Más allá de la creencia religiosa que cada persona profese, los seres humanos tenemos un mundo espiritual sumamente importante para nuestra vida. Este hecho nos hace responsables de educar en los hijos diversos valores que enriquezcan su espíritu y los hagan personas especiales.
Cómo cultivar la espiritualidad en los hijos


Papel de los padres
El elemento más importante a tener en cuenta es que el espíritu es un área muy amplia y se expresa de manera diferente para cada individuo. Los padres no son los absolutos conocedores de todo, sólo deben mostrarse como embajadores del universo espiritual ante sus hijos, personas que les ayudarán a desarrollar su mundo interno. Ellos son los comunicadores por excelencia, pero no autoridades de poder. Tanto padres como hijos atravesarán un camino de conocimiento y amor provechoso para ambos.

Ventajas
Las estadísticas indican que en aquellos niños en los que se desarrolló un amor a Dios, una comprensión elevada de la vida (no necesariamente religiosa) o un gran humanismo, suelen ser personas más fuertes para enfrentar la realidad, con menor tendencia a abusar de las drogas y en general más felices.
Considerar que la existencia es algo mayor que una sola persona, fomenta en los menores un sentido vital, una conexión con los grupos en que se desenvuelve y con el resto de los seres humanos del planeta.
La compasión, la fe, la esperanza y los valores morales que conforman el espacio espiritual, formarán un ser humano que podrá entender los problemas de la familia con más profundidad. Ayudará a resolverlos de mejor manera y apoyará a sus miembros en situaciones extremas de modo inteligente y justo.
Vías educativas
Lo primero que debe desarrollarse en los niños es la idea de que cada familia tiene un modo cultural de expresar su espiritualidad. También, que no necesariamente ser creyente es el único camino para mejorar el espíritu. La esencia del mundo espiritual son los valores humanos, que se manifiestan de distintas formas. El respeto a las diferencias, a las otras personas es el cimiento educativo ideal.
Otro elemento crucial es admitir frente a los hijos cuando no sabemos algo. Ello les enseñará el valor de la humildad. Ni el más sabio conoce todo lo que acontece. La vida está llena de enigmas y parte de ser una buena persona es aprender los límites.

Compartir con los niños el hábito de la lectura es una fuente inagotable de espiritualidad. No es necesario que los textos sean complejos, lecturas sencillas les enseñarán a no ser egoístas, ser sinceros, defender a los amigos y creer en las buenas cosas.
Ten siempre presente que el mundo cada día es más agitado y se necesitan valores espirituales que sirvan de guía a los niños a la hora de distinguir el bien del mal. Es una forma de ayudarlos a escoger el camino más humano posible.







