Halloween, noche de brujas o como le quieras decir, es mi peor pesadilla. Y no nada más porque todas las calles y casas están llenas de monstruos, fantasmas y brujas. Para nada tiene que ver con los disfraces o los temas de miedo.
Halloween, mi mayor pesadilla
No crean que son los fantasmas, las brujas, los zombies, o las calabazas las que me asustan. No. Es la cantidad de caramelos que reciben mis hijos cada 31 de octubre. ¡Socorro!


Halloween es mi peor pesadilla por la cantidad de dulces que reciben nuestros niños ese día, todo lo demás me gusta.
Me gusta que sea un pretexto para hacer una fiesta y celebrar a los niños. Me gusta que cada uno de nuestros hijos tenga la oportunidad de lucir el traje de super héroe, el vestido de princesa o ser lo que ellos quieran. Me encanta ver las caras de felicidad a la hora de escoger el disfraz, me encanta la expectativa que tienen los niños por salir a la calle a lucir sus trajes poderosos y máscaras. Me encanta el entusiasmo de los adultos de decorar las casa, y es más, hay adultos que hasta se disfrazan para hacer aún más mágico éste día para nuestros pequeños. ¿Pero, de verdad, tenemos que echar a perder todo esto con las cantidades extrahorbitantes de dulces que estamos dando y comprando?
Todos sabemos que comer dulces es malo, que los dulces son para las fiestas o para una ocasión especial. No para comer más de un kilo (dos libras aproximadamente) de azúcar en una sentada. Aparte, cada vez que se acerca Halloween, las compañías de dulces cambian los colores y las fórmulas de éstos poniéndoles más químicos. Claro, lo que buscan es que estén más naranjas, más verdes o que asuste más.
No me parece justo que una fiesta dedicada a los niños, a la diversión y a la convivencia de nuestra comunidad se haya vuelto en esto. Dónde están los días en que a los niños se les daba una bolsita de gomitas o una paleta y no un puño de dulces. Cuando era chiquita había personas que daban palomitas hechas en casa, mandarinas o manzanas, pastelitos o muffins hechos con ingredientes reales.
Actualmente hay muchas compañías que hacen dulces y golosinas con muchos mejores ingredientes, puede que sean un poquitín más caros, pero al final nos rinden más. En lugar de dar un puño gigante de dulces, sólo da uno. A mi me gusta comprar lápices, libretas, dientes de vampiro y cualquier otro juguete en vez de dulces. Cuando mis hijos me preguntan porque, les digo la verdad. Que no quiero ser la bruja del cuento y de verdad envenenar niños con tanta azúcar.
Cuando llegamos a la casa, después de pedir dulces, siempre le pido a los niños que vacíen sus bolsas de dulces en la mesa. Ahi, hacemos una selección. Primero sacamos los chocolates y cualquier otro dulce que tenga leche. Luego, sacamos todos los dulces que se puedan pegar en los dientes, como chiclosos y chicles, y así poco a poco hasta que nos quedamos con unos cuantos. De esos ellos escogen cinco dulces que se mueren de ganas de probar o de comer.
Claro que esto no es fácil, y nos hemos tardado mucho en llegar a este punto. Y todavía después de muchos años me preguntan por que y por qué ellos no pueden comer tantos dulces como sus amigos. En estos momentos, me tengo que armar de paciencia y recordarme a mí y a ellos, que los quiero mucho para llenarlos de azúcar, químicos y calorías vacías. Que esto, les esta enseñando a tomar buenas decisiones y a cuidar su cuerpo y que quiero que estén sanos y fuertes siempre.









