En el mundo de la música, existen canciones que se han convertido en emblemas de nuestros grupos favoritos. Sin embargo, también existen casos en donde estas piezas simplemente son odiadas por sus creadores a tal punto que no quieren saber más de ellas.

Juan Gabriel siempre tiene una canción perfecta para cada momento de tu vida. Estés enamorado, triste, melancólico, reventado, lo que quieras: con Juanga, estás cubierto. Si hicieras una película de tu vida, podrías utilizarlo sólo a él para tu soundtrack y estaría perfecto.

Ah, las guerras de bandas. Ese evento escolar en el que los aspirantes a músicos o rockeros marginales de la secundaria o prepa tienen su momento de brillar. (No lo digo en mala onda; yo era la rockera marginal que iba a las guerras de bandas a escuchar las canciones que jamás escucharía en su escuela en un día cualquiera).

Si eres súper fan de Pink Floyd lo primero que vas a preguntar es: "¿Cuál The Wall? ¿La película o el álbum?". Y la respuesta es: ambos.

Una nueva tragedia ha sacudido al mundo de la música, y es una con una connotación especial, que se enmarca, si se quiere, en otra tragedia todavía fresca e impactante, especialmente para los fans del rock y sus vertientes más populares de las últimas dos o tres décadas.

Siempre es raro cuando muere alguien famoso, ¿no? No los conoces, no convivías con ellos, pero no puedes evitar que el estómago se te haga bolita cuando sabes que esa persona ya no está aquí.