y, aunque hoy está en reparaciones con la promesa de estar listo para 2017, los porteños dudan y tienen razones para hacerlo. La calle Serrano, la maestranza del muelle Barón y otros históricos edificios siguen abandonados, sin recibir apoyos para ser refaccionados.

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A pocos metros del Mercado Puerto está la zona donde se planea levantar el segundo terminal (T2) del Puerto de Valparaíso (PdV). Su construcción ha generado polémica: para algunos, es la posibilidad de crear más empleo; para otros, la destrucción del borde costero, uno de los paisajes más atractivos de la zona. Y, de fondo, está la discusión sobre la situación patrimonial, urbana y habitacional de la ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003.

Todos estos proyectos y edificios abandonados son capítulos en la larga historia de deterioro que Valparaíso ha vivido desde el devastador terremoto e incendio de 1906. El nocaut se lo dio la inauguración del Canal de Panamá en 1914: el movimiento de barcos entre el océano Pacífico y el Atlántico por el Estrecho de Magallanes se redujo drásticamente y el puerto chileno dejó de ser parada obligada. El estatus de centro comercial líder en Sudamérica que tuvo durante los siglos XVIII y XIX, cuando atraía a marineros y comerciantes británicos, españoles, franceses y alemanes, se perdió.

Imagen Francisco Otondo

El Estado prácticamente se desentendió del desarrollo de la ciudad hasta la vuelta a la democracia en 1990. De ahí en adelante, cada década ha estado marcada por una, dos o tres iniciativas que han buscado la recuperación de Valparaíso. Ese mismo 1990, se inauguró el Congreso Nacional –que antes de la dictadura tuvo su sede en Santiago– bajo una promesa descentralizadora. En 2003, la ley ordenó instalar ahí el Ministerio de la Cultura y las Artes para reflejar la vida artística y cultural del puerto. Ese año y tras un lustro de trámites, vino la declaración de Unesco. Durante la década siguiente, se revitalizó la zona patrimonial. En 2008, se terminó el camino La Pólvora, que sacó a los camiones de la ciudad. Y, entre 2016 y 2018, se construirán el T2 y un centro comercial los que ofrecerían mil empleos directos y dos mil indirectos, según PdV.

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“Estamos mejor que hace trece años, pero lejos aún de lo deseable y lejos, incluso, de lo que uno pudo conjeturar ese año para dentro de un poco más de una década”, opina Agustín Squella, abogado porteño y asesor en temas culturales del ex presidente Ricardo Lagos, entre 2000 y 2006.


Al caminar por Valparaíso se nota cierto abandono. La basura en algunas calles revela una gestión municipal que ni siquiera puede mantenerlas limpias, lo que alimenta dudas de corrupción o, al menos, de negligencia. En la parte plana e incluso en el sector patrimonial, terrenos baldíos rodeados de paredes quemadas dan testimonio de los que alguna vez fueron edificios, víctimas de los grandes incendios que permanentemente azotan a la ciudad. Algo similar pasa con construcciones como el ex Mercado Puerto, construido en 1924 y abandonado desde el terremoto de 2010. Si se sigue avanzando cuesta arriba por cualquiera de sus 42 cerros, se pueden ver frágiles casas improvisadas a punto de caer: son el fruto de niveles de cesantía que llegan al 8,2% en la provincia y superan al 6,9% que afecta al país.

Esto es un reflejo de algo claro para los expertos: Valparaíso es ejemplo de la necesidad de una mejor estructura política y más regulación del patrimonio y de las ciudades en el país. “Hay un modelo cuestionado en Chile desde la estructura política hasta la regulación. En el ámbito urbano hay una crisis de la estructura organizativa que regula las ciudades”, explica Alberto Texidó, académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.

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Sueño y cansancio

Debido a la falta de coordinación y liderazgo, aparecen contradicciones: entre las agencias gubernamentales encargadas de la política económica y la cultural, entre el municipio y la intendencia, y entre los empresarios portuarios, los turísticos y los habitantes del puerto. La lista llega hasta las organizaciones ciudadanas. Pese a que todos buscan ‘salvar’ Valparaíso en su discurso, compiten y se miran con desconfianza en la práctica.

“A mí me carga que todo el mundo encuentre romántico a Valparaíso. Ellos lo echan a perder. Lo condenan a ser presa de su mito: encuentran romántico lo pobre”, alega Samuel Pizarro, vecino del cerro Toro.

Squella lo apoya: “Yo estoy cansado, harto incluso, de que alguien me venga a hablar de sus ‘sueños’ sobre Valparaíso. Valparaíso no necesita más sueños ni tampoco simples deseos: requiere ideas y, más aún, proyectos. Pero cuando los hay, cuando hay algún buen proyecto, surge lo de siempre: carencia de recursos y déficit de institucionalidad y de gestión. Y eso sin contar la oposición casi siempre destructiva de aquellos a los que el proyecto no les gusta”.

La ciudad refleja estas contradicciones. Terrazas de restoranes, cafés y tiendas de artesanía conviven con instalaciones a lo Marcel Duchamp de inodoros de los que cuelga un letrero “ Monumento al WC. Patrimonio de la humanidad”. Murales de artistas reconocidos con rayados de letras inentendibles. El trabajo de emprendedores en almacenes y espacios de co-work con riñas nocturnas en antros del plan, esa zona entre los cerros y el mar donde antes se daba gran parte de la actividad comercial. La vieja ex cárcel rehabilitada como centro cultural con un basural a pocos metros.

Imagen Francisco Otondo

“Y aún así, Valparaíso se las arregla para gustarle a la gente. Debe ser porque tiene eso de ser un punto de encuentro, del cerro con el mar, o donde un rico puede tomarse un trago con un pobre, un intelectual con un delincuente, un joven con un viejo”, dice Pizarro resaltando la faceta bohemia de la urbe.

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¿Qué hacer con la ciudad? Hay casos como Baltimore en los 60, Barcelona en los 90 y Melbourne en los 2000, puertos donde los proyectos de reactivación y rehabilitación exigieron diagnósticos certeros y altas inversiones, pero también liderazgos que abordaron el problema de manera global y con perspectiva de largo plazo, algo difícil de hacer con gobiernos de cuatro años.

Texidó cita un exitoso ejemplo no portuario en Latinoamérica: “Medellín empezó el 2005, 2004. Con menos dinero y mejor coordinación, dieron a sus ciudadanos acceso a bienes públicos y culturales. Ahora, tienen el mejor transporte público. Con acciones colectivas, pasó de ser la ciudad más peligrosa a una de las mejores. ¡Con la mitad del ingreso per cápita de Chile!”.

Pocos ponen su fe en las elecciones municipales de octubre, donde el actual alcalde de derecha se enfrenta a un rapero de centroizquierda. Al contrario, la sensación es que cualquier gestión comunal será insuficiente y que se necesita una institucionalidad superior que cuente coordine la acción de ministerios, la municipalidad, empresas y organizaciones ciudadanas. Además, debería diseñar y gestionar un plan de desarrollo del sitio patrimonial que considere la complejidad porteña. Al final, el problema patrimonial es un problema de poder.

“La ciudad dejó de ser singular y pasó a ser plural. Lo que hoy tenemos son Valparaísos: Valparaíso ciudad habitada, Valparaíso ciudad puerto, Valparaíso ciudad turística, Valparaíso ciudad patrimonial, Valparaíso ciudad universitaria”, concluye Squella. “Debe haber equilibrios, sintonía, generosidad entre los varios Valparaísos. Pero, ¿quién puede conseguir eso si aquí no hay ni se reconoce ningún liderazgo y tampoco existe una institucionalidad suficiente como para que un liderazgo opere con eficacia?”.