¡Sí, qué divertido, vamos a jugar a hacer pizza! Ésta fue la respuesta de mis tres hijos cuando les dije lo que íbamos a hacer en la tarde.
¿Jugamos a hacer pizza?

El verano pasado una amiga italiana me invitó a hacer pizza a su casa. Fue de las tardes más divertidas que he pasado con mis hijos y amigos. Muchas veces nos rompemos la cabeza para encontrar el plan perfecto o la visita perfecta al museo o al zoológico cuando todo lo que necesitamos para pasar una tarde increíble está en nuestra casa, en este caso la cocina. No hay nada complicado en mezclar harina con agua y levadura y hacer pizza. Pero todo lo que hay detrás nos hizo pasar una tarde increíble.
Empezamos por hacer la masa, una receta super sencilla y básica, el truco es que se tiene que dejar reposar para que la levadura se active. Claro que hay que tener paciencia, y no muchas veces los niños la tienen, pero esta tarde todos aguantaron muy bien. Es más hasta hicieron turnos para ir viendo si ya estaba la masa y se organizaron para cuidarla.
Mientras esperábamos, hicimos la salsa. Otra vez, una receta super básica, tomates San Marzano, un diente de ajo y una pizca de sal. Yo estaba feliz de ver a mis hijos con los ojos como platos viendo cómo poco a poco una de sus comidas preferidas iba tomando forma.
Justo cuando teníamos todo listo—salsa, los ingredientes de arriba y el queso rallado—la masa estuvo lista para empezar a hacer las pizzas.
A cada niño le dimos un pedazo de masa para amasar y que pudieran formar la base de la pizza. Fue tan divertido ver a cada uno muy en su papel, trabajando con la masa tratando de hacer un disco perfecto. Los niños grandes ayudando a los niños chicos a amasar y estirar la masa, los niños italianos ayudando a los extranjeros a poder alcanzar el éxito y aprender el arte de hacer pizzas.
Al final cada quien le puso el ingrediente que más le gustaba, las metimos al horno y nos sentamos juntos, las dos familias a comer.
Cuando llegamos a la casa y me puse a pensar en la tarde que pasamos, me encantó ver todo lo que había detrás de el jugar a hacer pizzas. Los niños convivieron con personas de otro país, aprendieron de su idioma, sus costumbres, sus gustos y su cultura. Aprendieron a esperar, a tener paciencia y cómo hay que saber esperar hasta en la comida, pues no todo tiene que ser en treinta minutos o menos.
Ahorita que te estoy platicando nuestra tarde de hacer pizza, me sigo dando cuenta de los muchos beneficios que tiene cocinar en casa. Hubo tantas enseñanzas esa tarde que me muero de ganas de volver a pasar una tarde igual.









