Si no fuera por la capacidad que nuestra especie (claro que no es la única que puede hacerlo) posee para recordar rostros y lugares, estaríamos condenados al aislamiento y al andar errático por parajes siempre desconocidos.

Un estudio publicado en la revista Science parece habernos tapado la boca a todos los que renegamos de los chismes, al afirmar que le prestamos más atención a los rumores sobre las personas que a la observación directa que realizamos de ellas, de lo que puede extraerse que inconscientemente le prestamos más atención a lo que nos dicen sobre los demás que a lo que pensamos nosotros mismos sobre ellos.

Hasta el día de la fecha sólo una huella de Tyrannosaurus Rex ha sido hallada. El acontecimiento tuvo lugar en el año 1983 en Nuevo México, y se trataba de una huella aislada. Una nueva posible huella de este dinosaurio ha sido hallada en las tierras estadounidenses de Montana.

La ciencia suele alcanzar fronteras insospechables. Los avances científicos hacen posible, contando con un os pocos datos, crear conocimiento de magnitudes impresionantes. Especialmente en biología molecular, los datos mínimos conducen a respuestas inimaginables de preguntas que aparentan ser irrespondibles.

Se ha creído siempre que la Antártida es un lugar inhóspito para la vida. Las condiciones de extremo frío distribuidas a lo largo de todo el continente hacen imposible la emergencia de vida a gran escala, y sólo en una mínima parte no cubierta de hielo (0,3% de la superficie del continente) existe vida.

Las voces masculinas graves suelen llamar la atención por su tonalidad. Eso es lo que ocurre en nuestra sociedad occidental. Pero la antropóloga Coren Apicella, de la Universidad de Hardvare, ha estudiado a los Hadza, una población de cazadores y recolectores de Tanzania, y parece haber llegado a una conclusión mucho más interesante.