Cuando un gobernante descarriado amenaza con convertirse en dictador, lo único razonable es tomarse las amenazas en serio. Así lo indica la experiencia de quienes hemos presenciado el nacimiento de dictaduras. Trump está dando diferentes señales de que estaría dispuesto a desconocer las reglas electorales de nuestra democracia. Una vez más se negó a comprometerse a aceptar una posible derrota en noviembre. “No soy un buen perdedor”, le dijo a Chris Wallace de Fox News el domingo. “No me gusta perder…tengo que ver (si acepto la derrota). Les mantendré en suspenso”.
Trump ensaya la represión en Portland
"Los paramilitares que ha lanzado Trump a las calles como una jauría feroz se desplazan en vehículos sin marcas policiales. En uno de ellos secuestraron a Mark Pettibone, de 29 años, cuando éste se dirigía a su casa en la madrugada del miércoles pasado".


Y a medida que se hace más probable su derrota en las urnas, de acuerdo a las encuestas de opinión, el mandatario da pasos inconfundibles hacia la autocracia. Uno particularmente alarmante es la represión a las manifestaciones de protesta en Portland, Oregón.
Trump y sus secuaces están usando a Portland como un balón de ensayo para la represión dictatorial. Con el pretexto de proteger propiedades federales, el mandatario ha desplegado fuerzas paramilitares que, sin identificarse, patrullan las calles, usan la fuerza, arrestan y mantienen tras las rejas a personas a las que nunca les dicen de qué se les acusa o son sospechosas.
Se trata de acciones típicas de tiranías tradicionales como la castrista en Cuba, la chavista en Venezuela o la pinochetista en Chile. El objetivo es intimidar a los ciudadanos en general y a los manifestantes en particular; y de paso ver hasta dónde puede llegar la represión en Porltland con la intención de usarla en otras partes del país. Precisamente hoy, el Departamento de Seguridad Nacional anunció que enviará “refuerzos” similares a otras ciudades.
Los paramilitares que ha lanzado Trump a las calles como una jauría feroz se desplazan en vehículos sin marcas policiales. En uno de ellos secuestraron a Mark Pettibone, de 29 años, cuando éste se dirigía a su casa en la madrugada del miércoles pasado. Pettibone cuenta que los paramilitares lo detuvieron, lo registraron y lo llevaron al edificio de las cortes federales donde lo encerraron en un calabozo y le pidieron que renunciara a sus derechos de Miranda contra la autoincriminación. Él se negó. Hora y media después lo liberaron sin que nunca le dijeran de qué era sospechoso. Posteriormente, el Departamento de Protección Fronteriza y de Aduanas de Estados Unidos, CBP por sus siglas en inglés, se atribuyó arrestos como el de Pettibone.
Los detenidos en Portland recientemente y otros testigos cuentan asimismo que los paramilitares están comportándose no como policías, sino como soldados. Los abordan, dicen, como si entraran en combate en una selva o en una ciudad sitiada por combatientes enemigos. Esta actuación se suma al uso indiscriminado de gases lacrimógenos y a los disparos de balas de goma a la cabeza de manifestantes en la ciudad, dos violaciones flagrantes de la Convención de Ginebra, de la que Estados Unidos es signatario.
El pretexto de Trump y sus secuaces para esta represión característica de las tiranías es preservar la integridad de instalaciones federales en Portland. Pero, en la práctica, la coacción violenta está teniendo el efecto contrario. Muchos manifestantes están regresando a diario al centro de Portland. Anoche un grupo de jóvenes madres formó una pared de contención alrededor de una manifestación.
La ciudad ha sido escenario de las protestas más prolongadas del país – 51 días al hilo - tras la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, Minnesota. Es como si se inspiraran en la brutalidad trumpista para protestar sin tregua, algunos, lamentablemente, de forma violenta.
El alcalde de Portland, Tom Wheeler, y la gobernadora de Oregón, Kate Brown, ambos demócratas, han denunciado la actuación de Trump por lo que es: un descomunal abuso de poder que, lejos de restaurar el orden, está exacerbando el caos en la ciudad.
Las autoridades locales habían distendido las protestas hasta que Trump envió a sus paramilitares. Wheeler opina que el mandatario los está usando “para mejorar sus números en las encuestas”, algo que califica como “un abuso absoluto de agentes federales del orden”. Los demócratas de la Cámara de Representantes iniciarán una investigación de los hechos esta semana, pero es difícil que algo constructivo salga de ahí habida cuenta de la complicidad con Trump de los republicanos que controlan el Senado.
La represión violenta es una consecuencia natural de haberle dado poder a una figura narcisista, paranoica y atrabiliaria como Trump. Se agudizará a medida que se agraven las crisis sanitaria y económica en el país y él vea disminuir sus posibilidades de continuar ejerciendo la presidencia por la vía constitucional y democrática. Muchos estadounidenses probablemente responderán con protestas potencialmente violentas. Después de todo, el país no está acostumbrado a la tiranía. La mesa está servida, pues, para largos meses de zozobra política y social. La receta demencial de Trump para estos males la estamos viendo en Portland: represión indiscriminada al peor estilo de las dictaduras.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







