La experiencia de los Beatles con el LSD, narrada por el propio John Lennon

Una de las anécdotas más curiosas e interesantes en la música popular del siglo XX es esa que cuenta que fue Bob Dylan el que, en 1964, cuando se encontraron en un hotel de Nueva York, inició a los Beatles en la marihuana.

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La anécdota tiene varias ramificaciones muy jugosas y divertidas, como que Dylan no podía creer que los Beatles nunca hubieran probado marihuana y les preguntó “¿Pero y esa canción en la que hablan de estar ‘volados’?”, y John Lennon tuvo que aclararle que la letra de la canción no hablaba de estar ‘volados’ ( ‘high’) sino de ‘esconderse’ ( ‘hide’). O que Ringo Starr desconocía el procedimiento habitual de pasar el cigarrillo y cuando le llegó se lo fumó solo hasta el final, mientras todos los demás esperaban.

Pero la anécdota también tiene consecuencias más significativas. Muchos consideran que el hecho está directamente vinculado a la evolución musical y artística de los Beatles durante la época ( Paul McCartney, por ejemplo, dijo que haber fumado marihuana había sido una experiencia muy profunda y que en ese momento sintió que “estaba pensando por primera vez, pensando de verdad”).

Después de haber conocido a Dylan, los Beatles dieron un gran salto al publicar el álbum Rubber Soul, en 1965, al que el mismo John Lennon llamó «el disco de la marihuana» y marcó su primera intención de llevar su música a un terreno más complejo y elaborado que el de las simples canciones pop románticas.

Pero 1965 marcó para los Beatles otra experiencia que cambiaría sus vidas y su visión del mundo. Y, por lo tanto, su música.

Ese año John Lennon y George Harrison probaron por primera vez el LSD, la droga alucinógena que en los 60 se convirtió en un símbolo de la contracultura, asociado a la experimentación y la expansión mental y espiritual.

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En una entrevista con Rolling Stone algunos años después, John Lennon narró la experiencia, y ahora la revista ha difundido el audio de la entrevista, con una animación a tono:

“Un dentista en Londres, nos puso el LSD a mí, a George y a nuestras esposas sin decirnos nada, durante una cena en su casa. Él era amigo de George y también nuestro dentista en ese momento, y simplemente puso el LSD en nuestro café o algo así. Ahí nos dijo ‘Les recomiendo que no se vayan’... Creo que quería que nos quedáramos para una orgía en su casa, pero nosotros no queríamos saber nada de eso. Era una locura todo lo que estaba sucediendo. De todas maneras nos fuimos a un club. Cuando llegamos pensamos que estaba incendiándose y comenzamos a reír a carcajadas allí en la calle. Alguien gritó ‘rompamos los vidrios’, era todo una locura, estaba todo en nuestra cabeza. Finalmente llegamos a un ascensor y todos pensamos que el ascensor también estaba prendiéndose fuego pero no era más que una luz roja. Comenzamos a gritar y de repente la puerta se abre y nosotros gritando ‘Aaaaaah’ y vemos que simplemente estamos en el club. Entramos, nos sentamos y veíamos que las mesas se estiraban, era una sola mesa larga. Después un cantante se me acercó y me dijo ‘¿puedo sentarme a tu lado?’ y le grité ‘¡solo si no hablas!’, simplemente porque no podía pensar. Después George o tal vez otra persona se las arregló para conducir su mini cooper, íbamos a 15 km/h pero parecía que íbamos a mil, y yo tenía todos estos chistes hilarantes que se me iban ocurriendo y George me gritaba ‘¡no me hagas reír!’. Dios, fue aterrador, pero también fantástico. Llegamos a la casa de George y parecía como un enorme submarino para mí. Todos se fueron a dormir pero para mí estaban todos flotando allá arriba y yo conducía el submarino”.

A pesar de esta ambigua experiencia, “aterradora pero fantástica”, John Lennon y George Harrison quisieron seguir experimentando con LSD, e intentaron convencer a Paul McCartney y Ringo Starr de hacerlo también.

Así lo contó Harrison a Rolling Stone:

“John y yo decidimos que Paul y Ringo tenían que probar el ácido. Porque no podíamos relacionarnos con ellos en diferentes niveles desde que lo probamos, el ácido nos había cambiado demasiado.
Es una experiencia tan grande y tan inexplicable. Tiene que ser vivida en carne propia. Era algo muy importante para John y para mí que ellos lo probaran”.

Ringo Starr inmediatamente aceptó la propuesta: “Tomo lo que sea”.

McCartney, en cambio, se negó. Lennon le había dicho que el LSD cambiaba para siempre tu modo de pensar. “Él estaba entusiasmado ante esa posibilidad” dijo Paul, “a mí, en cambio, me aterraba”.

Sin embargo, Paul McCartney, aún sin LSD, estaba tan interesado como el resto en la experimentación y en la evolución musical de los Beatles, aunque tomó inspiración de lugares diferentes y con métodos diferentes (escuchó nuevos artistas, leyó nuevos libros, se mantuvo conectado con la comunidad artística de Londres... en definitiva, un abordaje más intelectual que experimental).

Así, los cuatro de Liverpool encontraron en ese momento, a mediados de 1965, un impulso y una conexión creativa increíble y única, que dio como fruto el emblemático álbum Revolver, un nuevo salto en su evolución, un nuevo mojón en su estilo y en su experimentación y una marca histórica en la música popular.

Si Lennon llamó al Rubber Soul «el álbum de la marihuana», el Revolver bien podría ser llamado «el álbum del LSD», aunque la anécdota deja en claro que esta droga fue la culpable de las dos canciones de más dudosa calidad del disco: “Doctor Robert” (el dentista) y “Yellow Submarine”.

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