Los republicanos deberían poner sus esfuerzos en modernizar la infraestructura de EEUU

La inversión en carreteras, puentes y túneles saca más partido al dinero que cualquier recorte de impuestos, en un momento el Congreso necesita una victoria política.

El presidente Trump declaró en su campaña que pondría un énfasis en la construcción de nueva infraestructura para el país.
El presidente Trump declaró en su campaña que pondría un énfasis en la construcción de nueva infraestructura para el país.
Imagen Olivier Douliery/AFP/Getty Images

El lunes 17 de julio, tras el colapso del proyecto de ley de salud del Senado, los republicanos se encontraron, de nuevo, en un atolladero. El Congreso liderado por ellos ha fallado en capturar la bandera que los conservadores han perseguido durante los últimos siete años consecutivos: la derogación y el reemplazo de Obamacare.

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Los republicanos en el Congreso se enfrentan a un par de realidades poco alentadoras conforme entran ( eventualmente) en el descanso de agosto. Desde que el Partido Republicano logró el control de las tres ramas del gobierno, no han podido celebrar una sola victoria legislativa. Obamacare se mantiene y la reforma tributaria y el presupuesto laboral están en un segundo plano. Ahora Mitch McConnell, líder de la mayoría en el Senado, está maniobrando hacia una votación que podría finalmente poner el diálogo sobre la derogación detrás del Congreso o abrir otra ronda de debate.

Pero los líderes del Congreso deberían considerar un rumbo diferente: un proyecto de ley sobre el gasto en infraestructura. Por razones políticas, una propuesta legal de esta índole sería de fácil aprobación por parte de los representantes, ya que estos llevarían una buena noticia a sus distritos. Aprobar un proyecto de ley sobre infraestructura podría ser la victoria que no han logrado hasta ahora. Y, según un nuevo informe del Instituto de Política Económica (Economic Policy Institute), t ambién hay razones macroeconómicas de peso para invertir en este rubro.

El informe señala dos problemas persistentes en lo tocante a la economía norteamericana. Uno es un déficit de gasto entre los hogares, los negocios y el propio gobierno, el cual equivale a una caída de la demanda agregada. El otro problema es una ralentización en el crecimiento de la productividad. Las inversiones de capital en infraestructura pudieran resolver ambas problemáticas, de acuerdo con Josh Bivens, director de investigación en este instituto y autor del informe.

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La necesidad de gasto en infraestructura es evidente y no solo en las horribles esperas en el metro de Nueva York. La inversión pública en este sector está aún muy por debajo de sus niveles de 1980 (véase el cuadro siguiente). Y, como establece el informe del Instituto de Política Económica, el costo de inversión en infraestructura hidráulica y de transporte está subiendo más rápido que el sistema de precios, lo que quiere decir que un mayor gasto es necesario solo para mantener la actual calidad de los servicios.

Se trata de un sencillo argumento para subir el gasto (y para hacerlo ahora). Sin embargo, Bivens concibe este como un catalizador macroeconómico: una manera de evitar los rigores de la estagnación secular. Ese es un complejo término que describe un número de padecimientos crónicos, llámese el lento o inexistente crecimiento sin espectaculares burbujas económicas.

“Los miedos crecientes a una ‘estagnación secular’ –que no es más que un déficit crónico de la demanda agregada relativa a la capacidad productiva de la economía– parecen justificados desde varios ángulos estadísticos”, escribe Bivens.

Entre los peores indicadores de la estagnación secular hoy día se cuenta el lento crecimiento de los salarios, aun incluso tras la recuperación de la Gran Recesión. El Instituto de Política Económica examina una serie de intervenciones de política fiscal que el gobierno federal pudiera aplicar para hacer despegar el crecimiento salarial. El informe asigna un multiplicador de tipo “sacar provecho al dinero” en el caso de estas intervenciones: recortes de impuestos temporales, así como permanentes, e incrementos del gasto.

