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¿Ignorar a nuestros hijos es la mejor estrategia para evitar que se porten mal?

Muchas veces la crianza puede tornarse agotadora. Los pedidos repetidos mil veces, las rabietas y los llantos desmedidos pueden volverse un verdadero dolor de cabeza para muchos padres.

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La reacción desesperada de muchos suele ser simplemente darles lo que estaban pidiendo o una «recompensa» a cambio para que termine de una vez el drama. Otros, en cambio, optan por ignorar al niño y esperan a que se calme para poder dialogar con él. Pero ¿ ignorar a nuestros hijos es la mejor estrategia para evitar el mal comportamiento? Hoy compartimos contigo algunas reflexiones al respecto.

No sería la técnica más efectiva

Los niños no son tiranos: simplemente buscan nuestra atención. Si nos enojamos o no muchas veces está fuera de discusión para ellos, porque nuestra ira también es una forma (aunque no la mejor) de brindarles nuestra atención. De acuerdo con el psicólogo Grant Aram Killian, ignorar el mal comportamiento no ayuda a que el niño pueda modificar sus actitudes. Inclusive lo más probable es que ignorarlos refuerce el mal comportamiento, ya sea de manera intencional o no.

¿Qué deberíamos hacer, entonces?

Imagen Shutterstock

Las estrategias que se pueden utilizar para minimizar o incluso prevenir el mal comportamiento son múltiples y varían de acuerdo con la edad del niño. Sin embargo, una de las más útiles tiene que ver con ofrecerles alternativas. Es decir, si en vez de darles una orden les brindamos un abanico de opciones, les damos a ellos el poder de elegir y minimizamos las probabilidades de que la respuesta sea «no» o un llanto.

Además, al ofrecerle alternativas le estamos enseñando que esa decisión implica una responsabilidad: si optan por ese camino habrá consecuencias naturales. Por ejemplo, si les ofrecemos jugar a la pelota, a las cartas o ir a dar un paseo por la playa, luego tienen que saber que el paseo de seguro tomará más tiempo y quizás no podrán ir a visitar a sus amigos más tarde. Si se lo explicamos con anticipación (y les damos a elegir), lo más probable es que luego el niño no quiera visitar a los amigos porque simplemente ya sabe que no hay tiempo suficiente.

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Hablar sobre las emociones

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Además de brindarle alternativas, siempre resulta interesante conversar con el niño sobre lo sucedido. Podríamos, por ejemplo, comentarle qué hubiéramos hecho nosotros en una situación similar y pensar juntos de qué otras formas convendría reaccionar la próxima vez. Además, hablar sobre las emociones siempre resulta una salida oportuna para que el niño no tenga que reprimirlas (como haría si lo ignoramos), sino que sepa que puede expresarlas con libertad y contar con nosotros para darles un cauce amoroso.

Lo último que quiere un niño es volverse invisible para sus padres. Está en nosotros invisibilizarlo o darle el apoyo que necesita en el momento que lo precisa. Por supuesto que este tipo de enfoques requiere de presencia y también mucha paciencia. Pero definitivamente ayudará a que el niño se sepa contenido y amado, un factor fundamental para su desarrollo en la vida.