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Competencia materna: a qué se debe

Aunque ambos padres pueden tener este perfil de competencia, parece ser la madre la que lleva la delantera con respecto a comunicar de todas las formas posibles las habilidades de sus hijos y se mantiene hablando todo el tiempo sobre sus cualidades, calidades, proezas y genialidades.

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Yo creo que todas las madres lo hacemos, nos encanta hablar de los niños y de cuan orgullosos estamos de ellos y siempre en nuestras conversaciones queremos resaltar lo mejor de nuestros retoños y los avances que hemos visto en ellos, sobre todo en los primeros meses o años de edad. Pero en ocasiones ese constante halago a los pequeños, se vuelve molesto o da a entender algo así como “mi hijo es el mejor en todo” y escuchamos frases sobre quién tiene el bebé más estimulado, el más inteligente, el que más habla, el que tiene más dientes, el que gatea, camina, habla o que fue al baño primero que otro.

Una cosa es que en una charla digamos que a nuestro hijo le salieron los dientes más temprano o que ya caminaba a los 10 meses, cuando el promedio es a los 12, y otra muy distinta es empezar a criticar a los otros o dar a entender que están atrasados o que el niño propio es demasiado especial. Creo que no se trata de determinar quién es el ganador y parece que las madres estuvieran en un concurso permanente para demostrar que sus hijos son mejores o que ellas son las mejores madres.

La maternidad debería vivirse sin prisas, todo a su tiempo. Se trata de disfrutar la vida paso a paso sin acelerar lo que se da poco a poco según la vivencia y experiencia de cada niño—gozar al máximo a los hijos cada etapa a la vez. Lo más extraordinario debería ser el disfrutar cada sonrisa, caricia, travesura, picardía y esos instantes en que sólo quieren abrazarte y te dicen que te quieren mucho. Eso no tiene precio, no es razón para ninguna competencia y cada madre debería experimentarlo como lo más extraordinario antes que cualquier otro tipo de logro.