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Las mentiras son malas pero, ¿nos estamos mintiendo a nosotros mismos?

En un mundo perfecto, no existiría razón alguna para que nuestros hijos mintieran. Las mentiras, ya sean blancas, negras o grises, no serían una preocupación para la crianza de nuestros hijos. La honestidad y la integridad serían la prioridad de nuestros valores diarios. La verdad es que, aunque yo no quiera que mis hijos piensen que es aceptable mentir, nuestra sociedad no está muy clara en cuanto a las expectativas de honestidad.

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Como muchos aspectos de la crianza, pedirles a mis hijos que no mientan siempre me hace reflexionar en mi propio comportamiento. ¿Son “las mentiras piadosas” aceptadas en ciertas circunstancias? ¿El hecho de retener información se considera mentir?  ¿Estoy reflejando los valores que les pido a mis hijos apliquen a sus vidas, tomando en cuenta las realidades de su mundo? Las mentiras se dicen todo el tiempo, y, a pesar de que yo valoro la honestidad, no quiero basar este comportamiento simplemente en principios.

Esta es la pregunta: ¿es aceptable mentir alguna vez?

De la forma en que yo lo veo, hay dos tipos de mentiras: las que benefician al mentiroso y aquellas que benefician a otras personas. Como padres en esta sociedad, acogemos las festividades con grandes expectativas de que las historias sobre Santa van a beneficiar a nuestros hijos, despertando su imaginación y creando un sentido de maravilla (mentiras). En ese mismo sentido, el Conejo de Pascua (mentira) y el “hada de los dientes” (más mentiras) visitan a nuestros hijos para celebrar sus adelantos en su desarrollo, aliviar sus miedos o dar lugar a nuevas experiencias. Todo esto ayuda a nuestros hijos, ¿verdad?

Bueno y, ¿qué te parece esto? Algunas veces las mentiras (también ocultar la verdad) puede ser una medida apropiada cuando les enseñamos a nuestros hijos a socializar y tener amigos. Algunas veces, yo le recuerdo a mi hija que guarde sus opiniones (verdades) para ella misma y le digo: “si no tienes algo agradable que decir, quédate callada”. Cuando los muchachos van madurando, esta filosofía generalizada sobre la crianza está elaborada para incluir métodos de comunicación positiva y de expresión propia, pero cuando están muy jóvenes, decirle a Sally que ella apesta (sin importar si es verdad o mentira) no es algo amable o beneficioso para las habilidades de socialización de mi hija. Quizás sea una mentira piadosa, pero yo le instruyo a mi hija que no diga todo lo que siente…aunque sus afirmaciones sean verdaderas. 

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Como padres de familia, también debemos recordar que mentir es en realidad un avance en el desarrollo mental y es visto por muchos como un signo de inteligencia. El cerebro de los niños está configurado para decir mentiras. Es parte del desarrollo de sus habilidades sociales, igual que sus primeras sonrisas. Afortunadamente, tenemos las oportunidades de enseñarles a nuestros hijos cómo ser honestos en un mundo de mentiras piadosas. Mientras mi esposo y yo siempre estamos fomentando la honestidad y la integridad, no criminalizamos tampoco la mentira. Tener en mente nuestras tendencias a decir una mentirita, comprender el motivo y enfocarnos en las consecuencias de una mentira, nos ayuda a criar a nuestros hijos para que sean honestos en un mundo donde muchas personas, incluyendo sus padres, dicen mentiras.