Pretendía ser el festival más exclusivo y lujoso del mundo y fue el más épicamente fallido

El Fyre Festival era un evento apuntado al público millennial. Pero no a cualquier millennial. A los millennials con gusto por la música pero también por el glamour y la distinción y la diversión sofisticada y las aventuras.

PUBLICIDAD

Y especialmente millennials que, por más chic que fueran, tuvieran además miles de dólares para gastar en el festival anunciado como el más exclusivo y lujoso de la historia, que se iba a realizar en el verano de 2017 en una paradisíaca playa privada de las Bahamas.

«El paisaje y las aguas turquesas te invitan a explorar y a desconectarte, pero también a conectar con otros como tú» anunciaba el sitio oficial del Fyre Festival, ahora difunto.

Lo de «otros como tú» quizá se refería a otros jóvenes lo suficientemente adinerados (los padres) para pagar los $12000 dólares que costaba la entrada, que prometía bandas de rock y residenciales privados para alojarse, además de eventos con reconocidos chefs internacionales, experiencias VIP y cenas con los artistas, paseos en bote, avión y jet skis y muchas otras soñadas actividades por las que, lógicamente, uno tenía que pagar una suma adicional.

En definitiva, «una experiencia única en la vida».

Organizado por un emprendedor llamado Billy McFarland para promocionar su flamante app musical, también llamada Fyre, y por el rapero Ja Rule, el evento empezó a cobrar notoriedad en las redes sociales, promocionado por las influencers más populares.

Kendall Jenner, Bella Hadid y Emily Ratajkowski eran algunas de las celebridades que, posando en bikini, invitaban a todos los jóvenes a asistir a la isla de Gran Exuma a pasar esos dos fines de semana que luego los afortunados no olvidarían por el resto de sus vidas, por más lujosas y acomodadas que fueran.

Pues nada de esto sucedió.

PUBLICIDAD

Los juegos del hambre

Se podría decir que en cierto modo los organizadores del festival cumplieron lo que prometieron.

Los asistentes que llegaron hasta esta exclusiva isla de las Bahamas definitivamente vivieron «una experiencia única», una que probablemente nunca en su vida olvidarán.

El único problema es que la experiencia se vincula más a la decepción, a la frustración y hasta a la lucha por la supervivencia, cuando el festival se convirtió en un evento de carácter casi apocalíptico.

La lujosa villa prometida, que se ofrecía en paquetes de una a tres habitaciones para grupos de hasta 8 huéspedes y se describía como « resorts de la más alta calidad» no se veía por ninguna parte. No había edificio o construcción alguna en el lugar.

Lo que se veía en su lugar era un gran conjunto de carpas blancas, que no eran lo que se podría decir una belleza estética y de buen gusto, en medio de un predio lleno de barro y tierra en el que se apilaban los colchones que iban a usar para dormir.

¿Dónde estaba la hermosa playa y el agua color turquesa?

Estos son los lockers en el Fyre Fest. Se olvidaron de avisarnos que teníamos que traer candados.

Sin la más mínima organización, los recién llegados corrían y luchaban entre sí para reservarse un lugar tener donde dormir en una de esas calurosas carpas con colchones húmedos.

Más de un centenar de asistentes habían llegado al lugar y deambulaban por allí sin saber exactamente qué estaba ocurriendo.

De la organización solo había un par de miembros del staff técnico, que tampoco parecían tener mucho mayor conocimiento de la situación. Dijeron que estaban experimentando algunos problemas (algo que saltaba a la vista) pero que ya se solucionaría, mientras iban registrando a los asistentes en unas viejas laptops.

PUBLICIDAD

Algunos creyeron que todo se iba a solucionar pronto y que, por ser la primera vez que se hacía un festival de estas magnitudes, resultaba lógico que hubiera sobresaltos e inconvenientes.

Una banda de músicos locales, cuyo nombre no se ha difundido tal vez para preservar su reputación, incluso se animó a subir al escenario y realizar un modesto concierto que duró un par de horas. Sería el único show musical que tendría el festival.

Cuando pasaron las horas y los festivaleros empezaron a sentir hambre, quizá optimistas pensaron en adentrarse en la que podría ser la gran experiencia gastronómica gourmet, a cargo de chefs de renombre internacional, que prometía el festival.

Pero después de esto ni lo más optimistas deben haber guardado esperanzas.

En determinado momento la sensación de que el festival estaba colapsando y de que la prometida experiencia única y exclusiva era de carácter muy diferente y opuesto, empezó a sobrevolar el festival y a todos sus asistentes.

Comenzaron a hacerse cada vez más evidentes y graves los problemas: basura que se acumulaba, equipajes que se perdían, gente sin lugar para dormir, escasez de agua, de comida, de personal, de baños, de señal telefónica y de internet, de seguridad...

A la 1:30 AM partía un vuelo a Miami y todo el mundo quiso tomarlo. El vuelo se retrasó por problemas con la lista de embarque y finalmente se pospuso hasta el día siguiente.

En el aeropuerto de la isla de Exuma pasaron su gran noche festivalera, su noche de 12 mil dólares, una multitud de jóvenes, sin comida ni agua ni aire acondicionado, esperando volver a sus hogares, esos sí probablemente lujosos y cómodos, pero no tan instagrameables como una playa de las Bahamas.

Habían vivido una experiencia única, eso sí.

PUBLICIDAD

Demanda millonaria y cárcel

Por todo lo sucedido, los organizadores recibieron ocho diferentes demandas civiles, una de ellas reclamando más de 100 millones de dólares en daños.

Finalmente también se involucró el FBI en el asunto y todo se convirtió en una investigación criminal.

El organizador Billy McFarland fue detenido y acusado de estafa. Fue sentenciado a seis años de prisión y tuvo que pagar una multa de 26 millones de dólares por el cargo de fraude a sus inversores y a una de las empresas que vendía las entradas.

Fyre: el documental de Netflix

Netflix entrega en su documental «una mirada exclusiva» a lo que sucedió detrás del escándalo y el fracaso del Fyre Festival, que cuenta con el testimonio de sus propios organizadores y de muchos de los involucrados.

El documental es realizado por Chris Smith que ya hizo para Netflix el notable Jim & Andy: The Great Beyond (sobre otra clase diferente de caos y locura).

Fyre se estrenó en enero de 2019.

Sigue leyendo: