“Quedamos marcados de por vida”: cómo una funeraria hispana se saturó por la pandemia

En el corazón de un vecindario de inmigrantes impactado por los contagios en California, una funeraria hace lo posible por reducir el número de cadáveres que llegan a su morgue… pero no ha podido.

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“Tengo mucho miedo. Quedé atemorizada de ver filas y filas de cuerpos, y no disminuían. Todavía tenemos muchos”. Así describe Magda Maldonado su experiencia profesional más complicada en cuatro décadas. Su funeraria en el Este de Los Ángeles ha registrado el horror de la pandemia en la comunidad hispana, la más golpeada en California. Allí tienen 190 cadáveres y no hay espacio para uno más.

A lo largo de un año se han saturado varias veces. Un tiempo fue por los lentos trámites de las autoridades que cerraron sus oficinas, luego por la falta de ataúdes y ahora porque los cementerios no han podido construir suficientes depósitos de cemento. La espera se ha extendido a tres meses.

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“Tengo cuerpos de personas que murieron a finales de diciembre”, dice Maldonado, propietaria de la funeraria Continental Funeral Home, en el corazón de uno de los vecindarios más impactados por el coronavirus, al ser entrevistada por Univision Noticias.

En el Este de Los Ángeles más de 380 personas murieron por complicaciones derivadas de esa enfermedad, eso es diez veces más que los fallecidos por la misma causa en Beverly Hills.

Un velorio en el estacionamiento de la funeraria Continental Funeral Home en el Este de Los Ángeles, en California.
Un velorio en el estacionamiento de la funeraria Continental Funeral Home en el Este de Los Ángeles, en California.
Imagen Patrick T. Fallon/ Getty Images


El virus se ensañó con los hispanos en Los Ángeles. Ellos representan la mitad de los 22,000 muertos y de los 564,000 contagios registrados en esta metrópoli. Pero se han quedado atrás respecto a la tasa de vacunación. Según el Departamento de Salud Pública del condado, el 43% de los adultos mayores de origen latino han recibido al menos una dosis, en contraste con el 59% de los blancos.

En la funeraria Continental aún no ven la luz al final del túnel, ni siquiera por las jornadas de vacunación y la promesa del presidente Biden de poner el antídoto a disponibilidad de todos los adultos en Estados Unidos para mayo.

“Hay una mala percepción de que ya hay vacunas, que levantaron las restricciones y de que esto ya se acabó. Pero sigue habiendo casos. Estamos a tal grado que la funeraria ya no puede recibir a nadie más”, advierte Geraldo Rodríguez, quien es consejero funeral del establecimiento.

“Estamos en un cuello de botella. Hay muchos fallecidos que están en los hospitales, esperando su turno para ser llevados a los crematorios y a los cementerios”, lamenta. “Estamos en el principio del fin, pero es lo más difícil”, subraya.

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“Era un hombre muy trabajador”

Más de 2,000 cadáveres, la gran mayoría de hispanos, han pasado por esta funeraria desde marzo de 2020. Alrededor del 20% han sido enviados a México. Ese proceso es todavía más engorroso y costoso (vale unos 7,500 dólares). Las aerolíneas aceptan llevar un solo cuerpo por cada vuelo. “Si alguien muere hoy y lo enviaran a México, llegaría hasta principios de julio”, calcula Rodríguez.

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Fue tanta la demanda que este negocio tuvo que alquilar dos refrigeradores para colocar los cadáveres que ya no cabían en su morgue. Pero su principal temor es que por alguna falla eléctrica estos depósitos portátiles dejen de funcionar, lo cual crearía un grave problema de salud en el barrio.

Dentro del establecimiento también se han hecho modificaciones, como retirar las sillas y los muebles de la capilla para hacer más espacio. Los velorios ahora se realizan en el estacionamiento, bajo una carpa blanca y con poca gente. La capacidad máxima es de 30 personas por cada funeral.

En la víspera del Año Nuevo allí velaron a Gilberto Arreguin Camacho, un inmigrante de 58 años que pasó más de tres semanas en un hospital antes de su muerte. El coronavirus le ganó la batalla.

Gilberto Arreguin Camacho fue velado por sus familiares el 31 de diciembre de 2020.
Gilberto Arreguin Camacho fue velado por sus familiares el 31 de diciembre de 2020.
Imagen Patrick T. Fallon/ Getty Images


“Tenía tanto amor en su corazón por su familia”, dijo su hijo Néstor Arreguin, a la agencia Getty Images. “Siempre tenía consejos para ti cuando los necesitabas”, agregó Arreguin.

Su padre era pintor de automóviles y fanático de Las Chivas, el popular equipo de futbol mexicano. En el sepelio se colocó una foto en la cual posa sonriendo con una camiseta del conjunto de sus amores. Sus familiares en México lo despidieron a través de una transmisión en vivo por internet.

“Era un hombre muy trabajador. Trabajó toda su vida. Llegaba tarde a la casa, trabajando tan duro para mantener a su familia. Voy a tratar de seguir su legado”, recordó su hijo, según Getty Images.

“Uno tras otro, uno tras otro”

Para esta industria, la pandemia no ha dado tregua. La funeraria Continental ha tenido días hasta con 13 servicios continuos, algo que jamás habían anticipado ni siquiera en los preparativos para catástrofes mayores, como un terremoto.

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“Nos ha pasado que tenemos servicios en el mismo cementerio a las 10 am, a las 11 am, al mediodía. Uno tras otro, uno tras otro, uno tras otro”, dice Rodríguez, quien cuenta con pesar cómo algunas familias han estado de luto varias veces por el virus.

“Hemos hecho servicios donde está el papá y la mamá. Uno falleció un día y el otro, tres semanas después, y los sepultaron juntos. Llegó un punto en que eso se hizo común”, describe quien ha trabajado más de una década en esta industria.

“En casos más extremos fallecieron tres o más familiares de la misma casa”, lamenta.

Ataudes exhibidos en la funeraria Continental Funeral Home.
Ataudes exhibidos en la funeraria Continental Funeral Home.
Imagen Patrick T. Fallon/ Getty Images


En los cuatro establecimientos de la funeraria Continental en el sur de California hay tanta carga de trabajo que tuvieron que hacer contrataciones. Algunos de los nuevos empleados fueron despedidos de restaurantes que cerraron por la contingencia. Creció la nómina, pero los descansos siguen limitados.

La dueña Magda Maldonado, una inmigrante de Nayarit y de 58 años, dice que lo más difícil para ella ha sido tener que decirles a sus clientes que no puede recoger los cadáveres de sus seres queridos en los hospitales. Jamás lo había hecho desde que compró su primera funeraria en octubre de 2009.

Un día, relata, un hombre le suplicó entre sollozos que fueran por el cuerpo de su esposa, que tenía varios días en una clínica de Hawthorne. Al final encontraron la manera de ayudarle. “Cuando le dijimos que sí iríamos yo sentí que el espíritu del señor se relajó. Las familias sufren mucho”, comenta.

Maldonado cree que es posible que ella y sus empleados terminen con secuelas psicológicas, que quizás no han sentido por la excesiva carga de trabajo. “Hay historias tan tristes que te sacuden el piso… Esto es muy traumático, todos quedamos marcados de por vida”, dice.

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