Mientras que los hogares pueden ahorrarse los recortes de impuestos y las transferencias que reciben, el gasto en infraestructura es una inmejorable forma de estímulo económico, ya que con ella el dinero se emplea en algo concreto, así de simple. La conclusión del informe no deja chance a la ambigüedad. “La inversión en infraestructura es comúnmente considerada para que sea un mucho más eficiente incentivo fiscal que casi cualquier forma de recorte tributario, y es sustancialmente más eficiente que esos recortes cuyos beneficios recaen mayormente en hogares de altos ingresos”.

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¿Por qué los republicanos deberían hallar un argumento convincente para gastar? Una clave para el crecimiento productivo, según Bivens, es la ‘intensidad de capital’, esto es, más y mejores herramientas para la fuerza de trabajo y la economía. Esto incluye servicios públicos, autopistas, aeropuertos, y así sucesivamente, de todos los cuales depende la productividad del sector privado. Luego, el gasto en infraestructura es también una inversión en el sector privado.

El informe apunta que la inversión pública en infraestructura conduciría a ganancias incluso si no significara un impulso directo a la productividad del sector privado. Recorridos al trabajo más cortos y un aire más limpio no aparecen típicamente como crecimientos medibles en salarios, refiere Bivens. Pero el retorno de inversión del sector privado es grande y eso debería llamar la atención entre los líderes del Congreso. “Las estimaciones medianas y promedios de una revisión de una decena de estudios sobre infraestructura indican que, por cada 100 dólares gastados en infraestructura, la producción del sector privado aumenta en 13 dólares (mediana) y en 17 dólares (promedio) en el largo plazo”, dice Bivens.

Después de tantas rondas consecutivas en la Oficina de Presupuesto del Congreso para decidir si decenas de millones de personas pierden su atención médica, un proyecto de ley de infraestructura representaría un certero cambio de rumbo. Hay puentes que necesitan arreglo y redes que requieren mantener a raya las amenazas cibernéticas.

La reparación de carreteras y túneles significa la distribución de servicios constitutivos en el mejor sentido de la palabra, y desarrollar acuerdos pudiera hacerle recordar al Congreso el espíritu de regateo que alguna vez motivó el compromiso bipartidista.

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Sin embargo Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, puede avanzar basado en otras prioridades. Los republicanos en la Cámara recién propusieron un presupuesto para 2018 lleno de reducciones presupuestarias que afectaría tanto a Medicare como al Seguro Social, y prepararía el escenario para la derogación de leyes sobre reformas financieras y demás. Como Mike DeBonis publica en The Washington Post, el plan de la Cámara recorta el gasto discrecional federal no defensivo en cerca de un cuarto, pasando de 554,000 millones de dólares a 424,000 millones.

Un gran impulso al gasto en infraestructura es improbable a corto plazo, políticamente hablando, incluso si el presidente Donald Trump hizo de este una de sus principales promesas de campaña (ambos candidatos prometieron sumas considerables en infraestructura, pese a que tuvieran planes diferentes).

Los programas republicanos para equilibrar los déficits presupuestarios se sustentan en una lógica del lado de la oferta: grandes ganancias en crecimiento económico para compensar los recortes de ingresos. El presupuesto de la Cámara para 2018 asume una tasa de crecimiento de 2.6%; la Casa Blanca insiste en una más prometedora de un 3%. Pero ninguna de las cifras se ajusta a un 1.9% de crecimiento presupuestado por la Oficina de Presupuesto del Congreso.

El crecimiento que podría compensar los recortes de presupuesto que los republicanos aplauden pudiera no ser posible sin el tipo de gasto al que los republicanos se muestran reacios. No obstante, quienes son representados por esos mismos republicanos no se oponen a las inversiones de capital en sus comunidades, incluso si ello conlleva un giro hacia el gasto. En ese sentido, un cambio podría mejorar el presupuesto tanto a corto como a largo plazo y ayudar a los republicanos a entrar en 2018.

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Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.