¿Te ha pasado que llegas a un evento infantil y te sientes como la mamá extraterrestre? Hoy quiero contarte sobre el control emocional ante las inesperadas experiencias, angustias y expectativas una vez que formamos parte del “mundo de los padres“, pues definitivamente fue algo para lo que—yo al menos—no estaba preparada.
Control emocional: ¿No congenias con los padres de los amigos de tus hijos?

Cuando me invitaron a las fiestas de los primeros amiguitos que mi hijo hizo en su preescolar, digamos que fue un momento tan bueno como malo. No pensé nunca que iba a llegar a una piñata o fiesta infantil en donde, en lugar de relajarme, comer hot dogs y ver payasitos hacer figuras con globos, me tocaría la tarea de socializar con adultos con los que a veces uno tiene poco en común. Y uno trata de establecer una relación amena o convertirse inmediatamente en amigos de unas personas que, en la mayoría de los casos, la única conexión contigo es que los niños van a la misma escuela y se hicieron amigos.
Al comienzo me angustié un poco sin necesidad y me faltó manejar el control emocional que debemos aplicar a esa delgada línea que separa la amistad real y la relación cordial con otros padres. Pues la verdad es que no tienes la obligación de hacerte “amigo” de los padres de los chicos que comparten con tu hijo.
Pero en mi caso me llevó un tiempo—aunque no demasiado—entenderlo. Al comienzo, en mis primeros acercamientos al preescolar, reuniones de padres o eventos familiares, pensé que debía formar un círculo de confianza con las mamás de los niños de la clase, enterarme de todo lo que sucedía en la escuela y que mi hijo no dejara de participar en cuanta reunión o actividad existiera. También pensaba, muy equivocadamente que, si mi misión diplomática y social con otros padres era exitosa, pues la de mi hijo también lo sería.
Pues afortunadamente, cuando tomé un poco de confianza en el ambiente del preescolar de mi hijo y observé que tanto su proceso de aprendizaje como su proceso de socialización eran normales, me di cuenta de que realmente no necesitaba de otros padres para que mi niño fuera feliz en el colegio.
Sin embargo, tampoco debemos ir al extremo contrario de llegar a aislarnos por completo del ambiente en el que, a fin de cuentas, está creciendo tu pequeño. Simplemente debemos dejar que las cosas fluyan y sin forzarnos, conoceremos poco a poco a las personas que con el paso del tiempo afianzarán lazos más estrechos de amistad con nuestros hijos. Las amistades del preescolar a veces son fugaces y circunstanciales, pero a medida que van creciendo algunas de estas personitas que se topan en el mismo camino crecerán juntos y serán grandes amigos.
Comenzarán inevitablemente las invitaciones a las casas de los amigos. Puede pasar que no congenies en lo absoluto con los padres que hacen la invitación. Ahora bien, debemos primero definir qué es lo que no nos gusta de esos padres, antes de limitar a nuestro hijo a visitar la casa de su amiguito o alejarlo de ellos sólo porque no nos llevamos bien con sus padres.
Si las cosas que nos “separan” o no compartimos con otros padres son temas de valores, reglas o digamos, temas delicados de crianza, tal vez debemos limitar en cierta medida que la relación de amistad entre los niños vaya más allá del tiempo que comparten en la escuela o en una fiesta. A fin de cuentas, esa línea entre los valores de nuestra casa y otros hogares también es muy frágil y delgada y a medida que nuestros hijos crecen, se debe afianzar más cuáles son los valores que tiene cada familia y aceptar las diferencias, pero mantener ciertos límites.
Si las cosas que no nos hacen congeniar con otros padres son, por el contrario diferencias de personalidad o gustos, no es tan grave el asunto. Creo que puede ser incluso divertido de vez en cuando compartir unas horas con gente distinta a uno, con tal de que nuestros hijos pasen un buen rato con sus amiguitos. Varias veces me tocó estar sentada entre un grupo de mamás que hablaban de cosas que a mí me aburrían, pero me alegró ver que mi hijo estaba pasando un buen rato.
Los límites son importantes en todos los aspectos de la crianza de un hijo, siempre y cuando no los llevemos al extremo. El control emocional y los tropezones, los miedos y las expectativas que vivimos una vez que conocemos otros padres, definitivamente es un aprendizaje lleno de matices y diferencias que debemos aprender a convertir en parte de la gran aventura de criar un hijo.









