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Cancer de seno

Hispana con cáncer de seno metastásico supera los pronósticos gracias a un ensayo clínico

A diferencia de otros pacientes en etapas avanzadas de esta enfermedad, Anna Pastrano ya lleva ocho años desde el diagnóstico. Su historia demuestra que nunca hay que perder la esperanza y sirve de inspiración a aquellas personas a las que la ciencia ofrece nuevas opciones de tratamiento.
5 Oct 2021 – 12:00 PM EDT
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Hace ocho años Anna Pastrano recibió la noticia que nadie quiere escuchar: tenía cáncer de seno metastásico en etapa IV -el estadio más avanzado cuando ya se ha propagado a otras partes del cuerpo y es imposible curarlo-. El pronóstico no era bueno.

Si bien nunca se saltó ninguna prueba de detección o mamografía, el escurridizo diagnóstico llegó demasiado tarde. “Es estadio 4 y te vas a morir”, le dijo el oncólogo cuya crudeza y falta de sensibilidad le hizo buscar una segunda opinión que le cambió la vida.

El mensaje de su nueva oncóloga, Mariana Chavez Mac Gregor, del hospital MD Anderson Cancer Center en Houston (Texas), fue distinto. “Me explicó todo con claridad y honestidad para que entendiera y me dijo que no me rindiera y que siempre tendría un plan para mí”, cuenta Pastrano en conversación con Univision Noticias.

Fue ahí cuando se enteró de la posibilidad de participar en un ensayo clínico que quizá podría ‘comprarle’ más tiempo. El estudio en cuestión -llamado MONALEESA-2- estaba evaluando una nueva combinación de medicamentos de ribociclib y terapia endocrina.

Tras conversar con su esposo y aclarar dudas con su doctora, optó por hacerlo: “Pensábamos que iba a morir así que decidimos probarlo”. Después de 21 días de tratamiento (en pastilla), sus recuentos sanguíneos disminuyeron, lo que demostró que estaba recibiendo la terapia y que estaba funcionando.

Desde entonces han pasado 8 años en los que, apoyada en su fe en Dios y su confianza en sus médicos, Ana Pastrano ha superado todos los pronósticos. “Es extraordinario. La mayoría de los pacientes no cuentan con el control del cáncer por este largo período”, dice la doctora Mariana Chavez Mac Gregor a Univision Noticias.

Nuevos resultados publicados por el MD Anderson Cancer Center sobre el estudio en que Anna participó han demostrado que la combinación de estos medicamentos prolonga significativamente la supervivencia en mujeres posmenopáusicas con cáncer de mama metastásico, lo que respalda su uso como tratamiento de primera línea en estos casos (el Ribociclib fue aprobado por la FDA en 2017).

Gracias a mujeres valientes como Anna Pastrano, que decidieron participar en el ensayo clínico, se logró este importante hallazgo que ofrece esperanza a pacientes como ellas.

Formar parte de un ensayo clínico puede ser una forma de acceder a tratamientos de vanguardia a los que no se podría acceder de otra forma.

“Pueden ser una gran opción para los pacientes”, comenta la oncóloga Mariana Chavez Mac Gregor, para quien en el caso de Anna sirve de ejemplo de sus beneficios: “Teníamos datos muy sólidos sobre la actividad de este medicamento, pero todavía no estaba disponible comercialmente y la única forma en que podía recibirlo era siendo parte del ensayo clínico, que le dio acceso a un fármaco al que no podría acceder de otra manera”.

“Los ensayos clínicos se basan en ciencia muy sólida”

Aunque el cáncer es la principal causa de muerte entre los hispanos, muy pocos como Anna participan en ensayos clínicos.

Si bien los hispanos representan aproximadamente el 17% de la población estadounidense, constituyen apenas el 1% de los participantes de los ensayos clínicos, lo que afecta su posibilidad de recibir tratamientos médicos adaptados a su perfil.

Para la doctora Chávez, la existencia de conceptos erróneos y mitos relacionados con los ensayos clínicos es una de las barreras. “ La gente piensa que solo es parte de un experimento. Es muy importante que los pacientes comprendan que los ensayos clínicos se basan en una ciencia muy sólida y es la única forma de demostrar si el tratamiento A es mejor que el tratamiento B”, explica.

Recalca que, contrario a lo que muchos creen, estos no deben dejarse como última opción al final de la vida cuando no hay otras posibilidades: “El caso de Anna es un claro ejemplo de ensayo clínico como el primer tratamiento que recibió para el cáncer de mama. Es un mito que debamos reservar los ensayos clínicos para etapas muy tardías del tratamiento”.

A quienes tienen el temor de recibir un placebo y de quedarse sin recibir ningún medicamento, la doctora Chávez les aclara que se trata de un concepto erróneo: “Para los ensayos que incluyen un placebo, los pacientes siempre reciben también el estándar de atención”. Es decir: que se estaría recibido el mismo tratamiento que recibiría si no participara en el ensayo clínico.

Para muchos individuos, el valor de ayudar a otros y a la ciencia es otra razón para participar. “Muchas de mis pacientes quieren que su experiencia ayude a promover la ciencia y ayude a otras mujeres. El estándar de atención que tenemos hoy se debe a que otras mujeres en el pasado se inscribieron en ensayos clínicos que nos ayudaron a avanzar en el campo hasta donde estamos hoy. Ese servicio a los demás es muy importante para algunos pacientes. Los ensayos clínicos son la forma en que avanzamos en la ciencia y mejoramos los tratamientos”.

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Entre los factores que se debe ponderar al participar en un ensayo clínico la doctora Chavez Mac Gregor enumera el que requieren un mayor compromiso de tiempo. “Anna ha venido a visitarme cada cuatro semanas constantemente durante los últimos ocho años. Si la trataran con el estándar de atención, podríamos ser mucho más flexibles en cuanto a cuándo se necesitan ciertas visitas, especialmente ahora que está tan bien”.

La oncóloga del MD Anderson Cancer Center también advierte que “no siempre sabemos los efectos secundarios que pueden experimentar los pacientes durante un ensayo clínico” y que “es posible que los pacientes deban viajar más lejos para ser atendidos y realizarse las pruebas en el lugar donde se inscribieron en el ensayo clínico”.

Para Anna todos esos inconvenientes palidecen ante la oportunidad que ha tenido de conocer a su nieto y de vivir todos estos años sin nunca dar un día por sentado.

“He escuchado a mucha gente decir que no quieren participar en ensayos clínicos. Soy prueba viviente de que vale la pena hacerlo. La gente por lo general vive 2 años en este estudio y yo llevo 8. Sé que el mañana no está garantizado. La doctora nunca me ha dado tiempo de vida porque no es ella quien lo decide, eso está en manos de Dios. Nosotros le damos el 100% y veremos hasta dónde llegamos”.

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