La líder indígena que creó viviendas con piscinas para los más pobres y que ahora está en la cárcel

El ‘Cantri’ es una de las obras emblemáticas de la Tupac Amaru, la organización liderada por Milagro Sala, ubicado a las afueras de la ciudad de San Salvador de Jujuy. El nombre es una ironía que juega con los countries, esos exclusivos barrios argentinos que tienen seguridad privada. Este ‘cantri’ tiene piscina, espacio para hacer asados y juegos para niños, algo que suena muy lejano del diseño típico de las viviendas sociales. Y, sin embargo, lo es: las casas fueron construidas con fondos estatales para paliar la crisis habitacional. Y estas viviendas son sólo algunas de las miles que la organización construyó a lo largo de más de diez años con un modelo diferente de construcción y gestión en la provincia de Jujuy.
Ubicada en el extremo norte del país, Jujuy está entre las provincias más pobres de la Argentina. Según el último censo, un 29% de las viviendas ahí tienen deficiencias, las que van desde falta de servicios básicos hasta problemas estructurales, pasando por el hacinamiento (el promedio nacional es de 16%). Las necesidades son muchas y la respuesta del Estado tarda, si es que llega. Ante un Estado provincial bastante débil, la agrupación de Sala creció y llenó sus vacíos.
La Tupac Amaru nació como una organización de desempleados a fines de los noventa, como muchas otras en ese momento en la Argentina, cuando el desempleo llegaba a un 15%. La naturaleza de la organización cambió a partir de 2003, cuando el nuevo gobierno de Néstor Kirchner inició un programa de emergencia habitacional y decidió juntar dos objetivos: generar trabajo y construir viviendas. La Tupac se consolidó entonces a través de las cooperativas de construcción con las que accedían a fondos.
“Eran cuadrillas de 16 personas que construían cuatro casas en seis meses”, explica Alejandro Garfagnin i, coordinador nacional de la organización. “Con el tiempo mejoró la organización y logramos hacerlo en menos tiempo. Y todas las ganancias que teníamos, las reinvertíamos en los barrios. Por eso pudimos construir piscinas, tener ambulancias y centros de educación, entre otras cosas”.
Esta eficiencia fue uno de los puntos centrales de su crecimiento. “Lograron ganarse la confianza del gobierno que les fue dando más fondos”, señala Lorena Moscovich, politóloga y profesora de la Universidad de San Andrés que estudió a la agrupación.
La organización no sólo construyó casas, sino que también administraba centros de salud, escuelas y llegó a tener fábricas para proveerse de materiales de construcción y cooperativas textiles, entre otras cosas. “La idea no era construir sólo viviendas, sino barrios, centros urbanos en los que se pudiese acceder a diferentes servicios”, señala Garfagnini.
Su rápido crecimiento con esta estructura a partir de 2003 la llevó a convertirse en el tercer empleador de la provincia de Jujuy, detrás del estado provincial y un ingenio azucarero. No está claro cuántos miembros llegó a tener esta organización, pero la cifra es alta: ellos mismos dicen que llegaron a tener 5,000 cooperativistas, pero Lorena Moscovich habla de 70,000 afiliados en uno de sus estudios (en la región de Jujuy viven 700,000 personas). Las múltiples funciones que cumplía la Tupac Amaru le permitía tener ingresos de diferentes programas sociales, que luego redistribuía entre las distintas actividades que realizaban. Y con este crecimiento, llegaron las controversias.
La falta de transparencia del uso de los fondos fue uno de los problemas que surgieron. Ya en 2012 la Auditoría General de la Nación difundió un informe en el que señalaba falencias en el proceso de control de la construcción de las viviendas, que incluía la opacidad en cómo se manejaban los fondos.
“De las 8,532 casas que la Tupac tenía que construir, 6,172 están terminadas, pero hay otras 524 empezadas que no se terminaron y 1,836 que directamente no están, aunque todas figuran en los papeles como terminadas”, enumera Joaquín Millón Quintana, titular de la Oficina Anticorrupción de Jujuy.
Otra gran crítica es que el Estado le transfería fondos a una organización que formalmente actuaba como una simple constructora de viviendas, pero que en la práctica era mucho más: tenía poder de decisión sobre quiénes recibían esas casas y lo usaba para reclutar afiliados.
“El sistema te exigía ser parte de la Tupac para beneficiarte”, señala Millón Quintana. Desde la Tupac niegan haber tenido este rol y aseguran que sólo postulaban ante el gobierno a quienes ellos creían que las necesitaban, pero que en última instancia era el Estado quien las adjudicaba. Hay varios testimonios, sin embargo, que muestran el enorme poder que tenía la organización. “Hay casos en los que incluso actuaban como su propia policía, echando a personas del barrio si habían infringido alguna de las reglas”, explica Moscovich. Los métodos de la Tupac, en algunos casos bastante violentos, también generan algunas dudas sobre el poder casi paraestatal que ejercían sobre sus afiliados.
En 2015 la suerte de la Tupac Amaru dio un vuelco radical. El signo político del gobierno nacional argentino cambió y también el de la provincia de Jujuy, donde asumió Gerardo Morales, quien ya se había enfrentado públicamente a Sala. A los pocos días de su asunción, Sala realizó junto a la organización un acampe en la gobernación por el que fue detenida, hecho que fue cuestionado por organismos de derechos humanos como Amnistía Internacional. A esa causa original se le sumaron otras denuncias, que incluyen desvío de fondos de la construcción de viviendas, extorsión y amenazas a la policía, entre otras.
Sala lleva ahora dos años detenida a la espera de los distintos juicios y la organización por el momento parece estar desmembrada. Aunque las viviendas siguen habitadas, muchas de las otras actividades, como las cooperativas de construcción y de textil decayeron luego del arresto de la líder y del cambio en las políticas estatales. Durante años, la Tupac Amaru atendió a las necesidades de la población más pobre de Jujuy y les trajo soluciones concretas, aunque con métodos que pueden ser cuestionables. Queda ver ahora cómo se atenderán esas necesidades.